Tipos de culpa en psicología: características e impacto emocional

La culpa es una emoción que te impulsa a actuar y a resolver algo. Si bien existen diferentes clases, la más dolorosa es la que otros proyectan en ti, a través de falsas narrativas, para hacerte daño o dominarte.
Tipos de culpa en psicología: características e impacto emocional
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 17 febrero, 2025

La culpabilidad es esa emoción que evolucionó en el ser humano junto a la autoconciencia social. Es el pinchazo interno que te alerta cuando no actúas según tus valores. Es también ese resorte que te permite analizar tu conducta para saber cómo afectan tus actos a los demás. Y es interesante saber que existen diferentes tipos de culpa identificados por la psicología y que algunos de estos actúan de manera disfuncional.

Esto lo vemos con frecuencia entre quienes han sufrido algún trauma y cargan sobre sí responsabilidades que no les pertenecen. Profundicemos un poco más en las clases de culpabilidad.

1. Culpa funcional

La culpa a veces actúa como un indefinible peso en el estómago. Es más, como bien señalan en Cognitive, Affective & Behavioral Neuroscience, se trata de una experiencia muy física y visceral. Y que sea así, no es casualidad, porque esta emoción lo que quiere de ti es que actúes, que emitas alguna conducta de reparación. 

De hecho, la culpabilidad cumple con un papel funcional y adaptativo trascendente, pues el cerebro busca que cuides de la convivencia social. Por ello, cuando se vive de manera equilibrada, la culpa nos permite aprender de nuestros errores para facilitar cambios que promuevan la cohesión social a través de la empatía.

Ejemplo: Emilio ha olvidado entregar un informe importante y su equipo sufre las consecuencias. Al darse cuenta, siente culpa, se disculpa con sus compañeros y busca soluciones para evitar que algo así vuelva a ocurrir. En este caso, la culpa cumple su función correctiva y fomenta la responsabilidad.


2. Culpa neurótica o desadaptativa

¿Alguna vez has sentido tanta culpa por algo que has derivado en un estado paralizante? En ocasiones, esta emoción puede estar reforzada por un neuroticismo tan extremo que nos sentimos responsables de situaciones que, en realidad, no nos competen. Son realidades vinculadas a la baja autoestima, el perfeccionismo extremo, la ansiedad, etc.

Ten en cuenta que la culpabilidad puede arrastrarnos por terrenos depresivos y persecutorios, debido a creencias irracionales. En estos casos, antes de empezar a acusarnos de cometer hechos de lo más sancionables, es bueno someter nuestras ideas a la «prueba de la realidad». Puede ayudar preguntarte algo como: «Esto que pienso… ¿Es verdad? ¿Es útil?».

Ejemplo: Andrea se siente culpable por no cumplir con los estudios y profesión que sus padres querían para ella. Aunque sabe que su decisión fue la correcta, no hay día que no sienta remordimientos por no seguir ese mandato familiar.

3. Culpa del superviviente

La culpa del superviviente surge cuando una persona supera una situación adversa mientras otros no lo hacen. La sensación de injusticia y autorreproche es muy devastadora. Sentirse culpable despierta el impulso de emitir conductas de compensación y reparación, pero cuando esto no puede hacerse, el dolor es más intenso.

Esta experiencia es común en quienes pasaron por accidentes, desastres naturales, guerras o enfermedades graves. La persona puede sentir que no merece seguir viviendo, hasta el punto de bordear el abismo de la depresión y caer en conductas autodestructivas. Es algo peligroso en caso de no regularse.

Ejemplo: Marcos perdió hace un año a su pareja en el descarrilamiento de un tren. Siente una intensa culpa y no hay día que no se pregunte por qué él sobrevivió y ella no. A pesar de no haber tenido control sobre lo sucedido, su mente lo atormenta con pensamientos como «no hice nada para salvarla» o «no merezco estar vivo».

4. Culpa anticipatoria

Entre los tipos de culpa que identifica la psicología, este se da cuando una persona se siente mal ante la posibilidad de tomar una decisión que podría afectar a otros. Aunque parezca algo enrevesado, se trata de una vivencia frecuente. Siempre hay actos que debemos llevar a cabo que, de un modo u otro, pueden hacer daño a terceras figuras. Y esto, sin duda, nos angustia.

El cerebro siempre imagina qué efectos y consecuencias tendrán nuestras acciones. No es raro, por tanto, que derive en procesos de culpa, malestar y tristeza, cuando ciertas resoluciones pueden tener un efecto negativo en nuestro entorno. La culpa casi siempre estará presente en muchas de nuestras ecuaciones vitales.

Ejemplo: Rebecca recibe una propuesta laboral muy interesante en Londres. Esto significaría mudarse lejos de su familia. Antes siquiera de aceptar, comienza a sentirse culpable por dejar a sus padres solos, imaginando que su ausencia les causará tristeza. Este sentimiento hace que dude o incluso rechace la oportunidad, aunque sea algo que desea.

5. Culpa existencial

Es muy posible que, entre las distintas clases de culpabilidad, esta sea la más llamativa. La culpa existencial nace de la conciencia de nuestras elecciones, la finitud de la vida y la responsabilidad sobre nuestro propio destino. Para entenderlo mejor, piensa que el ser humano experimenta esta emoción no solo por acciones concretas, sino también por cuestiones más abstractas.

Hechos como no haber aprovechado la vida como deberíamos o tomar decisiones erróneas, ocasionan siempre un notable malestar. También es común sentir culpa cuando no actuamos ante una injusticia o no respondimos en algún momento según nuestros valores e ideales.

Ejemplo: Manuel acaba de jubilarse. Ahora, echa su mirada atrás y se siente culpable por malgastar sus años en un trabajo insatisfactorio que no le hizo feliz y que, además, no sirvió para ayudar a los demás o dejar un impacto positivo en el mundo.

6. Culpa inducida o manipulada

Como describen en European Journal of Psychotraumatology, la culpa y la vergüenza son dos emociones que suelen aparecer después de un trauma. Esto es algo recurrente que se aprecia cuando estas personas van a terapia. Lo que vemos es que se trata de un tipo de culpabilidad inducida por familiares o parejas tóxicas.

Lo que hacen estas figuras es manipular a sus víctimas haciéndoles sentir esta emoción para tener control sobre ellas. Ese malestar psicológico destruye la autoestima, debilita la identidad y limita la propia capacidad de decisión.

Ejemplo: Una madre le dice a su hijo adulto: «Si te vas a vivir solo, me dejarás abandonada y me moriré de pena». Aunque el deseo de independencia del hijo es legítimo, el mensaje de su madre lo hace sentirse egoísta y culpable, llevándolo a postergar su autonomía por miedo a que esa figura materna sufra.


La culpa, una emoción persistente

Después de analizar los diferentes tipos de culpa que identifica la psicología, hay una realidad latente que vale la pena destacar. La culpabilidad es una emoción que tiende a cronificarse en nuestro universo interno. Las personas solemos pensar mucho en lo que debimos hacer y no hicimos, en las oportunidades perdidas y errores cometidos.

Si es tu caso, si lidias ahora mismo con esta experiencia, ten en cuenta un detalle. Podremos desinfectar y afrontar este sentimiento actuando, explorando mecanismos de reparación y sanando heridas, tanto ajenas como propias. Siempre que nos desenvolvamos en sintonía con los estándares y valores de la sociedad, restaremos espacios a esta realidad interna que, con frecuencia, nos instala en el territorio del malestar.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.



Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.