Familia disfuncional: 9 características

Reconocer las características de una familia disfuncional no solo es útil para tratar el problema, sino que también ayuda a no reproducirlo en las siguientes generaciones.
Familia disfuncional: 9 características
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 26 septiembre, 2022

Muchos de los problemas en el mundo comienzan en una familia disfuncional. Ese entorno primario que, por aprender de él tanto y en tan poco tiempo, en muchos casos deja en nosotros la huella más honda. Puede condicionar, y mucho, el hecho de que una persona parta con ventaja o desventaja a la hora de afrontar diferentes retos vitales.

Algunas personas conforman una pareja y tienen hijos siguiendo un patrón que repiten o frente al que han sido reactivos, pero que en el fondo nunca se han cuestionado. Puede ser que quieran darle sentido a una vida que perciben sin rumbo. A veces también provienen de familias disfuncionales de las que quieren escapar, sin pagar el precio que implica la autonomía.

Sea cual fuere el caso, lo cierto es que a veces quienes conforman un hogar no están ni física, ni mental, ni emocionalmente preparados para hacerlo. Es entonces cuando se configura una familia disfuncional. Las consecuencias para cada uno de sus integrantes son impredecibles, pero casi siempre generan dificultad o imposibilidad para llevar una vida plena.

Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista”.

-Michael Levine-

1. En la familia disfuncional está presente el abuso

Hay muchos tipos y grados de disfuncionalidad en una familia. Sin embargo, aquí nos ocuparemos de la familia disfuncional que genera fuertes daños en quienes la componen. Haciendo esa salvedad, podemos decir que el primer gran rasgo de este tipo de familias es el predominio de relaciones  que, lejos de favorecer el desarrollo, lo perjudican.

Se entiende por abuso todo acto destinado a hacer daño a otra persona que está en posición de desventaja o vulnerabilidad. También se le define como una extralimitación de poder. Es decir, como el ejercicio de la autoridad sin lógica y sin moderación. El abuso puede ser físico, psicológico y/o sexual. En todos los casos genera graves consecuencias.

Niño agarrando su osito de peluche por miedo al maltrato

2. Cada miembro de la familia se siente indigno

Es muy usual que cada uno de los miembros de la familia disfuncional esté lidiando con desafíos que el propio grupo hace más difíciles. Además, en una familia con este clima es muy difícil encontrar a alguien que sea capaz de comprender o validar los sentimientos  de los demás. De hecho, es habitual que hagan todo lo contrario: despreciarlos o negarlos.

También es frecuente que cada uno se muestre intolerante con los defectos o errores de los demás. Que se critiquen mutuamente, a veces de manera muy cruel. Priman los sentimientos destructivos y por eso cada individuo siente que tiene muy poco valor.

3. Existen problemas de fondo que propician la violencia

Es bastante común que en la familia disfuncional uno o ambos padres sean adictos o que uno de ellos, o ambos, tengan algún tipo de trastorno emocional o mental. Esto lleva a que se presenten situaciones que resultan muy extrañas e incomprensibles para los hijos.

Específicamente, toda esa amalgama de problemas suele dar lugar a episodios de violencia que aterrorizan a los hijos y sumen en un conflicto crónico a los padres. Presenciar los gritos y/o los golpes o el ser víctima de ellos marca y define los resortes que dan forma al diálogo interno de cada persona. Además, un miedo impreciso se queda habitando el interior de quienes viven esto.



4. Prima lo impredecible, caótico e inseguro

Si de algo necesita un niño para crecer saludablemente es de seguridad y estabilidad. En una familia disfuncional se presenta todo lo contrario. Hoy puede que no haya graves dificultades, pero mañana no se sabe. Quizás el golpe de hoy no causó mayor daño, pero, ¿y el próximo?

Esa incertidumbre, ese caos y esa inseguridad dañan emocionalmente a las personas y, en especial, a los niños. Es muy probable que presenten fuertes rasgos de estrés en el día a día y de estrés postraumático, a medio y largo plazo. Se volverán nerviosos, susceptibles, tímidos. Temerán al mundo e incluso a sí mismos.

Niña triste

5. Te piden que no hables, no confíes y no sientas

Estos tres mandatos se encuentran con mucha frecuencia en las familias disfuncionales. El primero es que no hables, en particular, de lo que pasa en tu familia. Tampoco puedes hablar de lo que sientes, porque a nadie le importa. Ni puedes hablar de lo que pasa porque ¿quién eres para cuestionar lo que sucede?

Así mismo, se te enseña a no confiar. La familia disfuncional suele tornarse hermética, dando forma a un mundo cerrado y corrosivo que se rige por una lógica que es puro veneno. Todo lo ajeno a esa burbuja en muchos casos es visto con desconfianza. Así, si no se confía en lo que hay dentro de ese ecosistema ni en lo que hay fuera, las personas viven en un estado de tensión constante.

6. Hijos cuidadores

En muchas familias disfuncionales son los hijos los que realizan ciertas tareas de cuidados. Ya sea física (como cocinar o limpiar) o emocionalmente (dar consejos, consolar, mediar en discusiones), muchos niños asumen responsabilidades sobre los demás antes de recibir un aprendizaje sobre cómo gestionarlas en ellos mismos, con las consiguientes consecuencias en la vida adulta.

7. Ausencia de límites

Una parte muy habitual de la violencia intrafamiliar es que los límites personales de cada miembro no se respetan. Algunos ejemplos son las prohibiciones de cerrar puertas, espiar el móvil, controlar las cuentas de la pareja, prohibir salir con determinados amigos, etcétera.

Asimismo, las normas también suelen ser inexistentes, se rompen a menudo o bien son cambiantes e inconexas.

8. Peleas entre los padres

Por lo general, la mayoría de problemas suelen ocurrir entre los tutores, aunque después se involucre a los hijos o a otros familiares. Esto pasa, obviamente, en familias donde existe más de un padre o madre.

Son muchas las veces que las discusiones parentales originan las dinámicas tóxicas, pero también ocurre al contrario, pues es un ciclo sin fin. Una vez los hijos toman protagonismo (ya sea porque la discusión es acerca de ellos o porque los pequeños tratan de intervenir o reaccionan a las interminables peleas), la dinámica tóxica se expande a toda la familia.

9. Existe codependencia emocional

Lo que resulta más paradójico a ojos ajenos es, de hecho, que los miembros de la familia no son capaces de alejarse unos de otros. Esto ocurre por el mencionado clima cerrado y envenenado que se crea entre ellos, donde todos se aseguran de hacer creer a los otros que no son nada sin ellos.

De esta manera, aunque uno de los miembros reconozca y detecte estas dinámicas tan dañinas, tendrá serias dificultades para alejarse de ellas. Puede ser o bien porque se crea que no será capaz de desenvolverse con autonomía o porque tenga ataduras emocionales (como cuidar de un padre alcohólico).

Una familia disfuncional requiere de una intervención terapéutica profesional. El efecto que tiene en cada uno de los miembros no es igual. En algunos casos esa huella puede ser devastadora. En otros casos, condenar a una vida insulsa en la que prime el miedo. Lo cierto es que, de no interrumpirse la cadena, mediante la atención profesional, lo habitual es que, por inercia, se sigan repitiendo e incrementando los problemas de generación en generación.


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