El sesgo de impacto o la imaginación crea monstruos
Un sesgo cognitivo es un error en el que nuestro cerebro incurre al procesar la información. Dicho error se debe a que, inconscientemente, tomamos atajos tomando como referencia conocimientos o experiencias adquiridas. El problema es que esos atajos no siempre nos llevan a conclusiones correctas, es decir, no siempre suponen un verdadero ahorro de energía y tiempo. Esta vez hablaremos de uno de los sesgos más frecuentes: el sesgo de impacto.
El sesgo de impacto es un error en el procesamiento de la información que lleva a suponer que las situaciones negativas serán mucho peores de lo que en realidad son. O que las positivas serán mejores de lo que efectivamente terminan siendo. En otras palabras, pensar en las situaciones futuras imaginando que pueden demandarnos más recursos de los que tenemos, cuando en realidad no es así.
Un ejemplo de esto es la visita al dentista. Es habitual que muchos pacientes, antes de pasar por consulta, imaginen que van a sufrir mucho. Afortunadamente, los medios técnicos han avanzado y esto ha hecho que una buena parte del sufrimiento que antes pasaban los pacientes en sus sillas ortopédicas haya desaparecido o disminuido de manera notable.
Sin embargo, la idea que ha permanecido en el inconsciente colectivo (la figura del dentista como torturador) puede hacer que el paciente se imagine padeciendo durante un buen rato. Sin embargo, cuando efectivamente va, es probable que nada de todo lo negativo que imaginó se produzca en realidad. En ese caso se produjo un sesgo de impacto.
“El futuro es algo que cada cual alcanza a un ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga y sea quien sea”.
-Clive Staples Lewis-
El sesgo de impacto y la conciencia
Esas previsiones del futuro , que tan frecuentemente realizamos, suelen ser poco confiables, precisamente debido al sesgo de impacto. Las personas tendemos a sobreestimar la reacción emocional que vamos a tener frente a los acontecimientos futuros, tanto en sentido positivo como en sentido negativo.
Todo esto escapa a la conciencia , porque en las proyecciones futuras que realizamos influye más el componente emocional que el producto de la lógica. Cuando miramos hacia el mañana, nuestros miedos, inseguridades o fantasías tienen mayor peso que nuestra capacidad para evaluar las variables y hacer predicciones confiables.
De hecho, no solamente imaginamos que las situaciones negativas serán peores o las positivas mejores de lo que en realidad terminan siendo, sino que también suponemos que su duración será mayor. Por ejemplo, muchos creen que si ganamos la lotería, tendremos toda una vida de plenitud. En la práctica, quienes tienen esa fortuna dejan de verla como algo excepcional no mucho después de haber sido agraciados con el golpe de suerte..
El futuro y la ansiedad
En el núcleo de la ansiedad siempre hay una expectativa negativa frente al futuro. Buena parte de la ansiedad se desata porque esperamos que algo salga mal a corto, mediano o largo plazo. Esa es precisamente la raíz de una pre-ocupación: una proyección negativa hacia lo que sucederá. Esa perspectiva hace que se siembre en nosotros una semilla de inquietud.
Pensar en el futuro nos lleva fácilmente a la llamada “rumiación”. Un constante volver sobre la misma idea, imaginando posibles desenlaces o visualizando diferentes caminos, sin que esto conduzca a la acción. Se convierte en un ejercicio mecánico ese pensar en “¿qué pasará si”… Algo que nos “neurotiza”.
Esto es algo muy diferente de la previsión. En la previsión buscamos adelantarnos a la posibilidad de que se presenten ciertas eventualidades y tomamos medidas al respecto. Nos protegemos o realizamos acciones para neutralizar las amenazas. También intentamos estar listos para las buenas oportunidades. Actuamos en función de una probabilidad real. La clave es esa: actuamos, en lugar de quedarnos pensando.
La imaginación crea monstruos
Fue el gran pintor Francisco de Goya y Lucientes quien hizo un impactante grabado al que tituló El sueño de la razón crea monstruos. En la imagen se ve a una persona recogida sobre sí misma y rodeada de seres fantasmagóricos y amenazantes. La imagen lo dice todo y corresponde a algo que la psicología detectó mucho tiempo después de elaborada la obra.
Es básicamente lo que ocurre en el sesgo de impacto, particularmente frente a las previsiones negativas. Si una persona cae en la trampa de pensar obsesivamente en los eventos negativos o en el sufrimiento que pueda experimentar en el futuro, al final terminará cargando con un dolor extra que es ajeno a la propia situación..
Hablamos de un sufrimiento generado por uno mismo en uno mismo, la mayoría de las veces de manera automática. El futuro nos asusta en alguna medida, porque es desconocido. También porque en el horizonte está la muerte.
Si nos centramos en el futuro y en las posibilidades dolorosas que en él habitan, lo más probable es que terminemos conviviendo con una cantidad insoportable de fantasmas. Sábanas con ojos que nos miran desde un punto muy particular: ese al que parecemos dirigirnos de manera inexorable.
El sesgo de impacto hace que inundemos con una fragancia trágica todas nuestras anticipaciones: una costumbre que desgasta mucho. De ahí que siempre sea mejor mirar hacia adelante, teniendo presente no tanto lo que sucederá sino nuestra capacidad -la de la sociedad, la del dentista, la de la persona que nos evalúa…- para enfrentarlo.