¿Qué es el síndrome de la mala madre?
Te invitamos a realizar una pequeña prueba. Piensa, para ti, ¿quién es una buena madre?, ¿qué atributos tiene? Probablemente hayas pensado en una mujer bondadosa, comprensiva, complaciente y sacrificada.
Quizás no hayas añadido otros elementos; una mujer feliz, satisfecha y emocionalmente saludable. Sin embargo, son precisamente estos últimos rasgos los que más benefician la crianza de los hijos.
Si tu concepto de la maternidad se parece más al de la primera opción, probablemente padezcas o llegues a padecer el síndrome de la mala madre. Este término no hace referencia al desempeño de la mujer en términos objetivos, sino al modo en que ella misma se percibe en relación al ejercicio de su rol.
Millones de madres en el mundo se sienten constantemente culpables, abrumadas y estresadas por no encajar en el molde que los demás esperan y que ellas asumen. Y esto termina teniendo un impacto negativo sobre su salud y su vida familiar. Si quieres descubrir más sobre este fenómeno, te invitamos a seguir leyendo.
¿Qué es el síndrome de la mala madre?
El síndrome de la mala madre refleja el autoconcepto negativo que la mujer tiene respecto a su rol materno y las emociones negativas que de ello se derivan. En definitiva, entra en juego cuando siente que no lo está haciendo bien, que no está a la altura y que es incapaz de alcanzar los estándares impuestos.
Este es un fenómeno de aparición relativamente reciente, ya que está estrechamente relacionado con los cambios sociales. Hace solo unas décadas la función de la mujer era primordialmente la de ser madre, educar a sus hijos, atenderlos y ocuparse del hogar. En suma, sacrificarse como individuo por el bien de la dinámica familiar.
En los últimos tiempos, y tras la incorporación femenina, al mercado del trabajo está concepción ha cambiado. Ahora una mujer debe ser exitosa en su carrera, cultivar sus amistades, mantenerse en forma, desarrollarse personalmente y cuidar su relación de pareja. Y todo esto sin renunciar a sus anteriores roles de madre abnegada y ama de casa permanente.
Este panorama resulta agotador, extenuante e inviable. Pese a que los hombres se impliquen cada vez más en la crianza y en las labores domésticas, aún continúa vigente en el imaginario colectivo una regla no escrita que indica que estas son tareas eminentemente femeninas y los varones pueden limitarse a ayudar. Esto genera una sobrecarga física y mental que a las madres les resulta, evidentemente, muy difícil de sostener.
¿Cómo saber si sufro el síndrome de la mala madre?
Si nunca habías escuchado este concepto, es probable que estés cayendo en la cuenta de que esto es precisamente lo que te sucede. A continuación, te proporcionamos algunos signos que te pueden alertar de que padeces este síndrome:
- Te preocupas constantemente por tu desempeño como madre. Tratas de mantenerte informada y te esfuerzas por mejorar cada día y, aun así, sientes que todas las decisiones que tomas son erróneas. Nunca lo haces lo suficientemente bien.
- Te sientes culpable por trabajar y dejar a tus hijos al cuidado de otras personas.
- Cuando te dedicas tiempo a ti misma, a tus amistades o a tu pareja no logras disfrutar, pues sientes que deberías estar en otro lugar: junto a tus hijos.
- El tiempo que pasas en casa lo empleas en tratar de abarcarlo todo: limpias, cocinas, organizas, cuidas y atiendes; y te resulta muy complicado pedir ayuda.
- La culpa te lleva, en ocasiones, a ir en contra de tus propios principios educativos. Para compensar a tus hijos por tus ausencias terminas siendo más permisiva de lo que te gustaría o tratar de cubrir su “carencia” con bienes materiales.
Claves para evitarlo
¿Te has sentido identificada en los anteriores puntos? Entonces, por tu bien y el de tu familia, es momento de que te detengas y realices algunos cambios de concepto. Para dejar de sufrir el síndrome de la mala madre es importante que te centres en las siguientes cuestiones:
- Sé realista. Analiza y comprende que es materialmente imposible abarcarlo todo y no has de sentirte culpable por ello. Trata de rebajar la autoexigencia hacia ti misma.
- Eres más que una madre. No hay nada de malo en querer prosperar en otros ámbitos de tu vida más allá de la maternidad; esto no es egoísta sino natural y necesario. De hecho, al hacerlo te conviertes en una mujer más feliz, saludable y satisfecha, capaz de ofrecerles a sus hijos lo mejor de ella misma y de servirles como sano ejemplo.
- Tienes derecho a delegar y a pedir ayuda, no has de poder con todo sola. Tu pareja y tú habéis de colaborar en la crianza y en el hogar de forma equitativa, repartiendo también la carga mental y no solo la física. Además, es válido contratar una niñera, apuntar a tus hijos a la escuela infantil o recibir ayuda con las tareas domésticas.
- Céntrate en cada momento. Cuando estés con tus hijos, disfruta de ellos; pero, cuando estés trabajando o realizando otras actividades, aprovéchalas también, no te castigues pensando que deberías estar en otro lugar.
- Ten claro tu estilo educativo y mantente firme. No dejes que la culpa te convierta en la madre que no deseas ser. No temas poner límites a tus hijos, no les consientas en exceso ni les sobreprotejas para compensar. Esto no les hará ningún bien.
Una madre feliz
En definitiva, liberarse del síndrome de la mala madre requiere tiempo, ya que estas creencias están bien arraigadas en la sociedad.
Puede que recibas críticas de tu entorno por ser una madre trabajadora y que cultiva otras áreas de tu vida; y es probable que tu propia voz interior te juegue malas pasadas tratando de volver a hacerte caer en el mismo juego.
No obstante, recuerda que lo estás haciendo bien, eres humana y tienes límites. Finalmente, lo que tus hijos necesitan es una madre feliz.
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