¿Puede el estrés ser el detonante de una enfermedad grave?
El estrés puede definirse como un tipo de respuesta del organismo para cubrir las demandas del ambiente. Esta respuesta puede ser de mayor o menor intensidad, pues en muchos casos la persona puede verse desbordada por tales demandas y carente de recursos.
En este último caso, las respuestas al estrés se han relacionado con enfermedades físicas tales como las cardiopatías, cáncer, enfermedades autoinmunes, etc. Lo cierto, es que existe relación entre el estrés y algunas enfermedades físicas según algunos estudios. No obstante, ¿es causa directa para su desarrollo?
La teoría del estrés de Hans Selye
Como se ha comentado en párrafos anteriores, el estrés aparece cuando la persona se da cuenta de que las demandas del ambiente pueden exceder sus recursos. Hans Selye fue denominado como el padre del estrés y postulaba que era una respuesta del organismo ante cualquier demanda que se le hiciera del exterior.
En su teoría, Selye lo mencionaba como una respuesta biológica global en todos los organismos y estereotipada. Aquí se mencionan dos tipos de respuesta: una adaptada al ambiente, estando en armonía las demandas del ambiente con los recursos del organismo, y otra respuesta más intensa o desagradable, apareciendo distrés.
El síndrome general de adaptación (SGA)
Selye, en su teoría, mencionaba el síndrome general de adaptación (SGA), el cual aparece cuando la respuesta al estrés es intensa y se prolonga en el tiempo. De esta forma, el organismo intenta utilizar todos sus recursos para poder regularse.
El SGA se divide en tres fases: alarma, resistencia y agotamiento. Durante dichas fases se encuentran en funcionamiento tres ejes fisiológicos: el neural, el neuroendocrino y el endocrino. Los niveles de cortisol aumentan en el organismo, la hormona principal del estrés.
Los efectos del cortisol en el organismo son necesarios para un correcto funcionamiento. De hecho, es necesaria para realizar tareas de manera óptima. El problema surge cuando rebasan los límites del organismo, dando una respuesta de estrés de manera arbitraria. En estos casos, cuando la respuesta de estrés es crónica, los niveles de cortisol y de activación periférica pueden dar casos como debilidad muscular, fatiga crónica, infecciones, migraña, desórdenes menstruales, falta de concentración, etc.
¿Puede provocar una enfermedad grave?
El estrés también incide en la probabilidad de desarrollar enfermedades más graves que las ya citadas. En el fondo, lo que hace es comprometer a nuestro sistema inmune y hacer que nuestro cuerpo sea mucho más vulnerable ante los ataques que vengan del exterior.
En el caso de enfermedades cardiovasculares, el estrés puede aumentar su riesgo si esta respuesta se mantiene de manera crónica. Por ejemplo, el síndrome coronario agudo (SCA) está muy asociado a factores psicológicos. Las respuesta de estrés en forma de hostilidad es muy importante en las fases tempranas de la enfermedad.
Con respecto a las enfermedades autoinmunes, los estudios no son concluyentes. No obstante se ve cierta conexión debido a la desregulación que sufre el sistema inmune tras una respuesta alargada en el tiempo de estrés, con niveles altos de cortisol. Es el ejemplo de la artritis reumatoide y el comienzo de hipertiroidismo de Graves.
Mencionando a las enfermedades oncológicas, no está demostrado que la respuesta de estrés influya en el inicio del cáncer. Tampoco está demostrado que aumente o reduzca el tiempo de supervivencia y el porcentaje de curaciones. Lo que es incuestionable es el desarrollo de la respuesta de estrés tras un diagnóstico como el cáncer, influyendo en la calidad de vida de los pacientes y los familiares.
En resumidas cuentas, la respuesta al estrés no tiene por qué ser causa directa del inicio, desarrollo y mantenimiento de ciertas enfermedades. Para ello debe de haber una confluencia de determinados factores, entre ellos una respuesta elevada crónica donde los niveles de cortisol permanezcan elevados a largo plazo, pues esta hormona puede afectar a la respuesta del sistema inmunitario.