Responsabilidad afectiva: importancia y cómo desarrollarla

¿Cuántas veces hemos oído eso de «yo soy así, asúmelo»? El concepto de responsabilidad afectiva aúna un reclamo social ante las diversas situaciones de injusticia emocional a las que tanto nos hemos acostumbrado.
Responsabilidad afectiva: importancia y cómo desarrollarla
Raquel Aldana

Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.

Última actualización: 12 octubre, 2023

La responsabilidad afectiva está detrás de muchas de las peticiones que hacemos para validar nuestras necesidades. Un término que motiva la reflexión sobre cómo gestionamos nuestras relaciones sexoafectivas, sociales, familiares o laborales.

En cualquier vínculo cercano, es esencial tener en cuenta y respetar las emociones y vulnerabilidades del otro. Este tipo de responsabilidad es una combinación de empatía, conciencia y acción.

A continuación, exploraremos qué implica este concepto, cómo se manifiesta y cómo podemos practicar una mayor responsabilidad afectiva en nuestro trato con los demás.

¿Qué es la responsabilidad afectiva?

Es la capacidad de reconocer que nuestras conductas afectan las emociones de las personas con las que mantenemos una relación íntima. Es un tipo de conciencia que nos permite considerar los sentimientos del otro antes de actuar o tomar una decisión que lo afecte.

Así pues, la responsabilidad afectiva implica ser cuidadosos, precavidos y reflexivos en nuestras relaciones. Mediante ella es posible respetar los límites y los acuerdos, y proceder de manera asertiva mientras se recuerdan las emociones, vulnerabilidades y necesidades de la otra persona.

Ser responsable en el ámbito sentimental requiere de mucha atención, ya que las relaciones íntimas cambian. Las personas tienen nuevas necesidades, deseos y límites que demandan de nuestra atención, respeto y responsabilidad.

Ahora bien, la responsabilidad afectiva no solo se debe tener con los demás, también debemos tenerlas con nosotros mismos. Es nuestro deber comprender que el comportamiento de los otros nos afecta y que debemos cuidar nuestro bienestar físico y emocional.

Este concepto se mueve, entonces, entre dos polaridades: las emociones propias y las emociones ajenas; el bienestar de la otra persona y el propio. La clave de su aplicación está en el equilibrio, en cuidar y cuidarse.



¿Qué comportamientos engloba la responsabilidad afectiva?

Ella se manifiesta a través de comportamientos y actitudes concretas que demuestran consideración y cuidado hacia los sentimientos y emociones de los demás. A continuación, revisaremos varios comportamientos y actitudes que reflejan esta responsabilidad.

1. Conciencia en el vínculo afectivo

Las relaciones personales e íntimas no son una simple conexión superficial. Al contrario, son un ámbito lleno de complejidad, cambios y compromisos, donde se entrelazan emociones, experiencias, necesidades y expectativas.

Estos lazos demandan de conciencia, análisis, reflexión, atención y cuidado. Implican reconocer la experiencia emocional del otro en cada interacción con la finalidad de cuidarla y validarla. Por eso, la conciencia es esencial para ser responsables a nivel afectivo.

2. Claridad en las intenciones

La responsabilidad afectiva se observa en la honestidad y claridad con que expresamos lo que queremos y esperamos de un vínculo íntimo. La falta de claridad en las intenciones pueden generar ambigüedades y confusiones que pueden herir y ser dolorosas para la otra persona.

3. Reflexión emocional

Cuando actuamos con responsabilidad, pensamos antes de proceder. Este análisis previo a toda conducta es crucial para revisar los posibles efectos negativos o positivos que puede tener lo que haremos en la vida emocional de los otros y en la nuestra.

4. Comunicación asertiva

El diálogo respetuoso y asertivo es otra forma de ver en acción la responsabilidad afectiva. Hablar de forma abierta sobre lo que nos molesta o preocupa evita la acumulación de resentimientos y malentendidos que pueden herir a los demás. La asertividad fortalece la relación y permite abordar y resolver conflictos de manera efectiva.

5. Reconocer y respetar los límites

Cada persona tiene sus propios límites emocionales y psicológicos. Ser responsable afectivamente significa reconocer y respetar estos límites, sin intentar forzar o presionar a alguien para que actúe en contra de su bienestar.

¿Cómo se ve la irresponsabilidad afectiva?

Ella toma diferentes formas bastante conocidas hoy en día con el auge de la comunicación digital. Estas son el ghosting, el zombieing o el gaslighting.

Por un lado, el ghosting se trata de desaparecer de repente de la vida de la otra persona sin dar ninguna explicación. El zombieing representa el fenómeno de aparecer de nuevo después de haber estado ausente por mucho tiempo. Por su parte, el gaslighting consiste en cuestionar la realidad de la otra persona mientras se le hace cree algo diferente.

Veamos otras formas de falta de responsabilidad afectiva que la psicóloga Desirée Llamas describe en su libro Cuidarme bien quererte mejor (2023):

  • Usar la comparación para persuadir o dañar.
  • Imponer nuestros intereses, deseos o gustos.
  • No respetar los límites o romper los acuerdos.
  • Invalidar las emociones de la otra persona.
  • No comunicar los cambios que afectan a la relación.
  • No ser coherente con las decisiones que tomamos en la relación.
  • Responsabilizar a los demás de nuestros problemas y excusarnos en eso.
  • Intentar que los demás adivinen nuestras necesidades o deseos.

Recordemos que la responsabilidad afectiva también debe darse en un mismo. En este contexto, según Desirée Llamas, también podemos observar la irresponsabilidad a través de varias maneras:

  • Evitar la intimidad y mostrarse vulnerable.
  • Intentar «salvar» al otro de sus problemas.
  • Priorizar los deseos y necesidades de los demás.
  • Permitirlo todo porque «hay confianza» o porque «es de la familia».
  • Seguir en la misma relación porque ya llevamos mucho tiempo en ella.

Cómo ser responsables con las emociones ajenas

Es esencial adoptar hábitos que refuercen el aprecio y el respeto hacia los sentimientos de los demás. Las formas en las que se expresa tanto la responsabilidad afectiva como la irresponsabilidad nos permiten saber cómo actuar y cómo no, lo cual nos ayudará a mejorar en este sentido. Adicional a esas prácticas, veamos otras.

  1. Aumentar la inteligencia emocional: este tipo de inteligencia consiste en reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones, así como reconocer, entender e influir en las emociones de los demás. Al mejorarla, podemos interactuar de manera más empática, responsable y considerada.
  2. Practicar la empatía: debemos intentar comprender la perspectiva del otro, sus pensamientos, emociones y conductas. Asimismo, hay que imaginar cómo nos sentiríamos si estuviéramos en su posición.
  3. Buscar retroalimentación: a veces, no somos conscientes de cómo nuestras acciones afectan a los demás. Por eso, debemos pedirle retroalimentación a personas de confianza sobre cómo nos perciben y cómo nuestras acciones y palabras los afectan.
  4. Practicar la escucha activa: esto implica prestar atención, no interrumpir y hacer preguntas para asegurarse de comprender lo que la otra persona está diciendo.
  5. Autocuidado: no podemos cuidar los sentimientos de los demás si no cuidamos los nuestros. Estar en equilibrio emocional nos permitirá interactuar de manera más saludable y consciente.
  6. Evitar estar siempre a la defensiva: cuando alguien nos hable sobre cómo nuestras acciones lo afectaron, en lugar de ponernos a la defensiva, debemos escuchar y entender su perspectiva. Aceptar la retroalimentación y considerarla es esencial para nuestro crecimiento personal y para el bienestar de esa persona.

Practicar estas estrategias nos ayudará a ser más responsable en el ámbito afectivo. Además, fortalecerán nuestras relaciones y generarán un ambiente de respeto y cuidado mutuo.



El entendimiento afectivo: una obligación moral en nuestras relaciones

Hay fenómenos y momentos desafortunados en nuestras relaciones. Sin embargo, es cierto que nuestro sistema social normaliza el patrón del descuido o de no ser soporte afectivo. Así pues, por una parte, se naturaliza el descuido; mientras que, por la otra, se hace lo mismo con el maltrato de manera complementaria.

Esto nos lleva a considerar la posibilidad de que el grito a la responsabilidad afectiva sea un llamado en contra de la dominación. A pesar de los avances sociales, hay ciertas relaciones que se conforman con base en la expectativa de que una parte provea de cuidados, atención y amor y la otra parte tienda a la desatención y al libertinaje.

Recordemos que nadie nos hace felices, sino que somos o no felices en primera persona. También que el avance está en el diálogo y que la decisión de dar protagonismo a un evento vital es nuestra. Este es un mensaje que debe ir calando en la sociedad para ir modificando todo aquello que legitima comportamientos irresponsables.

Conclusión

Las personas necesitamos sentirnos escuchadas y comprendidas, por lo que es bueno desterrar de nuestro estilo comunicativo frases como «no creo que sea para tanto», «estás exagerando»,«yo soy así y me da igual cómo eso te afecte», «tienes que cambiar el chip».

Podríamos seguir enlistando este tipo frases comunes y dañinas. No obstante, basta con darnos cuenta de que, si bien casi todos hemos usado algunas de ellas a lo largo de nuestra historia, nunca está de más repasar nuestro repertorio teniendo la importancia de la responsabilidad afectiva.


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