La vida después de un ictus: nuestros guerreros anónimos

La vida después de un ictus: nuestros guerreros anónimos
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 24 mayo, 2023

Hay muchos guerreros anónimos de los que no conocemos su nombre. Personas que sobrevivieron a un ictus, seres que aunque un poco más “rotos” saben que después de ese golpe se abre una nueva etapa: la lucha cotidiana, y con ella esa recuperación que puede durar toda una vida.

Nadie sale completamente ileso de un accidente cerebrovascular. La vida no es justa, y en ocasiones, no importa que seas joven, ni que lleves unos hábitos saludables. El ictus irrumpe a traición y con violencia, fragmentándonos. Las personas que han logrado sobrevivir descubren en piel propia ese tópico que a veces decimos a la ligera de que “hay momentos que marcan un antes y un después”.

“También la herida forma parte de la vida y también la cicatriz ya curada. Nos advierten de una batalla pasada y presente, de que en cierto modo, seguimos siendo vulnerables”

-Bert Hellinger-

¿Y ahora qué? Después de este tipo de impactos de alta intensidad y a menudo, con serias secuelas, la persona está obligada a vivir un duelo. Porque hay una pérdida: la pérdida de una parte de uno mismo, de una forma de vida, de un rostro, de un cuerpo que tal vez, ya no responda de igual modo.

Son duras batallas personales que a veces, nos tocan desde muy cerca. No podemos olvidar, por ejemplo, que según nos indican los datos estadísticos los accidentes cerebrovasculares se alzan como la primer causa de muerte en las mujeres. Asimismo, el ictus sigue siendo una de las principales causas de invalidez permanente.

Quien logra sobrevivir a ello, debe atravesar una serie de etapas tan delicadas como profundas para emerger finalmente en una persona nueva. Alguien más fuerte, alguien que lucha cada día con las posibles secuelas que el destino, a veces injusto, irónico y cruel, ha querido traerle.

Hombre con la mano en la cabeza

El despertar después de un ictus

Un ictus es un problema súbito en la propia circulación sanguínea del cerebro. Puede cursar con una rotura de un vaso cerebral o una bajada en el aporte sanguíneo. Todo ello produce algo irreversible: la muerte de las células cerebrales debido a la falta de aporte de oxígeno y nutrientes.

Sabemos que la inmediatez en la atención médica es clave, tanto para la supervivencia como para paliar las posibles secuelas. No obstante, no podemos olvidar tampoco algo esencial. El impacto para las familias, amigos y personas cercanas a la persona afectada. La vida se detiene para todos. La luz se apaga y nadie sabe cuándo ni cómo va a despertar nuestro ser querido.

Esos días en cuidados intensivos son recordados por los pacientes de forma extraña, turbulenta, lejana. Perdidos en una dimensión brumosa y desconectados de la realidad, aún son ajenos a lo que realmente ha sucedido. El despertar es lento y, por supuesto, traumático. Sin embargo, hay que actuar con premura. Porque la recuperación neurológica tiene dos fases que hay que iniciar lo antes posible.

hombre-con-palomas

La primera etapa dura seis meses y el cerebro hace lo que puede. El objetivo es vital: debe restaurar las conexiones neuronales destruidas. Más tarde, vendrá la etapa rehabilitadora, donde el cerebro debe seguir asentando logros, conexiones, sensibilidades, movimientos… Se necesita de un estimulación exterior y por supuesto, de la voluntad del paciente, su ánimo y del apoyo de su círculo personal.

¿Y ahora qué? Toda una vida de recuperación y lucha

Una de las secuelas más habituales tras un ictus es la parálisis de una parte del cuerpo, la hemiplejia. Un ictus en el hemisferio derecho, por ejemplo, ocasiona hemiplejia izquierda y a la inversa. Habitualmente se debe hacer frente a diversos problemas de habla, de movilidad a una expresividad que puede quedar sensiblemente reducida. La “media sonrisa” será, en muchos casos, una compañera habitual en nuestro rostro.

Al “¿y ahora qué?” se le une a su vez un eterno “¿por qué a mí?”. El resto del mundo sigue su ritmo, incansable, mientras el nuestro va a ahora un poco más despacio e incluso desafinado.

Sin embargo, hemos de tener claro que no basta con haber sobrevivido a un ictus, lo más duro empieza cuando uno llega a casa, a su ambiente y se descubre ante el espejo en soledad. Las lágrimas caerán como piedras, pero más tarde hay que hacerlo: debemos arrinconar al miedo y salir adelante. Y lo haremos, sin duda.

ictus principal

Los especialistas en recuperación neurológica nos indican que la fuerza de voluntad no lo es todo. Queda claro que cada paciente afrontará unas secuelas más o menos graves. Sin embargo, tras un ictus se necesita toda una intervención multidisciplinar.

A la voluntad del paciente se le añaden los médicos, los terapeutas y múltiples agentes sociales. Están ahí para acompañar, rehabilitar, informar y hacer que los pacientes no se sientan solos. Que la vida sigue, que la vida les aguarda para darles nuevas oportunidades.

¿Cómo saber si estamos sufriendo un ictus?

A continuación, te señalamos la información a tener en cuenta:

  • Dolor de cabeza intenso, profundo. El más doloroso que hayamos tenido nunca.
  • Parálisis de una parte del cuerpo: brazo y pierna de un mismo lado.
  • Problemas para articular las palabras, e incluso para comprender.
  • Mareos, desequilibrios y descoordinación.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.