Yo, Cristina F: la película alemana de culto que aún sigue de moda

Con una banda sonora y aparición de David Bowie, esta película es una representación cruda de la espiral descendente de una joven en la adicción a las drogas.
Yo, Cristina F: la película alemana de culto que aún sigue de moda
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 08 octubre, 2022

Yo, Cristina F es una película dirigida por Uli Edel. Consagrada como una de las películas europeas de mayor éxito, consiguió récords de taquilla en toda Europa. Su guion está basado en la verdadera historia de Christiane Vera Felscherinow. Cristina F. (así se conoce en español); una niña adicta a la heroína y prostituta ya a la edad de 13 años.

El cameo de David Bowie actuando en la película fue una de tantas cosas que terminó por catapultar a Yo, Cristina F. como una película de culto. La mayor parte de la película está rodada en el distrito berlinés de Charlottenburg, en los alrededores del zoológico Bahnhof de Berlín.

Allí se encuentra una estación de metro, un ferrocarril, pasos subterráneos y callejones traseros. El zoológico Bahnhof fue el infame centro de mala muerte del tráfico de drogas y sexo en los años 70 del oeste de Berlín.

Durante el rodaje, para mayor autenticidad, se contrataron como extras de la estación de ferrocarril a personas verdaderamente adictas a la heroína. En la actualidad, la estación de tren Berlin Zoologischer Garten ha sido remodelada para los turistas.

Pese a ello, el cine ha hecho de esta localización un lugar eterno donde siempre vuelve a la memoria los niños adictos que perdían su inocencia y salud allí.

La Cristina F. de la vida real

La verdadera Cristina F. es Christiane Vera Felscherinow, nacida el 20 de mayo de 1962 en Hamburgo. En 1968, su familia se mudó a Berlín. Creció en un entorno muy complicado. Con un padre alcohólico y que abusa de ella en repetidas ocasiones, frente a una madre arrinconada por el miedo. El insoportable alcoholismo de su padre finalmente rompe el matrimonio y crece sola con su madre.

Ya a la edad de doce años, entró en contacto con las llamadas drogas duras y se volvió adicta a la heroína. A los catorce años, fue a la estación de tren del zoológico para prostituirse y financiar su adicción. En 1984, fue testigo en un juicio de pederastia. Al parecer un hombre daba heroína a unos cuantos menores a cambio de sexo.

Su libro autobiográfico

Intrigados por su testimonio, los periodistas de la revista alemana Stern, Kai Hermann y Horst Rieck siguen su rastro. Querían informar sobre el gran problema de drogas que estaba atacando a la población más joven en Berlín.

En este contexto, Christiane, con 16 años, accede a contar su historia. Las entrevistas grabadas dieron lugar a una autobiografía y la revista alemana Stern adelantó el primero de sus capítulos, arrasando en ventas.

El libro autobiográfico escrito por los mismos periodistas se tituló Los niños de la estación del Zoo. En España se tituló como Yo, Cristina F. Hijos de la droga. El libro fue traducido a dieciocho idiomas y se vendieron cinco millones de copias en todo el mundo. En Alemania, el libro incluso se impone como lectura obligatoria en las escuelas, como un contraejemplo.

Después del libro, la película y la fama mundial

En 1981, el director Uli Edel filmó la película basada en el libro con el título Christiane F. – Wir Kinder vom Bahnhof Zoo. En España la película llegó con el título de Yo, Cristina F. La actriz Natja Brunckhorst interpreta el papel de Cristina F. La película es un gran éxito y causa sensación a la par que una gran conmoción.

La Cristina F. de la vida real se volvió rica. Además, se convirtió en un personaje que no dejaba de aparecer en los tabloides alemanes, desde los más serios a los más sensacionalistas. Con cortos períodos de desintoxicación, siempre volvió a recaer en la droga. Hoy la verdadera Christiane F. vive en Berlín, lejos de los fantasmas del zoológico Bahnhof. Toma su dosis diaria de metadona, un sustituto de heroína.

Yo, Cristina F, la película

La película comienza retratando a Christiane como una joven adolescente normal, dada a vicios menores, como tocar discos de rock y quedarse en la calle hasta tarde. Vive en un apartamento con su madre. Le molesta la presencia regular del novio de su madre en casa.

Trata de evadirse con sus amigos de fiesta. Experimenta con alcohol y marihuana. Sin embargo, no será hasta después de un concierto de David Bowie, que inhale algo de heroína. Ella aclara que es “solo por curiosidad”, pero a Cristina F. esa sensación le da demasiado placer. Puede huir de la realidad y además le permite estar con Detlef, su jovencísimo novio enganchado ya a la heroína.

Las interpretaciones de los jóvenes son magistrales. Especialmente la de la jovencísima actriz Natja Brunckhorst, que nunca había actuado antes y nos proporciona una gran interpretación como Cristina F. Nos arrastra con ella desde su lozanía e inocencia hasta su brutal descomposición física y moral a causa de la adicción.

La escena en la que ambos jóvenes intentan pasar “el mono” encerrados en una habitación de la casa de Cristina F. es realmente impactante.

Cristina F. y su camino al infierno

Cristina F. encuentra su propio camino en el subterráneo del metro enganchada a la heroína y siendo prostituta, sin ser esclavizada por un proxeneta. La película es implacable al representar la cultura de las drogas de Berlín Occidental.

Vemos escenas como las de un drogadicto saltando sobre un retrete para sacar la aguja del brazo de Cristina y hundirla en la suya, robando su dosis. Los descubrimientos de víctimas de sobredosis muertas y los rostros pálidos y tristes de los drogadictos alineados en una estación de metro.

No podemos juzgar a esos niños y al resto de adictos de la estación. La vida les había superado. Intentan paliar el resultado de cada mala acción en lugar de reflexionar acerca de la razón que las provoca. A diferencia de otros, ellos no tendrán familia, asistencia médica ni otra vida por la que luchar.

Solo quieren permanecer en un estado de “mute” en el mundo y eso solo se lo proporciona la heroína. Sin embargo, siguen sintiendo y sufriendo. Siempre serán los niños de la estación de Zoo de Berlín, almas atrapadas en un lugar del que nadie las logró sacar. Permanecen en nuestra memoria colectiva gracias a historias y testimonios como el de Cristina F.


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