Cuando todo nos da igual

Cuando todo nos da igual observamos la vida pasar sin sentir placer ni alegría. Caminamos desmotivados, cabizbajos y apáticos. Sin embargo, puede ser el momento ideal para dar un cambio radical: el viaje hacia el autodescubrimiento.
Cuando todo nos da igual
Francisco Javier Molas López

Escrito y verificado por el psicólogo Francisco Javier Molas López.

Última actualización: 18 abril, 2019

Cuando todo nos da igual… ¿realmente todo nos es indiferente? ¿Por dónde empezar? ¿Qué decir? Cuando todo te da igual, no piensas en nada y piensas en todo. Pero… ¿qué es pensar en nada? ¿qué es pensar en todo? ¿qué significa que todo ha dejado de importarnos? Es tan amplio el concepto que no sabemos ni qué decir, ¿verdad? Cuando le preguntamos a alguien: “pero, ¿qué es todo?“, te responden: “Pues no sé, todo“.

En ocasiones, nos encontramos en un punto de nuestra existencia en el que no sabemos qué rumbo tomar. Es frecuente estar sumergido en un estado en el que realmente todo nos da igual. Aquello que nos gustaba, nos ha dejado de agradar. Aquello que nos entretenía, ahora nos aburre. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué todo ha dejado de proporcionarnos placer?

Un vacío interior se abre en nuestra alma, ese que absorbe cada gramo de felicidad que podemos llegar a sentir en algún momento. ¿Qué sucede?

Hombre triste pensando en el suicidio

Cuando todo nos da igual

¿Qué significa sentir indiferencia por todo? O mejor dicho, ¿qué implica? Muchas veces nos sentamos en el sofá y nos limitamos a ver nuestra vida pasar como si de una película se tratase. Vamos del salón al baño y del baño al salón. Salimos a comprar y cocinamos por no morirnos de hambre. Realizamos nuestras actividades cotidianas casi por inercia, de forma automática. ¿A qué se debe esta desgana? Un estado de infelicidad que nos rodea, nos abraza y, poco a poco, nos aprieta cada vez más.

Nuestros planes se tuercen: de amistad, económicos, laborales, de vida… Oteamos el horizonte en busca de alguna luz que nos transmita esperanza, pero no parecemos encontrarla. ¿Quién ha apagado el último rayo de alegría? ¿Quién ha apagado el último faro? Desconocemos lo que está ocurriendo, pero nuestra vida parece ir cuesta abajo y sin ningún tipo posibilidad de frenar semejante bajada. Quizá en el silencio podamos comenzar a encontrar las respuestas.

“Hasta en los escasos momentos en los que no nos llegan sonidos, mensajes de texto o cualquier otra clase de información del exterior, nuestra cabeza está llena de un torrente constante de pensamientos. ¿Cuántos minutos al día dedicas a estar en silencio de verdad, si es que lo haces?”.

-Thich Nhat Hanh-

En estos momentos nos da igual que llueva, que haga sol, que el viento se lleve nuestra casa o que alguien nos suelte un sermón. Nuestra respuesta seguramente sea algo como: “ah, pues vale” y seguiremos sumergidos en nuestro mundo.

El apego por lo material y lo espiritual habrá tocado fondo. La apatía invade nuestra vida y nuestra reacción a estímulos placenteros casi ha desaparecido: la anhedonia ha llegado a nuestras vidas.

¿Qué podemos hacer cuando todo nos da igual?

Estar perdidos en mitad del mar sin ver siquiera el destello de una luz que nos ilumine el camino puede ser desesperante. Sin embargo, no todo está perdido. Cuando todo nos da igual, en muchas ocasiones, ni siquiera tenemos ganas de pedir ayuda profesional, “¿para qué? Si no tengo remedio”, pensamos. Pero no es así, tenemos más remedio del que pensamos.

La mente ha adquirido una serie de patrones de pensamiento, a lo largo de nuestro historial de aprendizaje. Esos pensamientos nos han hecho creer que la existencia es de una forma determinada. Sin embargo, de la misma forma que pensamos que la realidad es negra, también podemos verla blanca, azul, roja o del color del arco iris. Porque no existe un solo color con el que ver la existencia, todos son válidos y lo mejor es que no tenemos porqué adoptar un solo punto de vista.

Si pensamos que se trata de elegir una ideología y aferrarnos a ella, estamos muy equivocados. La vida es demasiado variopinta como para posicionarnos de un solo costado. De esta forma, solo nos estaremos limitando.

Llegados a este punto, es hora de comenzar a pensar que nuestra visión catastrofista del mundo es solo eso, nuestra visión… una creencia aprendida. ¿Y esto qué implica? Que se puede desaprender o, en su caso, aprender una nueva forma de cambiar nuestra relación con el mundo, con los demás y con nosotros mismos.

Conectar con nuestro interior

Cuando estamos perdidos y todo nos da igual, es momento de plantearnos si realmente estamos llevando la vida que nos gustaría. Así pues, es hora de sentarse, reflexionar y pensar qué queremos, qué nos motiva, qué nos mueve. Puede llevarnos horas, días, semanas, meses… Conectar con nuestro interior a través de la introspección nos ayudará a quitar todos aquellos condicionamientos que nos impiden observar nuestras auténticas motivaciones.

“El amor, la compasión y el interés por los demás son las verdaderas fuentes de felicidad”. 

-Dalai Lama-

Mujer sonriendo con los ojos cerrados pensando en las consecuencias negativas de la automatización

La atención plena es una herramienta muy poderosa que nos ayudará, sin duda, a descubrir una parte de nosotros que desconocíamos por completo. A través de la introspección, comenzaremos a dejar atrás voces ajenas que nos dicen cómo debemos ser o lo que debemos hacer. Cuando traspasamos esos límites, comenzamos a descubrir la luz que brilla en nuestro interior sin distorsiones. Sabemos, en ese momento, hasta qué punto estábamos limitados por exigencias externas.

Como afirma Su Santidad el Dalai Lama, nuestra mente consciente está relacionada tanto con los objetos de los que hemos tenido experiencia en el pasado, como con cierto tipo de sentimientos o sensaciones. En este sentido, resulta muy difícil vislumbrar la verdadera naturaleza de la conciencia, que se corresponde con el estado puro de conocimiento o total luminosidad de la mente”.

Para ello, el Dalai Lama asegura que “una de las posibles técnicas a utilizar para aprehender dicho estado es la meditación. Con esta, liberamos nuestra mente de los pensamientos de experiencias pasadas y de cualquier forma de anticipación de futuro, para permanecer en el instante presente”.

Cuando todo nos interesa

Cuando conectamos con nuestra auténtica naturaleza, comenzamos a observar nuestro al rededor de otro color. La simple hoja de un árbol nos parece una creación fascinante de la naturaleza. Centramos nuestra atención en la respiración y nos cuestionamos nuestro complejo cuerpo, lleno de elementos: músculos, huesos, arterias, neuronas, etc.

A través de la meditación, descubrimos que aquello que nos rodea es mucho más interesante de lo que pensábamos. Somos capaces de quedar fascinados viendo el simple aleteo de un pájaro. ¿Qué se esconde detrás del vuelo de un pájaro?

Como afirma el maestro budista zen Thich Nhat Hanh: el silencio interior es esencial para poder oír la llamada de la belleza y responder a ella. Si en nuestro interior no hay silencio – si nuestra mente, nuestro cuerpo, están llenos de ruido – no iremos la llamada de la belleza”. El maestro añade que nuestra mente está llena de ruido, por eso no podemos oír la llamada de la vida, la llamada del amor. Nuestro corazón nos está llamando, pero no lo oímos. No tenemos tiempo para escucharlo”.

Poco a poco, apreciaremos pequeños detalles vitales que antes nos resultaban insignificantes. De esta forma, también comenzaremos a percatarnos de aquello que realmente nos motiva. La autorrealizanción pasará a ser un factor importante.

Sabremos que ser buenas personas, dedicarnos a los demás y no hacer daño a nadie son valores tan profundos que los haremos nuestros. Con estas reseñas, nuestra vida tomará un rumbo completamente diferente. Así que recuerda, cuando todo nos da igual, es momento de moverse porque todo cambia.


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