¿Qué es la lobotomía y para qué se practicaba?

Este procedimiento psiquiátrico resultó en severas y desafortunadas consecuencias para muchos pacientes. Aquí te contamos todo lo que debes conocer.
¿Qué es la lobotomía y para qué se practicaba?
Sara González Juárez

Escrito y verificado por la psicóloga Sara González Juárez.

Última actualización: 10 noviembre, 2023

La lobotomía, más conocida por su representación en películas que por su historia, fue una práctica real. En su momento revolucionó el campo de la psiquiatría, pero en la actualidad está obsoleta y muy condenada.

¿Cómo pasa una operación quirúrgica de revolución a material de película de terror? Eso es lo que exploraremos aquí. No te pierdas nada, pues hay muchos factores, médicos y sociales que influyen en esta historia y todos merecen mención.

Lobotomía: la cirugía para minimizar desórdenes psiquiátricos

La lobotomía es una intervención quirúrgica que consistía en insertar un objeto punzante a través de la cuenca del ojo y producir una lesión en el lóbulo frontal. El objetivo era reducir los síntomas de determinados desórdenes psiquiátricos (esquizofrenia, depresiones o trastornos obsesivos) a expensas de una reducción de las capacidades cognitivas o cambios en la personalidad.

Este término se popularizó cuando el médico Walter Freeman importó la técnica a Estados Unidos en 1936. En realidad, la primera persona que lo practicó fue Antonio Egas Moniz, en 1935, quien lo llamó leucotomía porque inyectaba alcohol en haces de materia blanca que conectaban el lóbulo frontal con el resto del encéfalo. Moniz fue un reconocido psiquiatra y neurocirujano portugués.

Debido a esta innovación en el campo de la neurocirugía, Egas Moniz ganó el premio Nobel en 1949.


¿Cómo se practicaba la lobotomía?

Para realizar esta operación era necesario hacer dos incisiones en la cuenca del ojo, en la zona medial del párpado. A través de ellas se introducía un objeto punzante, atravesando la fina capa de hueso que separa el espacio orbital del lóbulo frontal. Una vez introducido el objeto en el tejido cerebral, se movía a ambos lados para producir la lesión y desconectar este lóbulo del resto del encéfalo.

Posteriormente, esta técnica evolucionó a lo que Walter Freeman llamó «lobotomía transorbital», que consistía en clavar un instrumento llamado orbitoclasto (similar a un picahielos) a través del espacio supraorbital del ojo y «barrer» la materia cerebral para lesionarla.

Al «simplificarla», se permitió de manera ambulante, sin anestesia general y sin un ambiente estéril, jactándose de que podía ejecutarse en menos de 10 minutos. Esta técnica despertó el rechazo de sus compañeros médicos, ya que Freeman carecía de entrenamiento en neurocirugía y los riesgos para el paciente se multiplicaban.

Consecuencias para los pacientes

El cerebro, dañado solo en puntos no vitales, arrojaba resultados favorables en los dos primeros días, pero después aparecían otros síntomas, incluso la muerte, como se detalla en este estudio de revisión compartido por Journal of Neurosurgery:

  • Epilepsia
  • Demencia
  • Abscesos cerebrales
  • Hemorragia intracraneal
  • Alteraciones en el comportamiento
  • Alteraciones de la emocionalidad y la personalidad

Destaca aquí el caso de Alice Hammatt, quien fue lobotomizada en contra de su voluntad. A pesar de mostrar signos de mejora de su depresión en los momentos inmediatamente posteriores a su operación, 6 días después evidenció dificultades en el lenguaje, desorientación y agitación. A pesar de ello, la prensa lo comunicó como un éxito absoluto.

Riesgos añadidos al procedimiento

Walter Freeman se encargó de popularizar la lobotomía transorbital por todo Estados Unidos. Como se decía antes, esta modalidad no empleaba ambiente estéril ni anestesia general, por lo que los postoperatorios eran todavía más desastrosos. Con los medios de comunicación de su parte, el showman logró un impacto significativo en la opinión pública con esta práctica.

Es importante destacar que la mayoría de los pacientes no recibían un seguimiento. Al no mostrar una sintomatología característica (o incluso mejorar de sus dolencias) en los primeros días tras la intervención, se daba por éxito absoluto y se pasaba al siguiente.

Como resultado, los psiquiátricos se llenaron de personas con graves afectaciones debido a las infecciones, lesiones cerebrales y otras consecuencias. Seres humanos incapaces de hablar, de moverse o con síntomas psicológicos relacionados con la depresión, la agitación y hasta conductas suicidas.

Desaparición de la «operación del cerebro»

Con el tiempo, los estudios sobre la eficacia de esta «operación del cerebro» revelaron las verdaderas cifras de esta práctica, que muchos calificaron como «no más sutil que un disparo en la cabeza». Se encontró una tasa de mortalidad de un 15 % y que un tercio de los pacientes lobotomizados sufrían consecuencias graves a largo plazo.

A esta progresiva revelación se unieron las representaciones de la lobotomía transorbital en los medios audiovisuales, que reflejaron la realidad de los pacientes y modificaron la opinión pública. El punto final lo dio la aparición de los psicofármacos en la década de los 50, que se convirtieron en un tratamiento mucho más efectivo para enfermedades mentales graves.



El poder de lo simple y lo cómodo

Es posible que, en los tiempos actuales, alguien se pregunte qué tenía de atractivo que a uno le clavaran un picahielos en el ojo y le rasparan el cerebro. En aquellos tiempos, aparte del estigma que llevaban a sus espaldas, los enfermos eran arrojados a psiquiátricos donde su condición, lejos de abordarse, empeoraba por los malos tratos que recibían.

Esta cirugía se presentó como la alternativa fácil, dando la impresión de que se podían vaciar los «loqueros». Los mínimos resultados favorables se tomaron como pruebas únicas y las víctimas poco podían decir en su defensa. Ayudado por los medios, Freeman logró que esta idea calara tanto en la sociedad que no fue hasta la década de los 90 que se abandonó por completo.

En la actualidad, algunos procedimientos de neurocirugía se centran en la estimulación cerebral profunda para tratar casos de depresión y trastorno obsesivo-compulsivo que no responden a tratamiento. No obstante, este tipo de intervenciones se toman con mucha mayor precaución desde la lobotomía. ¿Conocías esta historia tan a fondo?


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


  • Caruso, J. P., & Sheehan, J. P. (2017). Psychosurgery, ethics, and media: a history of Walter Freeman and the lobotomy. Neurosurgical focus43(3), E6. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28859561/
  • El-Hai, J. (2007). The Lobotomist: A Maverick Medical Genius and His Tragic Quest to Rid the World of Mental Illness. Hoboken. John Wiley & Sons, Inc.
  • Moniz, E. (1937). Prefrontal leucotomy in the treatment of mental disorders. American Journal of Psychiatry93(6), 1379-1385. https://ajp.psychiatryonline.org/doi/abs/10.1176/ajp.93.6.1379
  • Freeman, W. (1948). Transorbital leucotomy. The Lancet.
  • Sheth, S. A., & Mayberg, H. S. (2023). Deep Brain Stimulation for Obsessive-Compulsive Disorder and Depression. Annual Review of Neuroscience46. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37018916/

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.