La desesperación, el lamento que hay tras el trastorno depresivo

Esos momentos en los que nos sentimos desesperados, angustiados por no hallar sentido a lo que nos rodea, enfadados con nosotros mismos y lo pagan los que nos rodean... Lo cierto es que tras estas realidades psicológicas tan angustiantes se esconde muy a menudo el reverso de la depresión.
La desesperación, el lamento que hay tras el trastorno depresivo
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 26 mayo, 2020

La desesperación es el eco que emerge del vacío. Es la rabia al perder la esperanza, es la tristeza transformada en ese lamento de quien cree haberlo perdido todo y ya no percibe luz en el horizonte ni significado en su presente. Pocos estados psicológicos pueden llegar a ser tan peligrosos como esa cumbre donde la persona ya no sabe qué camino tomar o qué asideros son ciertos.

Sabemos que la desesperación es una experiencia humana común. De ella han hablado a lo largo del tiempo filósofos como Søren Kierkegaard, definiéndola como falta de espíritu, de sentido y de desafío. Jean-Paul Sartre, por su parte, llegó a decir incluso que hay en esta dimensión una frustrante incapacidad para seguir adelante, así como un negativismo casi cobarde que a menudo nos inocula la propia sociedad.

Ahora bien, desde un punto de vista psicológico, nadie profundizó y desgranó tan bien en la desesperación humana como Viktor Frankl. El padre de la logoterapia y superviviente de varios campos de concentración nazis, definió este concepto mediante dos ideas muy básicas: sufrimiento y pérdida de sentido. Estas experiencias son sin duda las más desoladoras para una persona, pero aún así se puede (sobre)vivir a ellas. Todos podemos sortearlas y encarar la vida con nuevos y mejores recursos.

“Lo que solemos llamar desesperación, es solo nuestra dolorosa hambre de esperanza”.

-George Eliot-

chico que que siente la desesperación

Desesperación psicológica, una emoción angustiante

Si a cada persona de este planeta le arrebatáramos sus propósitos, la visión que tienen de ellos mismos y el significado que le dan a su propia vida, las abocaríamos a la desesperación más absoluta. Así, y aunque a menudo definamos esta dimensión como una mezcla de tristeza y falta de esperanza, cabe señalar que hay algo más profundo.

Es vacío y es también caer en un estado mental donde uno no deja de hacerse preguntas sin respuesta. Es común, de hecho, que surjan cuestiones del tipo: ¿pero qué sentido tiene esta vida? ¿Qué hago yo en este mundo? ¿Qué puedo hacer ahora en esta situación cuando nada tiene sentido? Este tipo de interrogantes no hacen más que alimentar el ciclo de la desesperación; llevando sin duda a la persona a un rincón de oscuridad psicológica donde quedar atrapada.

Desesperación alimentada por la ansiedad

Estudios, como el llevado a cabo por el doctor  Martin Bürgy, de la Universidad de Stuttgart, Alemania, nos señalan que la desesperación ha sido hasta no hace mucho un fenómeno psicopatológicamente descuidado por parte de la investigación. De algún modo, lo dejábamos a ese universo filosófico donde dar respuesta algo que se relacionaba más bien con problemas existenciales.

  • Sin embargo, la psicología cognitiva tiene claro que este concepto tiene una gran trascendencia clínica. La desesperación puede aparecer de manera puntual en nuestras vidas.
  • La podemos sentir cuando en un momento dado, todo parece ir en nuestra contra y nos sentimos temporalmente bloqueados y hasta perdidos. Ahora bien, en otros casos, la situación se complica un poco más.
  • Sucede cuando caemos en esos ciclos de pensamiento rumiante y obsesivo donde alimentar la negatividad y la indefensión. A estos pensamientos negativos se le añade un complejo entramado de emociones como la tristeza, la angustia, la rabia, la frustración…

Así, es muy común que al inicio, la desesperación aparezca como resultado de la propia ansiedad. No obstante, si esta situación se mantiene en el tiempo, la persona derivará casi inevitablemente, hacia un trastorno depresivo

Hombre con nubes en la cabeza para representar la acineptosia

La desesperación te obliga a enfrentarte a ti mismo

La desesperación llevada a su extremo, termina generando en la mente de la persona ideas extremas. La ideación suicida es el resultado de esa pérdida total de sentido y esperanza, la parte sin duda más peligrosa de estas situaciones donde es crucial disponer de ayuda psicológica.

Así, es común que la desesperación sea ese elemento casi siempre presente en la depresión mayor y hasta en el trastorno bipolar. Situaciones muy delicadas que requieren a menudo de un tratamiento farmacológico junto a la propia terapia psicológica. No obstante, tal y como hemos señalado al inicio, estas realidades pueden superarse con una ayuda especializada y con un compromiso.

Para ello, es recomendable reflexionar sobre algunas cuestiones.

La ira que habita en la desesperación nos puede ayudar

La ira sigue siendo una emoción desconocida. Es energética, poderosa, reivindicativa y transformadora si la canalizamos bien.

  • La desesperación está hecha de esa rabia de quien no le halla sentido a nada. Hay un enfado con el mundo y también con uno mismo. Y eso, aunque nos sorprenda, es bueno. Porque lo más peligroso es la apatía, el inmovilismo, no sentir nada, experimentar vacío y que todo nos dé igual.
  • En cambio, si ponemos la rabia a nuestro favor y generamos cambios, las cosas poco a poco encontrarán un nuevo equilibrio. Solo hay que encauzar la energía, de manera que el potencial positivo se termine derritiendo sobre la realidad.
  • Hombre con manos en la cabeza

Cara a cara con uno mismo para empezar de nuevo

Hay quien dice que la desesperación es la cárcel de nuestro peor ‘yo’. Es nuestro lado más oscuro, el que nos quiere débiles y perdidos. Carl Jung señalaba que el propósito de la terapia psicológica es la transformación y por encima de todo, alcanzar esa individualización donde la persona encuentre su propio sentido vital.

La desesperación nos obliga a hablar con nosotros mismos, a ver lo peor de nuestro ser. Por tanto, es obligación nuestra aceptar esa ‘sombra’ que diría Jung, para ser capaces después de trascender a ella. De alcanzar ese lado más luminoso y fuerte donde encontrar de nuevo la esperanza y la seguridad. Es un viaje no exento de dificultades, lo tenemos claro, pero es sin duda un camino que vale la pena iniciar para dejar atrás el sufrimiento.


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