Cómo sobrevivir al pozo de la desesperación
En el pozo de la desesperación habitan la soledad, el aislamiento, el miedo, la frustración y el dolor. Es la última parada antes de llegar a la estación del pensamiento suicida, donde el tren de la mente a veces puede llevar.
Dentro del pozo, nada importa. No hay lugar para los demás: amigos o enemigos. Tú, con tus miedos e inseguridades, te has ido adentrando poco a poco en sus profundidades. Tu mente no ve la forma de salir de allí, encuentra en ese lugar oscuro la única solución a sus problemas.
¿Cómo se comporta una persona inmersa en el pozo de la desesperación?
Quienes se encuentran inmersos en esta situación no permiten que la gente les ayude. Por más que las personas de su alrededor intenten consolarlas, se resisten a ello. Creen que son una carga para los demás o que no pueden hacer nada para ayudarles.
Sienten como si se hubieran pasado de largo la línea de la salvación o de la ayuda. Puede, incluso, que miren a sus seres queridos y les brinden una falsa o tímida sonrisa para evitar que se preocupen. Se encuentran completamente aturdidos, conmocionados, y confundidos.
El pozo no permite que entre ningún haz de luz. Es el lugar donde la persona se encuentra, aparentemente, en la nada más absoluta. El fracaso y la decepción le han llevado hasta las profundidades y le han puesto cara a cara con la depresión. Sus habilidades de razonamiento se encuentran mermadas, se vuelve inflexible, se encuentra cegado.
¿Cómo salir del pozo de la desesperación?
Aceptación
En primer lugar, acepta tus emociones negativas. Míralas de frente, acógelas y escucha su mensaje. Están ahí por algún motivo. Te están mostrando las heridas que nunca sanaste, te están gritando las necesidades que nunca escuchaste. Son el último recurso de tu interior para forzarte a que te cuides, a que te ames, a que te priorices.
Si el dolor ahora es fuerte es porque cuando fue débil no recibió respuesta. Atiéndelo. Planta cara a todas las vivencias dolorosas que has experimentado. El abandono, el rechazo, la vergüenza, la culpa. Forman parte de tu historia y es necesario integrarlas y darles el lugar que les corresponde.
Es necesario comprender que el dolor no eres tú, es una situación temporal y pasajera. Recuerda que terminara, que hay una salida si te decides a atravesar el camino. Que al final del mismo te encontrarás a ti.
Cambia los hábitos mentales
Comienza a amarte por encima de todas las cosas. Seguramente llevas años olvidándote de ti, dejándote en último lugar. Eres la persona más importante de tu vida y la que más te necesita. Toma la decisión de empezar a cuidar de tu cuerpo y de tu mente. Nútrete cada día de pensamientos positivos y fuérzate a agradecer por lo que sí tienes.
La gratitud trae abundancia y el hábito de pensar en positivo nos acerca a mirar la vida con otra perspectiva. Seguramente ahora no encuentres motivos, pero búscalos. Acostumbra a tu cerebro a buscar las posibilidades y no los problemas. El patrón de pensamientos es un hábito, puede modificarse con trabajo constante.
Si nos habituamos a vivir en la oscuridad, nuestra mente se acostumbra a buscarla. Aprende a reconocerla rápidamente, comienza a sentirse cómoda allí. Es un círculo vicioso que únicamente tú puedes frenar con tu esfuerzo.
Cambiar el foco de tu atención será complicado al principio, resultara forzado y poco realista. Sin embargo es necesario buscar formas diferentes de interpretar la realidad. Es imprescindible desarrollar la capacidad de percibir lo bueno, de sumergirte en ello y de buscar más de lo mismo.
Busca ayuda
Pide ayuda. A tus seres más cercanos y a los profesionales cualificados. Hacerlo no te convierte en una persona débil sino en un ser valiente. No tienes que ser perfecto ni tener las respuestas a todo, apóyate en quienes te rodean y permítete recibir el apoyo y los recursos que necesitas.
No subestimes el poder curativo de las personas, de la amistad, del contacto humano. Contar con una red social de apoyo nos protege del estrés y nos ayuda a afrontar el dolor. Rodéate de personas con las que te sientas bien y ábrete a compartir con ellas. El aislamiento es el peor enemigo cuando nuestro interior pide a gritos ser socorrido.
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