Extimidad, cuando la intimidad se hace pública

Vivimos en una realidad en la que la extimidad o la exhibición de lo íntimo a través de las redes es casi una necesidad. Porque si no estás ahí es que no existes y tener visibilidad en ese mundo es para algunos casi más importante que tener presencia en el mundo real.
Extimidad, cuando la intimidad se hace pública
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 10 noviembre, 2020

Vivimos una realidad en la que lo íntimo se manifiesta con frecuencia en la esfera pública. Casi sin darnos cuenta, nos hemos convertido en cotidianos voyeurs de la vida ajena, esa que queda publicada en las redes sociales de manera voluntaria. La extimidad, entendida como ese acto en que lo privado se hace público, está transformando por completo la forma de entender el mundo.

Admitámoslo, cada vez nos cuesta menos publicar ese pensamiento que acabos de tener, lo que estamos desayunando o la música que estamos escuchando ahora. Si todo el mundo lo hace ¿por qué nosotros no? Las nuevas tecnologías han construido una esfera común y compartida en la que todos somos inocentes mirones y discretos exhibicionistas.

Divulgar, compartir o publicar información privada no es solo una forma de crear comunidad con quienes también lo hacen. Hacer público lo privado nos visibiliza, nos da presencia en un escenario tecnológico y digital en el que a menudo se entiende que si no apareces, es que no existes.

La extimidad ha llegado para quedarse. Comprendamos, por tanto, en qué consiste este concepto que por curioso que nos parezca, no es precisamente nuevo.

Mano con móvil

Extimidad ¿qué es y cómo se manifiesta?

El vocablo extimidad fue acuñado por el psicoanalista francés Jacques Lacan. Para él, este concepto representaba un estado en el que el ser humano se define por disponer de ciertas áreas muy íntimas que solo adquieren sentido en el mundo externo. El inconsciente, por ejemplo, es un estado psíquico interno, pero que sin termina expresándose fuera.

Ahora bien, el psiquiatra francés Serge Tisseron tomó este término lacaniano hace unos años para aplicarlo a la actual modernidad. Extimidad a día de hoy no es un estado, es un proceso en el que las nuevas tecnologías nos impulsan a mostrar una parte de nuestra intimidad y vida psíquica a la esfera pública y, en concreto, en el mundo digital. Ahora bien, ¿quiere decir esto quizá, que nos hemos convertido de pronto en exhibicionistas?

No exactamente. No lo somos a grandes términos porque cada cual elige qué quiere mostrar y a menudo, lo que publicamos no es ni siquiera real. Somos selectos, es más, por término medio elegimos muy bien qué mostrar, cómo y cuando. No somos todo lo que se ve en redes, somos lo que elegimos que se vea.

Extimidad, un recurso para lograr conexiones genuinas

Nos gusta mirar, es cierto. Nos interesa poner la mirada en las vidas ajenas para descubrir, ver, entender, anhelar, admirar, aprender y hasta envidiar. No obstante, lo que también nos gusta es sentir emociones. La extimidad es un recurso idóneo para crear impacto emocional en quienes nos observan, en quienes ponen el ojo en la mirilla de sus pantallas para adentrarse en la otroridad, en el mundo ajeno.

Las grandes marcas, los gurús de las redes y los instagramers saben que un modo de captar seguidores es dejando entrever pequeñas intimidades. Gracias a ello, personas que no conocemos nos son de pronto cercanas al revelarnos cosas de su vida, al abrir la puerta de sus privacidades bien elegidas. De pronto, nos identificamos con esos desconocidos, nos generan empatía y estamos pendientes de sus publicaciones.

No obstante, recordemos, ese acercamiento que define a la extimidad no significa en absoluto que estemos viendo lo que es una persona con autenticidad y sinceridad, vemos más bien lo que ellas quieren representar.

Compartir lo privado para visibilizarnos y reinterpretarnos

El escenario digital, las redes, los medios de comunicación y todo lo que se contiene tras una pantalla conforma otra realidad paralela a la nuestra. El teléfono móvil, el correo electrónico, los chats, los sistemas de mensajería, las redes sociales… Todo ello traza un escenario en el que también deseamos tener presencia y para ello, debemos proyectarnos, practicar la extimidad.

Hacer público lo privado nos sitúa en ese mundo alterno donde crear un nuevo yo, donde tener presencia como casi todos los demás. Porque si no estás en ese plano es que no existes y quien más y quien menos desea formar parte de esa nueva cultura, de esa esfera que cada día tiene mayor relevancia.

Hombre mirando el móvil y los efectos de la extimidad

La extimidad y la fijación en la inmediatez

La extimidad se define a día de hoy por una característica muy particular: la inmediatez. “Desayunando con mi pareja”, “ya en el tren rumbo al trabajo”, “meditando“… Cuando uno abre su teléfono móvil, la extimidad se revela a través de lo que sucede aquí y ahora. Eso es lo que más importa. Lo pasado ayer o anteayer carece de relevancia.

En los tiempos actuales lo que la mayoría ansiamos “consumir” o ver es lo que acontece en este mismo segundo.

La extimidad robada o la intimidad que revelamos sin saber

La mayoría publicamos nuestras fotos, videos, ideas y pensamientos de manera voluntaria. Es decir, lo más común es hacer público pequeños retazos del universo privado de forma consciente, pero filtrado en todo momento. Ahora bien, en ocasiones, pasamos por alto que existe otro tipo de extimidad camuflada.

Los dispositivos electrónicos disponen de cámara y micrófono. Las aplicaciones que usamos y las redes sociales en las que nos registramos tienen algoritmos y bots que analizan cada cosa que hacemos en estos mundos digitales. Somos observados, escuchados y analizados.

Nuestra intimidad se hace pública debido al peligro inherente de una tecnología orientada a recoger la máxima información sobre nosotros y poder así venderla a grandes empresas. Lo privado no solo se hace público, sino que se mercadea con ello.

Hemos llegado a un punto en el que lo íntimo y lo público se están diluyendo en exceso y algo as, tiene sus riesgos. Tengámoslo presente, reflexionemos sobre hasta qué punto la extimidad nos beneficia o nos perjudica.

 


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  • Alain Miller, Jacques (2010) Extimidad. Paidós

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