La fuga de Alcatraz: suspense y libertad
En el escenario más aislado e inhóspito del mundo, el lugar en el que descansaban los criminales más peligrosos, se gestó el mito, la leyenda que posteriormente se llevaría al cine bajo el título de La fuga de Alcatraz (Don Siegel, 1979). La película se ha convertido en todo un referente del género carcelario (y con razón); lo cierto es que, cada vez que vemos un filme similar, es inevitable que nos venga a la cabeza La fuga de Alcatraz.
El ambiente frío, hostil, el encierro y, sobre todo, el asfixiante suspense la convierten en una película fascinante, que te mantiene pegado a la pantalla en todo momento. El rostro enigmático de Eastwood es otro de los grandes aciertos del filme, además de la excepcional localización y del trasfondo real de la historia. Parece que un basado en hechos reales siempre nos va a suscitar mayor interés, pero si además se trata de uno de los mitos más difundidos del siglo XX, este se incrementa.
Una prisión en una isla aseguraba a los presos su encierro, les imposibilitaba huir y, sin embargo, lo lograron. Si sobrevivieron o no es otro de los misterios que han llevado a Alcatraz a ser conocida en todo el mundo. El cine ha contribuido a mitificar esta imagen y a que el imaginario colectivo haga sus suposiciones.
Don Siegel nos brindó la película carcelaria por excelencia, llevó la angustia a las salas de cine y nos hizo empatizar con los presos que allí se encontraban y lo único que ansiaban era su libertad.
Alcatraz, tras las rejas
La isla de Alcatraz se sitúa en las proximidades de la Bahía de San Francisco (Estados Unidos), había servido como fortificación militar, pero es más conocida por haber recibido a algunos presos tan famosos como Al Capone. Tras 29 años de funcionamiento, la prisión cerró sus puertas y fue ocupada por diversas tribus nativas americanas. En la actualidad, la isla de Alcatraz es un parque nacional y lugar histórico.
Durante sus años como prisión federal, la isla disponía, además, de viviendas para los empleados y sus familias. La principal función de Alcatraz era la de retener a presos que se consideraban extremadamente peligrosos, que hubiesen causado daños en otras prisiones y cuya reinserción se considerase imposible. El lugar era casi inaccesible y garantizaba su condición de extrema seguridad, a los presos se les prohibía incluso hablar.
De alguna manera, se creó cierto halo de misterio y terror en torno a la prisión. Por un lado, albergaba a los presos más peligrosos; por otro, se escuchaban infinidad de atrocidades procedentes de Alcatraz. Los suicidios entre los presos se iban incrementando, otros como Rufe Persful llegaron a mutilarse los dedos, etc.
La mala fama acompañó a Alcatraz durante mucho tiempo, lo que ocurría tras sus rejas permanecía en absoluto silencio, pero los rumores eran cada vez más fuertes. Sin embargo, parece que hubo quienes apuntaban a que las condiciones de la prisión no eran tan malas como parecía e incluso hubo presos que solicitaron ser enviados a Alcatraz alegando que la comida era mejor que en otras prisiones. Pero la polémica jamás cesó. Juicios, suicidios.., todo parecía apuntar a que Alcatraz era un lugar en el que reinaba la hostilidad.
En los últimos años de funcionamiento, parece que algunas de las estrictas normas de la prisión fueron eliminadas o suavizadas. Hubo varios intentos de fuga durante sus años como prisión, pero hubo dos que pasaron a la historia. El primero de ellos se conoce como la Batalla de Alcatraz, que dejó un total de cinco fallecidos: dos guardias y tres reclusos, además de varios heridos. El segundo es el único intento satisfactorio: la fuga de Alcatraz el 11 de junio de 1962.
El cerebro del plan fue Frank Morris, un ladrón acusado de posesión de narcóticos y atraco a mano armada, cuyo cociente intelectual era muy superior a la media. Junto a él, lograron huir los hermanos John y Clarence Anglin; Allen West colaboró con ellos y estaba dispuesto a huir, pero debido a un problema con su conducto de ventilación, no logró escapar. El plan era absolutamente perfecto y los presos desaparecieron sin dejar rastro. El FBI los dio por muertos, pero el misterio continúa vivo a día de hoy.
Se dice que la madre de los Anglin recibía dos ramos de flores cada día de la madre, se cree que hay una fotografía que los muestra con vida. En 2013, el FBI reabrió el caso tras recibir una carta firmada por John Anglin en la que afirmaba que la fuga fue exitosa y que, en la actualidad, se encuentra enfermo. Seguramente, nunca sepamos qué ocurrió, pero esa es parte de la magia de esta historia.
¿Por qué nos atraen tanto estas historias? Porque alimentan nuestra imaginación y conectan con un sentimiento común: el deseo de ser libres. El cine puso imágenes a nuestra imaginación y nos permitió visualizar cómo fue aquella excepcional fuga. Elevando a unos presos al nivel de héroes de la sociedad por desafiar al sistema y por alcanzar aquello que todos deseamos: la libertad.
La fuga de Alcatraz, un claustrofóbico camino hacia la libertad
El filme arranca con una escena casi fantasmagórica de la isla en medio de la noche, la lluvia y la música nos mantienen en alerta. Frank Morris avanza en la oscuridad acompañado por los guardias que lo conducen a la prisión, el faro se observa en la distancia y, poco a poco, nos acercamos a la isla. Esta introducción resulta perfecta, todos los elementos se encuentran en perfecta armonía e introducen al espectador en la historia.
Frank Morris se presenta como un personaje silencioso, que apenas expresa con palabras, su rostro es frío y distante, permanece siempre imperturbable. Lo cierto es que pocos rostros podrían haber encajado mejor que el de Eastwood en el personaje. Siegel aprovecha enormemente el enigmático rostro de su protagonista, los gestos y los pequeños detalles.
La información se nos da de manera progresiva, sabemos que Morris posee una inteligencia inusual, muy superior a la media; pero no sabemos mucho más de él. La atmósfera que se crea en torno al personaje es fascinante, igualmente, el resto de reclusos y trabajadores de la prisión están perfectamente aprovechados.
La fuga de Alcatraz nos sumerge en la oscuridad de la prisión, la difícil vida de los reclusos y nos va mostrando la excepcional astucia de Morris. El gran realismo y el detalle con el que se muestran todos los pasos a seguir en el plan convierten a la película en una obra maestra, en un filme del que resulta imposible desconectar. La tensión se va incrementando hasta la culminación final.
No importa si ya sabemos la historia, no importa si ya conocemos al detalle todo el plan, la tensión se mantiene desde los primeros minutos del metraje hasta los últimos. El suspense no se genera por lo desconocido, sino por lo conocido. Sabemos el final, pero queremos ver cómo lo logran, percibimos la angustia de los personajes y sus miedos e inquietudes traspasan la pantalla. Su deseo de libertad es tan fuerte que ni siquiera el miedo a ser descubiertos o disparados podrá detenerlos, y a nosotros como espectadores, tampoco.
Finalmente, nos da un respiro, las olas del mar suponen un alivio, una pequeña esperanza y rompen esa atmósfera oscura y asfixiante del principio.
La fuga de Alcatraz nos brinda la oportunidad de adentrarnos en uno de los grandes misterios del siglo XX, dejando un final abierto como el que tuvo esta historia en la realidad, aunque con cierto aliento esperanzador. Juega con la sutileza, con el lenguaje no verbal, con la angustia y la claustrofobia que produce el encierro, pero sobre todo, con las ansias de libertad. De este modo, el filme se convierte en una auténtica lección de suspense y, en definitiva, de cine.
Al final, tan solo queda preguntarse: ¿qué es realmente la libertad? Tal vez, no lograron sobrevivir (o tal vez sí), pero sin duda, fueron libres. La muerte, en ocasiones, puede ser más liberadora que la propia vida; por eso, esta historia nos gusta tanto, porque conecta con ese sentimiento que todos los humanos poseemos y anhelamos: la libertad.