Razonamiento motivado: un sesgo emocional
Si hay algo en lo que nos empeñamos muy a menudo es en tener razón. A veces, nuestros enfoques disponen de un claro fundamento y, como tal, tenemos pleno derecho a defenderlos con respeto. Ahora bien, en otras ocasiones, nos dejamos llevar sin saberlo por el razonamiento motivado, por ese sesgo emocional en el que los deseos, miedos o necesidades dominan nuestros argumentos.
Muchos de nosotros tendemos a creer en aquello que queremos creer. Suena a trabalenguas, es cierto, pero si lo analizamos bien, esta expresión describe comportamientos muy comunes. Esto explica, por ejemplo, situaciones tan llamativas como que grupos de fans de un artista determinado sigan defendiéndolo o admirándolo a pesar de que haya cometido un grave delito.
También que en un acto deportivo los seguidores de un equipo nieguen una falta señalada por el árbitro o el juez, a pesar de que la transgresión sea evidente. Al ser humano lo mueven sus emociones, así como sus creencias, pasiones y actitudes. No todo lo que hacemos, expresamos u opinamos está libre de prejuicios ni aún menos de sesgos que distorsionan la objetividad.
No obstante, ¿qué seríamos cada uno de nosotros sin toda esa complejidad psicológica?
Razonamiento motivado ¿en qué consiste?
Hay un fenómeno que vemos cada vez más en la actualidad. En este presente, tan nutrido por influencers y líderes de opinión (con o sin conocimientos) que inundan el mundo de Twitter y demás medios, es muy fácil que se den por válidas informaciones sin fundamento ni lógica alguna.
No importa que esté la ciencia intentando dar evidencia a un hecho en concreto. Lo que manda es el poder del like y del retweet, así como el comportamiento impulsivo que lejos de reflexionar sobre una información, la da por cierta al dejarse llevar por la emoción y no por la fiabilidad de la fuente. Lo curioso es que Max Planck ya nos advirtió sobre esto a mediados del siglo XX.
El célebre físico y matemático alemán señalaba que la verdad científica no siempre triunfa. A veces, de nada sirve convencer a las personas sobre la evidencia de algo al poner luz sobre la oscuridad. En la mente humana siempre hay barreras que edifican creencias inflexibles y emociones como la desconfianza, el miedo o incluso el orgullo que alzan barricadas ante la lógica más evidente.
Ahí están, por ejemplo, los terraplanistas y el movimiento antivacunas. El razonamiento motivado nos dice que siempre filtramos lo que vemos, lo que nos dicen o lo que nos ocurre a través de nuestras creencias, pero pocas veces desde los propios hechos. Profundicemos un poco más.
No contradigas mi visión de las cosas
Pocos sesgos emocionales yacen de manera tan profunda en la arquitectura psicológica como el razonamiento motivado. Un ejemplo: cuando vemos que alguien que nos cae mal dice o hace algo que es correcto o digno de ser reconocido, lo procesamos con escepticismo. Es más, nos diremos aquello de «se le han cruzado los cables o es quiere algo a cambio».
Si el partido político que es opuesto a nuestra ideología decide promover una ley que es beneficiosa para todos, siempre veré matices y desconfiaré. « ¿Cómo van a proponer algo bueno si llevo criticándolos toda mi vida?». Pocas veces toleramos que se contradiga nuestra visión de las cosas.
Porque en nuestro mundo (por término medio) las cosas siempre son blancas o negras y deben ajustarse al significado que damos a lo que nos rodea. Asumir este enfoque nos ahorra tiempo. Y esa pereza psicológica nos evita tener que abrir la mente para asumir otras perspectivas.
De hecho, estudios como los llevados a cabo en la Universidad de California por el doctor David López demuestran esto mismo. Cuando la información que recibimos es consistente con nuestras creencias experimentamos placer y cierta satisfacción. En cambio, cuando algo nos contradice aplicamos ese escepticismo que alza muros.
¿Qué hay detrás del razonamiento motivado?
Para nosotros, todas nuestras actitudes, elecciones y opiniones son puramente objetivas. De hecho, es común que defendamos argumentos ante otras personas creyendo que son verdades absolutas. Ahora bien, el hecho de que lo hagamos de este modo es algo normal.
El cerebro se edifica, al fin y al cabo, a través de cada experiencia, interpretación hecha, sesgo cognitivo o prejuicio que el entorno ha ido inoculando en nosotros de manera inconsciente. De este modo, y para tomar mayor conciencia del razonamiento motivado, es importante saber «de qué está hecho». Solo así podremos desactivarlo. Veámoslo a continuación:
- El lazo emocional que tienes con ciertas dimensiones. Todo lo que defendemos tiene casi siempre un sustrato emocional de base que deberíamos identificar.
- Tus creencias te definen y construyen tu identidad. Por ejemplo, si nos han educado en un entorno con comportamientos altamente machistas y patriarcales (y los hemos interiorizado dándolos por válidos) nos costará mucho creer en la igualdad de género. Es más, que una mujer tenga un cargo de poder, nos contradice y nos molesta.
- Los grupos sociales entre los que te mueves terminan modelándote. Las personas nos organizamos a menudo en grupos sociales y esos «micromundos» entre los que nos movemos también nos determinan. Casi sin darnos cuenta, asumimos ideas y esquemas de pensamiento dándolos por cierto sin reflexionar sobre ellos.
- Evitar disonancias cognitivas a toda cosa. Si hay algo que no le gusta a la mente es la información que contradice nuestras creencias. Lejos de analizar y reflexionar esos datos para ser capaces de entender otras perspectivas e incluso actualizar las nuestras, nos oponemos. Eso que desafía nuestras verdades nos genera disonancia cognitiva y para seguir aferrados a la visión que tenemos, aplicamos el razonamiento motivado con el que acabar defendiendo lo imposible con tal de continuar aferrados a nuestra posición.
Para concluir, este tipo de sesgo demuestra la importancia de hacer uso de una mentalidad abierta y flexible. Si nos permitimos relativizar y aplicar la humildad intelectual, no solo mejoraremos la convivencia, sino que también ganaremos en progreso, en civismo y en humanidad.
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- Ditto, P. H. & Lopez, D. L. (1992) Motivated skepticism: Use of differential decision criteria for preferred and nonpreferred conclusions. Journal of Personality and Social Psychology; 63: 568-584.