Decisiones inconscientes: ¿son todas producto de nuestro cerebro reptiliano?

¿Cómo tomamos las decisiones que prácticamente no pensamos? ¿Existe una parte del cerebro totalmente instintiva que nos lleva a decidir sin darnos cuenta? Según la teoría del cerebro triúnico es así. ¿Quieres saber más?
Decisiones inconscientes: ¿son todas producto de nuestro cerebro reptiliano?
María Vélez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Vélez.

Escrito por María Vélez

Última actualización: 27 marzo, 2020

La teoría de los tres cerebros ha dado forma al imaginario popular sobre el funcionamiento del cerebro desde los años 60. Esta teoría, también conocida como el “Cerebro triuno” fue propuesta por el físico y neurocientífico Paul MacLean. Dicha teoría se basa en una idea: en el cerebro humano se pueden identificar “tres cerebros”, que habrían ido apareciendo en momentos evolutivos diferenciados:

  • Cerebro reptiliano (o Complejo-R). Sería la parte del cerebro más instintiva y primitiva, localizada en el tronco encefálico, diencéfalo y ganglios basales. Con ellas tomaríamos muchas de las decisiones inconscientes encaminas a satisfacer nuestras necesidades más básicas: reproducción, dominación, autodefensa, miedo, hambre, huida, etc. Además, sería el encargado de procesos automáticos, como la respiración y el ritmo cardíaco.
  • Cerebro paleomamífero o sistema límbico: Es la parte del cerebro responsable de almacenar sentimientos y experimentar emociones y, según MacLean, se observa tanto en mamíferos como en aves. Para este sistema límbico sólo existe lo binario: “agradable” o “desagradable”.
  • Cerebro neomamífero o neocórtex: Es la parte lógica y racional, así como creativa, de nuestro cerebro, propia de los mamíferos y especialmente desarrollada en la especie humana.
Cerebro representando las terapias de choque

El éxito de la teoría

La principal ventaja que tiene esta teoría es su sencillez (por no decir simplicidad). Sin embargo, esto mismo es lo que hizo que se descartara hace tiempo del ámbito académico. Actualmente, ha quedado relegada a disciplinas que no se desarrollan completamente en el ámbito de la neurociencia, como son el neuromarketing o la neuroeducación.

No obstante, esa sencillez a la hora de explicar el complejo funcionamiento del cerebro, ha servido para que se popularizara enormemente, conquistando al gran público. El problema, es que también ha permitido perpetuar una serie de ideas erróneas o neuromitos en el conocimiento popular y en las disciplinas nombradas anteriormente.

La teoría del cerebro triuno nunca se menciona en la investigación neurocientífica, [solo] es una imagen poética e intuitiva sobre el modo en que el cerebro ha evolucionado y funciona en los humanos. Es una lástima que no sea cierta, pero tampoco está del todo mal“.

-Paul King-

El cerebro reptiliano no es tan reptiliano

Según esta teoría el cerebro es como una acumulación de capas que hemos adquirido a lo largo de la evolución como especie. Sin embargo, la realidad es que el cerebro no evolucionó mediante una mejora adicional y unidireccional, como deduciríamos del modelo de MacLean. Por el contrario, todos los circuitos centrales del cerebro se han ido reorganizado con el tiempo, provocando que algunos de ellos se expandan y aumente su complejidad.

Pero es que, además, las etapas evolutivas no coinciden con las recogidas por MacLean: se aprecian estructuras similares al ‘cerebro reptiliano’ en peces y anfibios, y los propios reptiles cuentan con un sistema límbico y con equivalentes simplificados de nuestro neocórtex.

El cerebro reptiliano no es culpable de las decisiones inconscientes…

Si investigamos un poco sobre consumo y neuromarketing en la red, nos encontraremos a menudo con referencias a la teoría de MacLean. Desde ese ámbito se considera al cerebro reptiliano como el más importante en las decisiones inconscientes, como son las compras de consumidores. Sin embargo, este discurso falla al atribuir todas las decisiones inconscientes a los instintos del ‘cerebro reptiliano’, pese a que en ellos participan también estructuras del sistema límbico (como por ejemplo, la amígdala).

La realidad es que, en los humanos, las decisiones instintivas y emocionales también están poderosamente influidas por la totalidad del neocórtex. De hecho, estudios actuales, realizados con técnicas de neuroimagen, han determinado que la mayor parte de las decisiones mentales son tomadas por una red de zonas cerebrales muy distribuida.

Por ejemplo, una investigación llevada a cabo hace una década por el neurólogo John-Dylan Haynes desveló que nuestra actividad cerebral tiene lugar hasta 10 segundos antes de que los participantes del experimento fueran conscientes de sus propia decisiones. Además, lo curioso es que la mayor parte de dicha actividad recaía sobre el ‘cerebro racional’, concretamente en la corteza prefrontal y parietal. Eso significa, que las decisiones no son tan “impulsivas” o primitivas como pueden parecer.

Nuestras decisiones “inconscientes” están predeterminadas mucho tiempo antes de que nuestra propia conciencia las ponga en marcha

Hombre con gafas pensando sobre las decisiones inconscientes

… ni siquiera de las relacionadas con el consumo

Los seres humanos, como animales sociales, debemos gran parte de nuestro éxito evolutivo a que nuestra corteza cerebral se desarrolló para permitirnos relacionarnos con nuestros congéneres, a través de sentimientos de pertenencia. Así, nos socializamos a través de un comportamiento, frecuentemente inconsciente, de imitación (primer requisito para la empatía).

Así, no son nuestras motivaciones más profundas las que nos llevan a elegir determinados productos, sino que nuestro cerebro ha ido aprendiendo por imitación, o de la propia experiencia. No obstante, te dejamos una reflexión: cuando elegimos ir a tomarnos un café a una determinada franquicia o a comprar ropa en otra, ¿lo hacemos movidos por un instinto primario, como la sed o la protección ante el frío? ¿O por un impulso más complejo de pertenencia a una marca o comunidad ‘cool’?


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.