Quizás nunca te hayas parado a pensarlo, pero tu mente trabaja con trocitos. Recibe la realidad como si fueran piezas de rompecabezas -varias por cada sentido- y tiene que realizar el fascinante trabajo de integrarlas para formar un todo, al que nosotros llamamos realidad.
Es un trabajo constante y continuo en el que no solo hay piezas que llegan de nuestros sentidos, también se mezclan por ahí, de manera silenciosa, sentimientos, pensamientos, opiniones o recuerdos.
Los trocitos de la novela
Hace tiempo leí un delicioso cuento que empezaba así: «Me compré una novela y mi perro se comió el principio, el final y varias decenas de páginas dispersas del resto antes de que yo tuviera tiempo de empezar a leerla».
Nosotros también asistimos al mundo exterior de esta manera, como si fuera parte de una historiaa la que nuestro perro le hubiera dado unos cuantos bocados. Sin embargo, no somos conscientes de ello ya que nuestra mente une y crea allí donde no hay información, de manera que la historia tenga sentido.
No lo podemos cambiar
El cuento seguía: «No sin obligar a mi perro a que meditara sobre lo inapropiado de su conducta, enseñándole insistentemente el lugar donde figuraba el precio, me dispuse a evaluar los daños inferidos y a intentar salvar lo salvable».
Como señalábamos antes, es muy complicado hacer una evaluación de la parte de la historia que nos falta porque casi de manera automática nuestra mente se encarga de cerrar estos agujeros. Lo cierto, es que en la mayoría de las ocasiones no lo hace mal y los remiendos quedan bastante disimulados, de ahí que nos cueste tanto identificar su existencia.
Separar lo que es información de aquello que no es más que una hipótesis, más o menos probable, es una tarea voluntaria y habitualmente más costosa que la de implementar estos remiendos. Por otro lado, no olvidemos que nuestro cerebro sigue al pie de la letra la navaja de Occam y suele apostar por la hipótesis más económica para él.
¿Pasa algo porque rellenemos lo que falta?
En la mayoría de las ocasiones no. Contamos con un cerebro bastante inteligente. Por ejemplo, si nos dicen que alguien se ha levantado pronto esta mañana supondremos que no lo ha hecho después de las 10, o incluso antes.
Por otro lado, si nos cuentan que Juan ha llegado tarde al trabajo esta mañana y que también lo hizo la semana pasada y la anterior quizás pensemos que Juan es un impuntual y que quizás no se toma su trabajo en serio. El hecho de pensar que es por «esto o lo otro» es una información que se grapa al hecho y se amacena de esta manera.
Nuestra mente es lista y, en muchas ocasiones, utiliza las hipótesis que más nos convienen. Una hipótesis alternativa a los retrasos de Juan puede ser que tenga un problema que realmente le haya impedido llegar a la hora. Pero, para nosotros, esta es una hipótesis más complicada.
Nuestra mente nos protege
¿Por qué la hipótesis de que Juan tiene un problema es más complicada para nosotros que la de Juan ha perdido interés por el trabajo? Porque la primera nos obligaría a preguntar. Podemos hacerlo con Juan directamente, pero no tenemos la suficiente confianza con él para meternos en su vida.
También podemos preguntarle a alguien de su entorno, pero lo más probable es que levanten la ceja, hipoteticen que somos unos cotillas y nos den información que pueda despistarnos aún más. Por otro lado, si Juan tiene un problema y podemos ayudar, ¿no deberíamos hacerlo?
De estar tranquilamente en nuestro puesto de trabajo pasaríamos a despertar nuestra conciencia. Esta cuando despierta puede ser un verdadero engorro, porque nos e distrae con facilidad y terminaríamos obligándonos a hacer algo por el problema de Juan.
Dicho esto, nuestro cuento termina: «El desenlace de la novela me pareció especialmente afortunado: uno de los personajes más interesantes y atractivos se hacía acreedor, no sé por qué, a una acusación de homicidio, cuando era obvio que a lo largo de las páginas precedentes no había matado a nadie ni se había insinuado siquiera tal atrocidad. La policía está a punto de prenderlo cuando el inspector saca un habano y, sin que sepamos si se lo fuma o no, la novela termina».
Psicóloga General Sanitaria. Número de colegiada: R – 00714. Máster en Psicología General Sanitaria por la UNED. Especialista en Educación Emocional. Colaboradora en diferentes medios de comunicación.
Psicóloga terapeuta, docente e investigadora en centro privado a tiempo completo. Formadora en organismos públicos de La Rioja. Investigadora en la USAL. Preparadora oposiciones Fuerzas de Seguridad del Estado. Coordinadora de las Jornadas de Psicología Emocional y otras formaciones en Consejo de Juventud de Logroño. Conferenciante en Instituto Riojano de la Juventud.
Redactora y asesora de contenidos en Grupo M Contigo S.L. Profesora tutora en Máster Psicología General Sanitaria (UNIR y UNED). Profesora tutora en Grado de Psicología (UPSA).
Colaboración con TEA Ediciones en el proyecto piloto de tipificación del Cuestionario TEA para la Evaluación del TDAH y las Funciones Ejecutivas, ATENTO Colaboración con Pearson Clinical Assessment en proyecto de tipificación de Clinical Evaluation of Language Fundamentals (CELF-5) y Behavior Assessment System for Children-3 (BASC-3) Creadora de programa de fomento de la empleabilidad juvenil.
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