La ilusión de transparencia: estoy mal y no te das cuenta

La ilusión de transparencia: estoy mal y no te das cuenta
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 05 noviembre, 2018

Hay muchas personas que sufren la ilusión de transparencia. Piensan que todas sus tristezas, emociones y desesperaciones son visibles a simple vista y que los demás estamos obligados a adivinarlas, a captar al segundo sus necesidades. Pero no siempre somos un libro abierto y  por tanto, si de verdad necesitamos algo no hay más opción que ser asertivos.

Puede que este fenómeno nos resulte sobradamente conocido. De hecho, la mayoría lo hemos experimentado en piel propia de muchos y variados modos. Por ejemplo, cuando hablamos en público es habitual decirnos a nosotros mismos aquello de “seguro que todos están viendo lo nervioso que estoy”, cuando en realidad, el público solo ha percibido nuestra solvencia en oratoria y nuestra seguridad.

“La ilusión de transparencia nos dice que hay personas capaces de creer que sus estados internos son evidentes para los demás, que son espejos que muestran a la perfección aquello que acontece en ser más privado…”

Aún más, hay veces en que llegamos a casa tras pasar un mal día, una jornada de esas donde la Ley de Murphy se cumple en absolutamente todos sus enunciados. Sin embargo, nuestra pareja, familia o las personas que nos envuelven no son capaces de atisbar en nosotros ni una sola marca, ni un solo matiz de ese día horrible.

No todos somos tan transparentes como creemos, es más, nuestros universos internos no son siempre pantallas de televisión ni espejos que reflejan esos caos emocionales que en ocasiones nos atenazan. Sin embargo, el que esto no sea así no debe desesperarnos ni enfadarnos. Los demás no tienen la obligación de escrutar a diario nuestros rostros para “adivinar” si estamos bien o estamos mal.

Lo ideal y saludable es que seamos capaces de comentar con naturalidad eso de “pero qué mal día he tenido hoy”. No obstante, hay personas que llegan a enfadarse, a sentirse ninguneados si los demás no son capaces de leer en ellos lo que les ocurre, de atisbar mágicamente aquello que les preocupa sin que tengan que comunicarlo…

Hombre ante el espejo que sufre la la ilusión de transparencia

La ilusión de transparencia: ¡Mira cuánto estoy sufriendo!

Carlos y Eva van a celebrar esta noche su aniversario, hace dos años que son pareja y han reservado mesa en un buen restaurante. Sin embargo, justo cuando están a punto de salir, Eva se da cuenta que Carlos lleva ya mucho tiempo en el baño arreglándose. Preocupada, llama a la puerta y le pregunta si está bien. Segundos después, él sale y le comenta que no quiere ir de cena, que no le apetece.

Eva preocupada le pregunta qué ocurre. Después de muchos titubeos y reticencias, su pareja le indica que no se siente bien, que no tiene ánimos de celebrar el aniversario porque no cree que la relación vaya bien, porque ella no se da cuenta de nada de lo que le ocurre. Eva, desconcertada, angustiada casi, le pregunta entonces qué es lo que le ocurre. “Las cosas no va bien en el trabajo.  Y es posible que me despidan, vivo una situación angustiante desde hace dos días y tú ni siquiera te has dado cuenta”.  

La respuesta de Eva tras escuchar esto es simple: “Pero, ¿y por qué no me has dicho nada?”. Esta situación, por llamativa que nos resulte es más común de lo que pensamos. Aquí no hay solo un claro problema de comunicación, hay un sesgo cognitivo muy peligroso que nos anima a creer que los demás pueden discernir nuestros estados emocionales con solo mirarnos, como si tuviésemos un radar, un detector de problemas infalible.

Chica preocupada pensando la ilusión de la transparencia

Por otro lado, siguiendo con el ejemplo tenemos a Carlos, una persona que durante varios días ha arrastrado sus preocupaciones en soledad junto a su clara ilusión de transparencia. Él tenía tan presente su angustia emocional que daba por sentado que su pareja la vería también y esto, por mucho que nos empeñemos no siempre sucede, no siempre se da.

No todas las personas damos pistas claras de lo que nos ocurre. Es más, hay quien acumula aún más tensión y angustia al percibir que los demás no se dan cuenta de lo mal que están, de no leer en sus rostros el origen de sus desdichas.

No eres un espejo, si quieres o necesitas algo aprende a comunicarlo

Sabemos que la empatía, el lenguaje no verbal o esa conexión que tenemos con las personas que amamos, nos permite advertir en los demás necesidades o realidades internas que no hace falta exponer en palabras. Ahora bien, en ocasiones, esto puede fallar y  lo hace por muy diversas razones.

Uno puede leer una emoción, pero no un problema subyacente. Uno puede preguntar “qué te ocurre” y encontrarse con un “nada”. A la ilusión de transparencia se le añade, en muchos casos, la falta de eficacia comunicativa y la inmadurez emocional. Son caballos de Troya que se instalan a menudo en las relaciones afectivas y que debemos aprender a gestionar, a manejar con solvencia y madurez.

Pareja unida

Cómo trabajar nuestra ilusión de transparencia

Es importante señalar que todos, en mayor o menor medida, podemos aplicar la ilusión de transparencia en nuestro día a día y de las más variadas formas. En lo que se refiere a las relaciones de pareja es una dinámica común porque de algún modo “necesitamos que la otra persona adivine” qué nos ocurre, qué nos falta, qué necesitamos.

Queremos una unión tan íntima que se nos olvida que el amor no da poderes psíquicos, ni mentales ni sobrenaturales. No podemos adivinar todo lo que piensa y siente la otra persona. De ahí que debamos tener en cuenta estas consideraciones.

  • No debemos asumir que la otra persona tiene la “obligación” de saber qué nos ocurre en cada momento.
  • Una relación afectiva de calidad se basa en la asertividad, en ser capaces de expresar de forma abierta qué sentimos, qué necesitamos, qué nos molesta o qué nos duele.
  • Las personas no somos tan trasparentes como creemos, ni nuestras parejas están siempre tan receptivas a intuir nuestros estados emocionales como pensamos. En ocasiones, la rutina y el trabajo hacen que no estemos tan “pendientes” pero ello no quiere decir que no nos interese o que amemos menos.
  • Toda preocupación se expresa y se comunica en el momento presente. Lo que hoy se guarda mañana se hace más grande y mucho más problemático.

Para concluir, puesto que es muy posible que estas situaciones nos resulten conocidas, no dudemos por tanto en trabajar estos aspectos y en reducir siempre que sea posible ese sesgo cognitivo tan común como es la ilusión de transparencia.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.