Si no te quieres, nadie lo hará por ti
Querernos es el punto de partida de todo bienestar emocional, pero también es lo que permite que podamos estar a gusto con los demás y que los demás lo estén con nosotros. Es imposible querer de verdad a alguien si antes no hemos pasado por un proceso de aceptación y abandonamos la costumbre de disociar de nuestras vidas las partes que no nos gustan. Piensa que si no te quieres, nadie lo hará por ti.
La autoestima es la capacidad que tenemos los seres humanos de estimarnos o querernos a pesar de todo lo negativo que tengamos o los fallos que podamos cometer.
Una persona con autoestima sana sabe que otra persona o ella misma es mucho más que sus defectos. Además es consciente de que estamos en continuo cambio y de que nos pueden colgar muy pocas etiquetas que acompañen al verbo ser, porque actuamos de muchas maneras en tiempos y contextos diferentes. Podemos, por ejemplo, decir que alguien ha actuado de forma negativa o mala, pero no podemos concluir por ello que esa persona sea mala.
Ir por el mundo colgando etiquetas es una actitud peligrosa y equivocada. Piensa que a la persona que tienes por sincera contará mentiras y a la persona que tienes por mentirosa contará verdades. La vida de una persona suele tener los suficientes días y pasar por los suficientes estados como para que esta toque los dos extremos de muchas actitudes.
Si utilizamos este sistema de etiquetado con los demás, también es probable que lo utilicemos con nosotros mismos. Así, seremos muy duros con nosotros mismos cuando no actuemos en la dirección que nos gustaría. Una severidad que nos instalará en un estado de tristeza. Cuando te pase, piensa que si no te quieres, nadie lo hará por ti.
El problema surge cuando intentamos cubrir la falta de amor propio con el amor de los demás. Cuando a causa de nuestros auto-reproches no somos capaces de ver lo bueno que tenemos y solo reaccionamos cuando nos lo señalan otros. Así, el problema se enquista cuando que estemos o no contentos con un resultado depende del reconocimiento que obtengamos de los demás; un reconocimiento que difícilmente llega porque si no te quieres, nadie lo hará por ti.
La falta de amor a uno mismo y las relaciones
¿Por qué la falta de amor propio hará que nadie me quiera? Es algo que podríamos preguntarnos. Pues bien, la respuesta no es demasiado compleja. Cuando una persona no se quiere a sí misma o se valora de forma positiva solo cuando actúa de forma correcta, sin fallar, tiende a dar el mismo trato al el resto de personas de su entorno.
Nosotros no tenemos más remedio que soportarnos, no podemos escaparnos de nuestro propio yo. Pero evidentemente, los demás no tienen por qué tolerar nuestra manera de juzgarles, nuestros celos, nuestras desvalorizaciones.
Por lo tanto, cuando este es nuestro caso y escogemos a una pareja para cubra esa necesidad de amor que tenemos y que no sabemos cubrir con nuestra estima, aparece la dependencia. La dependencia es apego hacia algo o alguien porque creo que “esa persona me hará feliz”, “esa persona completará mi vida”, “esa persona es indispensable para mi bienestar”, etc.
La dependencia o el apego emocional, lleva a la persona a comportarse con su pareja de una forma extremista. Como piensa que la necesita en su vida y que además es “poco” para ella, pone en marcha todo tipo de comportamientos extremos que al final le llevan a perderla. Justo lo que no quería. Piensa que si no te quieres es muy difícil que alguien cubra ese vacío, que no le corresponde.
Estos comportamientos, que pueden empezar muy bien, terminan por ser agobiantes, estresantes y perjudiciales para la pareja que, finalmente, tomará la decisión de dejar la relación.
¿Por dónde empezar a quererme?
La clave fundamental para conseguir este objetivo es la aceptación incondicional. Suena fácil, pero no lo es. Aceptarse incondicionalmente implica amar a nuestro ser con independencia de todo lo externo a él. El trabajo, el éxito, las relaciones, la belleza o el dinero son elementos externos.
La persona es mucho más que todo lo que posee e incluso mucho más que sus pensamientos, emociones o actuaciones.
Para aumentar el amor hacia nosotros mismos es bueno pensar, de forma totalmente real, que la perfección es un concepto diseñado por el hombre, pero que no existe ni existirá nunca. No somos perfectos, tenemos fallos y bastantes, pero también virtudes.
Además, es muy difícil que todas nuestras áreas vitales estén completas siempre. A veces, tendremos pareja, pero no trabajo; otras tendremos salud, pero no dinero. Intenta que lo que te falta no nuble la alegría por aquello que sí tienes.
¿Cómo medimos el valor de una persona? ¿Es que acaso se puede? ¿El más guapo vale más? ¿O vale más alguien con éxito profesional pero que no es guapo?
Es imposible medir a un ser humano. Simplemente, las personas somos seres, cada uno con sus capacidades, habilidades o cualidades, pero ninguno superior o inferior a otro. Somos válidos -que no valiosos- para unas cosas u otras y tenemos suficientes argumentos para querernos e incluso en nuestras manos está la posibilidad de generar aún más.
Cada día que te levantes, has de decirte a ti mismo que vas a decidir quererte a pesar de como te vaya el día, a pesar de como te vaya la vida.
Si eres capaz de lograrlo, de quererte a ti mismo a pesar de tus fallos o tus desavenencias, no necesitarás del amor “extra” que te proporcione otra persona. La elegirás, en libertad, porque quieres estar con ella, porque la vida a su lado es mejor y suma. Si te quieres, agradecerás el amor de los demás, pero no lo necesitarás.
No elegirás a tu pareja en función de una necesidad que te corresponde cubrir a ti. A su vez, esto provocará, inevitablemente, que esa persona se sienta a gusto contigo y que la relación se convierta en una fuente extra de bienestar.