Hacia rutas salvajes, despojándonos de lo material
¿Por qué elegir vivir como un mendigo cuando lo tienes todo? ¿Por qué renunciar a todos los lujos y comodidades para vivir como un salvaje? Quizás, sencillamente, quieres vivir, en el sentido más estricto de la palabra. Estar vivo, comer para no morir, sentirte parte de la naturaleza, olvidar lo establecido en sociedad, ser libre… Eso es lo que nos propone Hacia rutas salvajes, una película del año 2007 dirigida por Sean Penn.
La película está inspirada por la obra homónima de Jon Krakauer que, a su vez, esconde una historia real: la de Christopher McCandless. McCandless fue un joven originario de Virginia y perteneciente a una familia de clase media-alta, pasó una infancia acomodada, viviendo junto a sus padres; aunque la realidad era que, tras las apariencias de familia modelo, las discusiones eran más que frecuentes. McCandless era un joven que destacó en sus estudios desde muy temprana edad, se graduó en antropología e historia y siempre mostró un enorme gusto por la lectura.
Algunos de sus autores favoritos eran: Tolstoi y Thoureau, autores que le inspiraron y le llevaron a tomar la decisión más radical de su vida. Harto de vivir en un mundo de apariencias, de hacer siempre lo que “se suponía que debía hacer”, de vivir en un mundo absolutamente materialista y de tener que seguir las reglas, decidió dejarlo todo, donar todos sus ahorros a la caridad y emprender un viaje en solitario, sin nada más que su mochila y unas pocas pertenencias.
McCandless quería experimentar el estado de libertad absoluta, de volver a ese estado animal que ya no vemos en los hombres, de vivir siendo parte de la naturaleza. La ruta no fue fácil, pero era él quien dibujaba su propio camino.
Esta visión romántica de la vida, de la naturaleza y de nuestro lado más salvaje hizo de McCandless una especie de héroe de leyendas, una figura que alimentó el folclore popular del siglo XX estadounidense. Sin embargo, tras la leyenda, siempre hay una posible verdad algo más oscura… y a su legión de admiradores, le salió una vertiente detractora que desmitificaba a este héroe moderno y sus hazañas.
Hacia rutas salvajes nos presenta la visión más dulcificada de este personaje, como una recopilación de leyendas narradas por su hermana y por el propio McCandless. Asistimos a un viaje por inhóspitos parajes, por senderos fascinantes, pero también caemos en lo más oscuro de las grandes ciudades…
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido”.
-Henry David Thoureau-
Libertad
¿Podemos ser libres en un mundo lleno de obligaciones, de imposiciones? Podemos hablar de libertad social, política, de expresión… de una libertad que, en definitiva, está limitada. ¿Podemos hablar de libertad si existen límites?
La libertad, en su sentido más estricto, no debería estar sujeta a ninguna limitación, por tanto, el concepto de libertad que tenemos actualmente se ha ido amoldando, adaptando; cuando pensamos en libertad, pensamos en una libertad sujeta a algo, por ejemplo, la libertad social, cuyos límites vienen dados por las leyes y la moral.
McCandless sentía que nunca había sido libre, que todo lo que había hecho en su vida era lo que se esperaba de él. La sociedad nos ata, nos obliga a seguir unas normas: estudiar, trabajar, comprar una casa con el dinero que has ganado trabajando… Todo vinculado a lo material.
El título universitario más que una aventura hacia el aprendizaje es, en ocasiones, tomado como un símbolo de estatus, de poder, de “ser alguien”. A su vez, ese título nos abre las puertas a conseguir un trabajo, cuyo objetivo es obtener dinero para comprar cosas materiales que “nos harán felices”.
McCandless disfrutaba aprendiendo, disfrutaba de verdad estudiando, pero no lo veía como una meta o como un objeto que quisiera poseer, el título poco le importaba. Sin embargo, su familia lo celebraba como un gran logro, como algo a lo que todo “buen hijo” debe aspirar. Pero, para McCandless, no era más que una atadura, un impedimento hacia su búsqueda de la libertad.
Este joven decidió poner en práctica su propia utopía, renunciar a todo para ser libre, no le importaba enfrentarse a condiciones extremas, dormir en la calle o cazar para poder alimentarse. Quería ser como esos animales salvajes que viven de acuerdo a la naturaleza (y a las propias normas de la misma); quería experimentar, en definitiva, la máxima libertad. Algo que, para la mayoría de los humanos, no es más que una ensoñación, una utopía… pero para McCandless, era una meta alcanzable.
Hacia rutas salvajes, la mitificación
Como si del viaje del héroe se tratase, Hacia rutas salvajes nos muestra el camino, la evolución del personaje y la búsqueda de la libertad. Las personas que conocieron el viaje de McCandless fueron alimentando la leyenda y, poco a poco, se convirtió en mito; algo que, en nuestro tiempo, parece bastante complicado, pues las nuevas tecnologías se han apoderado de nuestras vidas, haciendo que la oralidad y las leyendas sean cosa del pasado.
Los héroes, por lo general, sienten una primera llamada para emprender el viaje, van realizando hazañas y, en algún momento, las adversidades serán tan duras que harán que el héroe se plantee abandonar. Posteriormente, ocurrirá algo (sobrenatural o no) que le hará recuperar la fe y proseguir su viaje.
McCandless se convirtió en una especie de héroe moderno con su viaje, en una figura digna de ser mitificada. Seguramente, muchas de sus hazañas fueron exageradas, distorsionadas e incluso degradadas, todo ello hizo que McCandless se convirtiese en un mito, todo el mundo había oído hablar de él y, cuando fue hallado muerto, su historia se vio reforzada. Su muerte contribuyó enormemente a la creación del mito.
La lucha por los ideales
McCandless se convirtió en utopía, en la personificación de la lucha por los ideales. Hacia rutas salvajes nos trae una esperanza, el disfrute de la naturaleza en estado puro, la superación de las adversidades y, sobre todo, un respiro. Un respiro para nuestra rutina, para nuestra monótona vida en la que eres lo que tienes, en la que lo material reina y hemos olvidado que todos somos mortales que, sencillamente, estamos viviendo.
McCandless supo captar esta esencia, vivir por vivir, nada más; disfrutar de lo que nos brinda la naturaleza, aunque esta se torne oscura y dura. En la película, la ciudad se presenta como el locus terribilis, el lugar al que no pertenece, el lugar en el que los que no quieren seguir las normas son deshechados y condenados a vivir en la más absoluta miseria.
La naturaleza, por el contrario, es el locus amoenus, el lugar idílico donde el hombre que ha renunciado a lo material no necesita nada más. En la ciudad, McCandless acude a un albergue, en busca de la comodidad de una cama que termina rechazando; pese a las duras condiciones climatológicas que le ofrece la naturaleza más salvaje, cualquier cosa es mejor que vivir en lo más oscuro de la ciudad. Porque allí no hay sitio para gente como él, no hay sitio para su utopía y todo se compra con dinero.
Y seguramente la versión que propone Hacia rutas salvajes sea edulcorada y esté pensada para seguir alimentando la figura del héroe, pero logra su cometido. Logra que despertemos un poco de ese mundo irreal del que somos esclavos, logra que queramos salir de la rutina, de la zona de confort y que, en la medida de lo posible, busquemos la libertad.
“La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar”.
-Hacia rutas salvajes-