El “Ghosting”: desaparecer, en vez de terminar una relación
Julia no lo puede creer. Tuvo una relación de casi un año con un hombre que parecía ser el gran amor de su vida. De repente, todo comenzó a cambiar, dice ella que “de un día para otro”. Lo cierto es que ese hombre en el que tenía puestas todas sus expectativas de pareja desapareció sin decir “esta boca es mía”. Ella todavía no sabe si esto era una manera de terminar una relación, su relación, o simplemente de tomar distancia temporalmente.
La situación es confusa para ella. Lo llamó y le escribió varios mensajes, pero él no respondió. No sabe si intentarlo de nuevo. A veces piensa que puede estar pasando por algún problema y por eso no aparece. En otras ocasiones cree que sencillamente no tuvo el valor para terminar con ella cara a cara y por eso desapareció y ahora la evade.
“Campo abandonado, fuego proclamado”.
-Anónimo-
¿Te suena familiar esa situación? Julia es un personaje ficticio, pero, seguro, todos hemos conocido alguna Julia o hemos sido ella misma en alguna ocasión. Y es que desaparecer de la relación, en lugar de terminar una relación directamente, se convirtió en una práctica frecuente. Tan común es que ya le pusieron un nombre: “Ghosting”, o convertirse en fantasma de la noche a la mañana. ¿Por qué ocurre esto?
Desaparecer, ¿una forma de terminar una relación o de perpetuar?
Se supone que entre dos adultos esto no debería pasar. Cuando comienza una relación de pareja, ambos asumen que esta continúa hasta que alguno de los dos quiera terminar. Lo razonable es que en ese momento quede marcado en el tiempo mediante una comunicación abierta, para que el otro entienda que el vínculo acabó y que ya cada uno es libre para gestionar su vida sentimental con total independencia.
Todos sabemos que terminar una relación rara vez es fácil. Ambos suelen salir lastimados, pero un poco más, generalmente, el que no toma la decisión o no la manifiesta, “el dejado” o “la dejada”. Sin embargo, por desagradable que sea ese momento, se entiende que lo mínimo que se puede hacer es comunicarle al otro que el vínculo se ha roto.
Esto, que parece tan obvio, no es claro para muchos adultos. Estos se alejan y con su alejamiento pretenden que el otro entienda que es una forma de ponerle punto final a la relación. Además para ellos es muy cómodo, ya que evita las explicaciones, las escenas y los malos ratos.
La paradoja de desaparecer
El problema está en que esta situación, por sí misma, encierra una paradoja. Al no terminar directamente, sino elegir desaparecer, este “desaparecido” también perpetúa, de una manera u otra, el vínculo con su ex. Y lo perpetúa porque el afectado tendrá algún grado de incertidumbre, que durante algún tiempo no le permitirá cerrar el tema.
El “desaparecido” finge que no lo sabe, pero vaya que sí lo sabe. Sin embargo, lo suyo es cerrar una puerta y abrir una ventana: manipular para manejar más fácilmente su propio duelo.
No terminar las relaciones complica el duelo
Por duro que sea, siempre es más sano terminar una relación directamente que dejarla en suspenso y así abrir paso a todo tipo de interpretaciones y conjeturas. Cuando sabes que perdiste a alguien, quieras o no, comienza el proceso para asumirlo. Eso implica sufrir la pérdida, llorarla y buscar una manera de reorganizar el mundo emocional.
Si la relación ha sido intrascendente, desaparecer puede ser una conclusión obvia y digerible. Pero si en la pareja han existido sentimientos intensos, planes conjuntos, expectativas formadas, la situación se torna mucho más complicada. En estos casos, desaparecer equivale a abandonar en el sentido estricto del término. Y para quien es abandonado, implica un duelo impreciso, que no estará exento de esperanzas fallidas y rabia por haber sido ignorado como parte activa de la relación.
Según Feldman, E. (2012), las personas desaparecen porque no tienen la claridad o la fortaleza para terminar terminar la relación y prefieren no enfrentarse al momento de la ruptura frente al otro. Sin embargo, resuelven el tema causándole una gran herida a la persona. Los protege a ellos mismos de sufrir su duelo, porque más bien deciden ignorarlo y seguir adelante. En el fondo, también se causan daño a sí mismos.
El Ghosting como práctica de las personas inmaduras
El “Ghosting” es una práctica propia de personas egoístas e inmaduras, que se sienten inferiores a las circunstancias. No confían en sus propios recursos. Además, probablemente, también han sido abandonados en el pasado, por eso no quieren enfrentarse al duelo. Sin embargo, al pasar por encima de los sentimientos del otro faltan sobre todo a la honestidad consigo mismos. Y esto, más temprano que tarde, minará también sus relaciones posteriores.
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