La ira, esa vieja conocida

Aunque nuestra tendencia sea buscar culpables cuando algo nos molesta, enfadarnos o no, depende de nosotros. La ira es una emoción que reside en nuestro interior.
La ira, esa vieja conocida
Francisco Javier Molas López

Escrito y verificado por el psicólogo Francisco Javier Molas López.

Última actualización: 01 febrero, 2022

La ira es esa vieja amiga, conocida por todos, capaz de transformarnos en cuestión de segundos… De ahí que afrontarla no sea tan sencillo. Algunas personas la expresan tal como la sienten, otras la reprimen o la camuflan con palabras agradables e incluso hay quien la transmuta en otro tipo de emoción más agradable… La ira es una emoción compleja que requiere una profunda revisión y reflexión interior.

Cuántos de nosotros nos hemos sorprendido levantando la voz o cuántas veces alguien ha reaccionado de forma desmesurada por algo que considerábamos una tontería. Aunque bien es cierto que en otras ocasiones, sí esperamos una reprimenda de nuestros padres, parejas, jefes o amigos por algo que hemos hecho mal. Ahora bien, ¿qué hay detrás de la ira? 

Llevo escuchando desde hace años a amigos y conocidos defender que expresar la ira es positivo, que debemos soltar todo aquello que sentimos para quedarnos tranquilos. Pero, ¿es esto así? ¿debemos soltar a la otra persona lo primero que se nos venga a la mente de cualquier forma? Para conocer mejor a esta emoción vamos a descomponerla minuciosamente porque no todo es lo que parece. Profundicemos.

¿Qué es la ira?

Por lo general, sentimos ira cuando consideramos que una u otras personas han provocado una ofensa a nuestra identidad personal de forma intencionada. Nos da la impresión de sufrir una humillación. Así, no se trata solamente de no haber conseguido algo que nos habíamos propuesto, sino que requiere la connotación de haber sufrido un insulto o injuria, o al menos sentirlo así.

También podemos experimentar ira cuando observamos injusticias sociales. Si vamos caminando por la calle y somos testigos del maltrato de un padre o una madre a su hijo, podemos sentir rabia o una gran indignación.

“Cualquiera se puede enfadar – eso es fácil, pero enfadarse con la persona adecuada, al nivel adecuado, en el punto en el tiempo adecuado, por la razón adecuada, y en la manera adecuada – eso no está dentro del poder de todos y no es fácil”.

-Aristóteles-

Pareja discutiendo como ejemplo de las conversaciones difíciles

Muchos estaréis pensando, “conozco gente que siente mucha ira cuando falla la impresora”. En este caso, aunque parezca mentira, también se da un proceso de humillación. ¿Cómo es esto? Existe gente tan negativa que gran parte de lo que ocurre en su vida lo interpreta como un ataque, venga de donde venga. Si la impresora no funciona su pensamiento podría ser algo así como “la vida se está riendo de mí, y ahora lo expresa haciendo que falle la impresora”.

De esta forma, nos percatamos de que no hace falta un agente físico y externo que nos someta a una humillación, sino que basta con que interpretemos la intencionalidad por parte de algo ajeno a nosotros para entrar en cólera. Este aspecto cobra especial importante porque nos hace poner el foco en nosotros mismos. ¿Nos molestan los demás o nos molestamos nosotros? 

Ira y ego

Cuando reaccionamos con ira, de alguna forma pretendemos salvaguardar o aumentar nuestra autoestima. Así, cuando sentimos que nuestro ego está amenazado, nuestra respuesta puede ser de enfado ante la situación.

Si reaccionamos con ira cuando alguien nos pita mientras conducimos, solemos interpretar que nos está recriminando que algo de nuestra conducta está mal. De esta forma, sentimos amenazada nuestra identidad al pensar que nuestras formas de ser y actuar son incorrectas.

Aristóteles, filósofo griego, defendía que “es una cobardía, digna solo de un esclavo, sufrir un insulto y dejar que impunemente se ataque a las personas de su cariño”. De tal afirmación se desprende una justificación bastante simple para dar rienda suelta al enfado. ¿Merece la pena reaccionar de forma airada ante un insulto? En ocasiones invertimos demasiada energía en tareas que no requieren el más mínimo esfuerzo.

En una ocasión, los discípulos de Buda se acercaron a él y, preocupados, le preguntaron: “Maestro, allá donde vamos se ríen de nosotros y nos insultan, ¿cómo es posible que no te afecte lo más mínimo? Ante esto Buda les respondió: “El insulto podrá salir de ellos, pero nunca llega a mí”. Esta valiosa enseñanza de Buda se contrapone al argumento aristotélico de la cobardía. El primero implica sufrimiento, el segundo implica paz y serenidad, ¿con cuál os quedáis?

Ira y acción

Al sentir atacada nuestra identidad personal experimentamos una gran activación fisiológica que va acompañada de una tendencia a atacar a la persona que consideremos responsable del daño. Este ataque puede ser tanto físico como verbal. La respuesta dependerá de nuestro grado de control y de interpretación de la situación.

En otras ocasiones, cuando la persona que sentimos que nos ha ofendido es nuestro jefe, la forma de expresar la ira puede ser rendir menos en nuestro puesto de trabajo. Sabemos que si respondemos con agresividad las consecuencias podrían ser peores, como por ejemplo, el despido. Así que en situaciones en las que podemos poner en peligro algún aspecto de nuestra vida optamos por tomar acciones más indirectas.

Una vez que hemos descargado todo nuestro enfado sobre alguien, una emoción que suele hacer acto de presencia es la culpa. Cuando hemos recapacitado sobre la situación, en muchas ocasiones nos sentimos culpables porque nos damos cuenta que nos hemos sobrepasado. De esta forma, la culpa actúa para hacernos recapacitar sobre si nuestra reacción ha sido la más adecuada.

Por último, mencionar a aquellas personas que siempre parecen estar enfadadas. En este caso se podría estar hablando de un rasgo de ira, es decir, han hecho de la ira una forma de vida. Sus patrones mentales se han configurado de tal forma que solo saben reaccionar de este modo. De hecho, existen diferentes cuestionarios y tests para medir la ira como el STAXI-2Español: “Inventario de Expresión de Ira Estado-Rasgo”. Este cuestionario fue inicialmente elaborado por Charles B. Spielberg y traducido al español por el equipo de Juan José Miguel Tobal.

Hombre golpeando un muro

Cómo puedo manejar la ira 

No hay nada mejor para empezar a calmar la ira que realizar unas cuantas respiraciones diafragmáticas, al mismo tiempo que reflexionar sobre si aquella persona a la que le consideramos culpable de nuestro estado realmente tenía la intención de ofendernos.

En muchas ocasiones, reaccionamos porque estamos sobresaturados de exigencias, quizás porque hemos tenido un mal día y cualquier cosas nos excita emocionalmente. Por lo tanto, comprender o al menos barajar la posibilidad de que los demás también pueden tener esos malos días, nos ayudará  a comprender sus formas de reaccionar y no tomarlas tan a pecho.

Si nuestro jefe nos habla mal por algo que hemos hecho, también le podría haber hablado del mismo modo a otro empleado, así que no debemos tomarlo como algo personal, sino como una forma de reaccionar de la otra persona y que a nosotros nos ha pillado por medio.

A pesar de parecer que los demás tienen el dominio sobre nuestros estados emocionales, el poder sobre la ira está en nuestras manos. Nosotros decidimos si nos enfadamos o no. Dejar algo tan valioso como la felicidad en manos ajenas es, sin duda, un precio demasiado alto.

Para finalizar, os invito a que os veáis como agentes activos ante una injuria y no como alguien pasivo que simplemente reacciona. El poder está en vuestras manos.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.