Sin objetivos y sin acuerdos en terapia: ¿se puede lograr el éxito?
Sin objetivos y sin acuerdos en terapia, ¿puede existir psicoterapia? ¿Se puede lograr el éxito sin establecer objetivos concretos?
Según el psicoterapeuta Michael Broda, especialista en trabajar con personas con trastorno límite de la personalidad, después de varias estancias en el hospital, los pacientes generalmente conocen mejor que los profesionales las técnicas de terapia específicas para el trastorno límite.
Sin embargo, cuando estas técnicas tampoco sirven, se tiene que llegar a objetivos mucho más honestos con el paciente. Un simple pacto de no suicidio, implica realizar un acto terapéutico sin haber establecido objetivos y acuerdos concretos.
Una idea inconcebible para los profesionales de la psicología
La terapia no es una amistad pagada. Es un servicio profesional. Un servicio como cualquier otro. El cliente paga la cantidad acordada y el proveedor presta el servicio profesional. Estas dos cosas (y más) estarían incluidas en un consentimiento informado.
Y normalmente hay un objetivo acordado del servicio, una fecha de finalización y en muchos casos también varias sesiones acordadas. La terapia se centra en un objetivo de cambio medible, por lo que debe existir un objetivo mensurable sin importar cuál sea la condición final.
Si no hay objetivos ni acuerdos no se practica ciencia, sino una relación informal
Los psicólogos brindan un servicio en torno a sentimientos y emociones que aunque, no estén claros, se pueden identificar en gran medida.
Se puede empezar la terapia con sentimientos de una alta ansiedad y una incapacidad para realizar tareas cotidianas. Aunque la ansiedad no se pueda cuantificar exactamente, podemos establecer una serie de objetivos más o menos aproximados, para que la persona, progresivamente, vaya realizando actividades relevantes e importantes, esté menos tiempo aislado, consuma menos ansiolíticos, etc.
Sin embargo, las amistad no tienen metas. Los amigos pueden reunirse y simplemente hablar. Pueden matar el tiempo sin un objetivo final, más allá que el de compartir tiempo. Se trata de la compañía del amigo, no de lo que quieres de él.
Así, si el paciente va semana tras semana a terapia y se hace una charla básica o se desahoga, eso no es terapia. Y parte de eso lo produce el hecho de tener un objetivo claro en el que colaborar. Además, la terapia es temporal, no continúa sin final a la vista.
Incluso para aquellos clientes en terapia durante años, aún debe haber una medición regular del progreso hacia una meta específica y los objetivos pueden cambiar con el tiempo.
Sin objetivos no hay una colaboración real
La colaboración es central para construir la autonomía del cliente. De lo contrario, sin la colaboración transparente, nos quedamos con una dicotomía experto/cliente.
Los terapeutas son los expertos en psicología en la consulta y el cliente es el experto en su vida en la habitación. Los dos se encuentran en el medio y colaboran. El cliente es visto como una parte fundamental de la terapia y no como el receptor de la terapia.
No tener un objetivo en la terapia y simplemente deambular semana tras semana genera dependencia del cliente hacia el terapeuta. Simplemente, puede surgir una relación de desahogo semanal.
Las metas construyen autonomía y éxito. Cumplir metas es importante en la vida, son fundamentales para generar confianza, límites saludables, valentía y autonomía. Pero no se puede alcanzar una meta si no se ha fijado.
A veces se debe cambiar el concepto “objetivos” con determinados pacientes
Sin embargo, hay pacientes con los que no puedes hablar de objetivos y acuerdos, y necesitan ayuda psicológica urgente. El psicoterapeuta Michael Broda nos cuenta una experiencia con una paciente:
“Trabajar con pacientes límite no siempre es una de las actividades más atractivas en mi trabajo terapéutico diario. Las pruebas de relación son demasiado frecuentes. El paciente se cuestiona ideas como “¿el terapeuta realmente me apoya?”. Hay pocas oportunidades para regular las emociones excesivas que conducen al autocastigo y la autolesión. Todo esto generalmente provoca que el trabajo no sea fácil de estructurar.
Traumas, experiencias de violencia sexual, con drogas duras, miedos recurrentes y ataques de pánico así como innumerables rupturas amorosas caracterizan la biografía de muchos pacientes. A una de las pacientes con un estado mental más deteriorado le dije que quería trabajar con ella con la condición de que no intentara suicidarse hasta la próxima cita acordada o de que contactara a un terapeuta inmediatamente si fuera necesario.
Estuvo de acuerdo con el contrato de no suicidio, pero luego me dijo que pensaba que no le pasaría nada si lo rompía “con éxito”. Se sorprendió de que no formulara más condiciones, como sabía por estancias anteriores en la clínica. A partir de ahí, no paró de mejorar. Establecer pactos en los que los pacientes tienen permitido ser como quieran, sin cumplir nada y solo haciendo caso a un punto concreto señalado por el terapeuta, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte”.
Pacientes que piden ayuda, pero no aceptan la asunción de muchos objetivos o acuerdos
Detrás de las reticencias de un paciente a llevar a cabo la parte que le corresponde en un determinado plan de intervención, no siempre se encuentran la desconfianza o la provocación.
Quizás, esa persona lleva escuchando desde que era pequeño qué debía o no hacer. Las contingencias de hacer algo bajo la premisa de “es por tu bien” no le valen. No son significativas en su historia vital, más bien diríamos que le producen aversión.
Las personas no solo llegan a consulta para cambiar o desahogarse, sino que también buscan una experiencia emocional intensa que active su capacidad de volver a creer que la vida vale la pena. Y eso es un trabajo que, más que con objetivos y acuerdos, se consigue con una relación terapéutica fuerte y sana, además de un diálogo existencial sobre la identidad, el mundo y la frustración que a veces genera.
Antes de los acuerdos, los objetivos y los compromisos en terapia, en ciertos casos se puede tener unas sesiones sin acordar nada y no vas a ser menos “profesional” para ello. Simplemente, estás creando un ambiente de confianza y trabajo.
A veces, algunos pacientes solo necesitan coger algo de confianza y de fe ante un nuevo intento de engancharse a la vida; y eso no se consigue normalmente sin un plan de intervención que se adelante a las principales amenazas que pueda sufrir la relación cliente/paciente – terapeuta.
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