Tripanofobia o el miedo a las agujas
La tripanofobia o el miedo a las agujas es una fobia muy común, que también recibe otros nombres, como el de belonefobia. De hecho, algunos autores concretan más, y denominan belonefobia al miedo a las agujas y tripanofobia al miedo a las inyecciones. Pese a ello, en este artículo utilizaremos el concepto de tripanofobia para referirnos a la fobia a las agujas y a las inyecciones.
¿En qué consiste este miedo? ¿Cuáles son sus síntomas? ¿Y sus posibles causas? Responderemos a estas cuestiones y, además, hablaremos de las dos terapias psicológicas más eficaces a la hora de tratar fobias específicas.
Tripanofobia o el miedo a las agujas
La tripanofobia o el miedo a las agujas es un tipo de fobia específica (un trastorno de ansiedad). Se caracteriza, principalmente, por implicar un miedo excesivo, intenso e irracional a las agujas y a las inyecciones.
Si bien es cierto que las agujas pueden llegar a causar daño si se usan indebidamente, la realidad es que en esta fobia (como en todas las fobias específicas), el miedo es desproporcionado.
Las personas que padecen tripanofobia son incapaces de sacarse o donar sangre, hacerse un tatuaje, recibir una vacuna… O si lo hacen, lo soportan con ansiedad elevada.
Como vemos, uno de los síntomas propio de las fobias es esta interferencia en la vida diaria, o esta incapacitación. Además de ello, el miedo a las agujas también produce elevado malestar a la persona que lo padece.
Estímulo fóbico: ¿a qué se teme?
El estímulo fóbico, en toda fobia específica, es aquel que causa la ansiedad o el miedo intenso tan característico; en el caso de la tripanofobia, este se extrapola a las agujas, pero también a las jeringuillas o a la posibilidad de recibir una vacuna. También (en algunos casos), a los elementos relacionados con las agujas o jeringuillas (por ejemplo: olor a hospital, camilla, material quirúrgico, etc.).
Síntomas
Los síntomas de la tripanofobia, según criterios del DSM-5 (2014) (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), son los siguientes:
- Miedo intenso a las agujas o inyecciones.
- Evitación de las situaciones donde aparezcan estos objetos (o resistencia con elevado malestar).
- Malestar clínicamente significativo o interferencia en la vida diaria.
Podemos concretar más los síntomas de esta fobia y agruparlos en tres categorías:
- Síntomas físicos: sensación de falta de aire, náuseas, vómitos, mareos, dolor de estómago…
- Síntomas cognitivos: pensamientos catastrofistas e irracionales asociados a las agujas, pensamientos de muerte, confusión…
- Síntomas conductuales: evitación del estímulo temido (ya mencionado anteriormente).
Pero, ¿cuándo aparecen los síntomas? Básicamente cuando se piensa en agujas, cuando se visualizan o se tocan, al visitar el médico o dentista, etc. Es decir, siempre y cuando aparezca una situación (en nuestra mente o en la vida real) relacionada con agujas.
En función de la intensidad de la fobia, los síntomas aparecerán o no ante determinadas situaciones (habrá gente que tendrá síntomas solo con pensar en agujas, y otros que necesitarán que les toque la piel una aguja, por ejemplo).
Causas de la tripanofobia
Existen diferentes causas que pueden explicar la tripanofobia o el miedo a las agujas. Una de las causas más comunes es una experiencia traumática relacionada con las agujas (por ejemplo, que nos hagan daño al sacar sangre).
Esto se explica por un tipo de aprendizaje asociativo -condicionamiento clásico-, donde nuestra mente acaba asociando un estímulo con una respuesta negativa. Una de las figuras clave en este tipo de aprendizaje fue el psicólogo norteamericano John Watson; en los años 20 provocó, en un niño llamado Albert, una fobia a una rata blanca.
Sin embargo, como toda fobia, también puede adquirirse por condicionamiento vicario (por ejemplo, ver que un familiar padece tripanofobia, y que sufre mucho por ello). Finalmente, hay autores que hablan de que los seres humanos estamos biológicamente programados (o predispuestos) para desarrollar cierto tipo de fobias (sobre todo aquellas que permitieron a nuestros antepasados, sobrevivir).
Según estas teorías, desarrollamos ciertas fobias para poder manifestar la respuesta de lucha o huida, lo que nos salvaría como especie. De hecho, los miedos están latentes en zonas muy primitivas del cerebro.
Tratamiento del miedo a las agujas
Desde la psicología clínica, los dos tratamientos por excelencia (es decir, los más eficaces) a la hora de tratar las fobias específicas son, según la Guía de tratamientos psicológicos eficaces de Pérez et al. (2010) y según Caballo (2002):
La terapia por exposición
Consiste en exponer al paciente al estímulo fóbico a través de una jerarquía de ítems (es decir, progresivamente). La jerarquía la realiza el terapeuta junto al paciente.
En el caso del miedo a las agujas, se expondría a la persona al objeto fóbico en cuestión: primero pensando en las agujas, a través de imágenes y vídeos, etc., para que poco a poco pudiera acercarse a ellas, tocarlas, etc., y hasta que se le pudiera realizar una inyección, por ejemplo. El objetivo final es que la persona se enfrente a la situación sin ansiedad.
La terapia cognitiva
A través de la terapia cognitiva, y concretamente, la reestructuración cognitiva, se pretende modificar los pensamientos irracionales y catastrofistas que muestra el paciente en relación a su fobia. En el caso del miedo a las agujas, estos pueden ser del tipo: “no soportaré el dolor de la aguja”, “me van a hacer daño”, etc. Se trata de sustituir dichos pensamientos por otros más realistas y funcionales.
El miedo a las agujas y otros miedos relacionados
Con frecuencia, el miedo a las agujas se asocia también a otras fobias, tales como: la hematofobia (miedo a la sangre) o la aicmofobia (miedo a objetos punzantes). Es decir, si se padece tripanofobia, es probable que también aparezcan estos otros miedos, porque la asociación o generalización es muy sencilla.
En el caso de la hematofobia o la aicmofobia, los tratamientos psicológicos utilizados serán los mismos que en la tripanofobia, aunque adaptados a dicha fobia en concreto.
Por otro lado, aunque la terapia cognitiva y la terapia por exposición han demostrado ser las terapias más eficaces en este tipo de trastornos, existen otras alternativas que también pueden ayudarnos a combatir nuestras fobias, como por ejemplo la psicoeducación, el mindfulness, la terapia cognitivo-conductual, etc. Lo importante siempre será acudir a un profesional especialista en la materia (idealmente, un psicólogo clínico).
“A nada en la vida se le debe temer. Solo se le debe comprender”.
-Marie Curie-
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- American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana.
- Caballo (2002). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 y 2. Madrid. Siglo XXI (Capítulos 1-8, 16-18).
- Pérez, M., Fernández, J.R., Fernández, C. y Amigo, I. (2010). Guía de tratamientos psicológicos eficaces I y II:. Madrid: Pirámide.