Las promesas de amor, ¿nutren o solo ilusionan?

Las promesas y los compromisos explícitos están presentes en la dinámica de cualquier relación, pero no todos llegan a cumplirse. A veces hay que tener cuidado con aquello que se dice.
Las promesas de amor, ¿nutren o solo ilusionan?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 05 mayo, 2021

Las promesas de amor existen desde que existe el amor romántico. Se trata de compromisos hechos a futuro, que por lo general se celebran en momentos de gran efervescencia amorosa, bien sea por pasión o por temor.

Es muy probable que quienes hacen las promesas de amor tengan la sincera intención de cumplirlas. Sin embargo, no siempre se es consciente de qué tanta probabilidad hay de honrar ese compromiso a futuro. Por eso en muchas ocasiones se convierten en una forma de mentir.

Buena parte de la confianza  en pareja surge de la posibilidad de creer en la palabra del otro. Cuando esta se revela inconsistente o frágil, también sale lesionada la capacidad para confiar en el otro. Las promesas de amor generan expectativas que no siempre se cumplen. ¿Vale la pena hacerlas o es mejor abstenerse?

Pesas promesas con juramentos y pesaréis la nada”.

-William Shakespeare-

Pareja con complicidad

Las románticas promesas de amor

Resulta paradójico, pero las promesas de amor cumplen el cometido de generar un sentido de seguridad  o estabilidad en el otro. El “te amaré toda la vida” es una declaración que pretende otorgarle certezas al otro y forjar expectativas a largo plazo. Lo mismo ocurre con los “jamás habrá alguien más para mí” o “siempre puedes contar conmigo”.

El matrimonio  mismo es la formalización de una serie de promesas. Un convenio por el que cada uno asume el compromiso de adoptar una serie de conductas frente a su pareja. La expectativa es que esto sea así para siempre. Hay quienes están en la capacidad de interpretar esas promesas como parte del folclore amoroso. Comprenden que quien promete siente de corazón lo que dice, pero no está exento de replanteárselo en un futuro.

En cambio, otras personas se aferran a esas promesas como el náufrago que se sujeta de un salvavidas. Una persona que ya trae carencias afectivas, que es dependiente o que identifica la unión como la máxima realización de su deseo vital puede asumir la promesa de una manera mucho más profunda y decisiva.

Las promesas de amor y el conflicto

Hay otras promesas de amor que son más complejas. Son aquellas que se dan tras un problema o un conflicto en la pareja. Es muy habitual que tengan que ver con no repetir algún comportamiento que ambos consideran reprochable.

“No volveré a mentir” o “nunca más voy a serte infiel”, por ejemplo. Esas, más que las promesas románticas, son las que al ser incumplidas pueden producir una pérdida radical de la confianza. También ayudan a configurar relaciones tóxicas, en las que el valor de la palabra se pierde cada vez más.

El efecto de esas promesas rotas es la decepción y un quiebre de la comunicación. Lo que dice el otro deja de tener credibilidad y los pactos comienzan a carecer de valor. Se inaugura un tipo de diálogo inadecuado en el que priman los reproches, la falta de fe en la pareja y la sensación de inutilidad de la palabra. Esto deteriora la relación, ya que esta, si es saludable, debe sustentarse precisamente en el diálogo.

Chico cogiendo la mano de una chica decepcionada por promesas de amor incumplidas

¿Perdonar o revalorizar la palabra?

Los ciclos de promesas de amor rotas muchas veces terminan con nuevas promesas, actos de reparación no completados o perdones no concedidos. A veces, efectivamente el otro no honra su palabra por alguna circunstancia excepcional. Que eventualmente no sea posible cumplir un compromiso no significa que nunca lo vayamos a lograr. En esos casos, el perdón inaugura un nuevo pacto, que esta vez sí se cumple.

Pese a todo, vale la pena evaluar el verdadero peso que tiene la palabra en una relación de pareja. La estabilidad, la tranquilidad de ambos e incluso el afecto están asociados a ello. Nada le da más solidez a una relación que la confianza y el diálogo.

Por eso, quizás la salida no está en cumplir a rajatabla las promesas de amor, sino en pensar bien antes de formularlas o hacerlo en unos términos que de verdad permitan cumplirlas.

Por norma, las promesas de amor que incluyen “siempre” o “nunca” representan retos de calado. Muchas veces no somos capaces de mantener conductas tan estables con nosotros mismos y esto debe tomarse en consideración antes de sostener que sí podremos hacerlo con otro.

En temas relevantes es importante medir bien el alcance del contenido de las promesas. Quizás sea necesario delimitarlo de una forma más precisa en el tiempo o condicionarlo a circunstancias que pueden darse. Revalorizar la palabra ayuda a construir relaciones más sanas, en las que prime la ilusión por encima de la decepción, la fe sobre la desesperanza.


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  • De Dios Larrú, J. (2017). Educar para la promesa. Quién: Revista de filosofía personalista, (5), 7-21.

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