El curioso experimento de la cueva de los ladrones

El curioso experimento de la cueva de los ladrones
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 28 agosto, 2019

El experimento de la cueva de los ladrones es uno de los más clásicos en el campo de la psicología social. Se llevó a cabo en 1945 por iniciativa de Muzafer Sherif y Carolyn Sherif, profesores de la Universidad de Oklahoma (USA). Su propósito era identificar las claves que nos permitieran entender mejor los prejuicios sociales.

Todo el experimento de la cueva de los ladrones se centró en el concepto de “grupo”. Intentaban visualizar cómo se forma la percepción de pertenencia a un determinado grupo, cómo se configuran las relaciones dentro de este y cómo se relaciona un colectivo con los demás.

Los prejuicios, son creencias previas a la observación”.

-José Ingenieros-

También querían identificar de qué manera aparece o se intensifica el conflicto entre dos grupos. Cuando hay dos colectivos en los que sus integrantes han desarrollado un fuerte sentido de pertenencia al grupo, parece que al mismo tiempo se suele intensificar el rechazo a los grupos de no-pertenencia y a las características que identifican a dichos grupos. Asimismo, esto se puede revertir. Veamos cómo llevaron a cabo este interesante estudio.

El experimento de la cueva de los ladrones

Para realizar el estudio, los investigadores eligieron a 22 chicos de 11 años de edad. Todos ellos eran niños “normales”. Esto quiere decir que no tenían antecedentes de mal comportamiento, provenían de familias estables y tenían buen desempeño escolar. Todos ellos eran de clase media y ninguno sabía que formaba parte de un experimento.

Tienda de campaña simulando la cueva de los ladrones

Después de hacer la selección, los niños se dividieron de manera aleatoria en dos grupos. Después asistieron a un campamento de verano, en una zona de Oklahoma conocida como el parque estatal de la cueva de los ladrones. Los dos grupos acamparon en lugares muy distantes. Ninguno de los niños sabía que existía otro grupo.

El experimento de la cueva de los ladrones se dividió en tres fases: en la primera, los investigadores intentaron estimular el sentimiento de pertenencia al grupo. La segunda era la fase de fricción, en la que deliberadamente se generaban situaciones para crear conflicto con otro grupo. La fase final era la de integración, en la que los investigadores iban a intentar que los conflictos se resolvieran y las diferencias aparentes se acortaran

La pertenencia y el conflicto

Durante la primera semana se desarrollaron actividades para afianzar las relaciones internas en cada grupo. Los chicos hicieron caminatas juntos, fueron a la piscina en grupo y realizaron diferentes actividades recreativas. A cada grupo se le pidió que eligiera un nombre y una bandera. Uno de los grupos optó por llamarse “Águilas” y el otro “Serpientes de cascabel”.

En esta primera etapa se observó que los miembros de cada colectivo fueron identificándose con su grupo y desarrollando un fuerte sentido de pertenencia. En pocos días aparecieron jerarquías y diferentes roles internos. Los vínculos entre los miembros se estrecharon progresivamente dentro de cada campamento.

En la segunda semana se les dio a conocer la existencia del otro grupo. Desde un comienzo cada colectivo se mostró a la defensiva frente al otro. Las barreras eran evidentes. Los mismos chicos le pidieron a los investigadores que realizaran actividades de competencia entre los dos grupos. Ellos lo hicieron e incluso ofrecieron un premio al ganador, que finalmente fue el grupo “Serpientes de cascabel”.

A partir de entonces la hostilidad creció notablemente. Los roces eran frecuentes, al punto en que se negaron a comer juntos en el mismo lugar. El mutuo rechazo creció tanto que los investigadores decidieron ponerle fin a esa fase antes de lo que habían pensado, temiendo que la situación de enfrentamiento se les fuera de las manos.

Los responsables del experimento de la cueva de los ladrones comprobaron que el sentido de pertenencia y el prejuicio frente a lo ajeno van de la mano. También se dieron cuenta de lo fácil que era incrementar el sentimiento de pertenencia a un grupo y generar odio hacia otros grupos.

El poder de las metas comunes

En la fase final los investigadores idearon actividades que exigieran la cooperación de ambos grupos. Una de ellas fue la de crear un problema ficticio. Dijeron que se habían terminado las reservas de agua por culpa de unos vándalos (enemigo común). Debían solucionar el abastecimiento. Para lograrlo, ambos grupos trabajaron en conjunto.

Niños poniendo sus manos juntas

Más adelante se les dijo que les pasarían una película que les gustaba a casi todos, pero tendrían que pagar por ello. Ninguno de los grupos alcanzaba a completar la suma que les exigían y nuevamente tuvieron que cooperar para alcanzar el objetivo común.

Después de resolver varios problemas conjuntamente, la antipatía mutua fue desapareciendo. Tanto así que durante el regreso ambos grupos pidieron ir en el mismo autobús. Cuando se detuvieron a descansar, el grupo de las “Serpientes de cascabel” utilizó el dinero ganado en competencia para comprarles refrescos a los 22 niños.

Los investigadores de la cueva de los ladrones concluyeron que el establecimiento de problemas comunes y, a su vez, metas comunes era una vía para resolver conflictos entre grupos. Los investigadores postularon la “teoría del conflicto realista”. En ella señalan que la resolución conjunta de un problema común hace que los prejuicios se desvanezcan poco a poco hasta desaparecer.


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