El mito del ave fénix o el maravilloso poder de la resiliencia

El mito del ave fénix nos sirve como metáfora terapéutica para potenciar nuestra resiliencia. Profundizamos en la historia de este mito inspirador y en las herramientas para desarrollar esta competencia de vida. 
El mito del ave fénix o el maravilloso poder de la resiliencia
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 31 mayo, 2023

Carl Gustav Jung explica en su libro Símbolos de transformación (1912), que el ser humano y el ave fénix tienen muchas similitudes. Esa emblemática criatura de fuego capaz de elevarse de manera majestuosa, a partir de las cenizas de su propia destrucción, simboliza también el poder de la resiliencia. Es decir, de esa capacidad inigualable, desde la cual, podemos renovarnos como seres más fuertes y luminosos, luego de pasar diversas dificultades.

Si hay un mito que ha nutrido buena parte de las doctrinas, culturas y raíces legendarias, es sin duda, la presencia de esta figura emplumada. Se decía de él que sus lágrimas eran curativas, que tenía una gran resistencia física, control sobre el fuego y la capacidad de ofrecer esperanza a quien lo observara.

Para Jung, fue uno de los arquetipos más poderosos. Representaba tanto la creación, como la destrucción, la vida y también la muerte. El fénix, para la psicología, es una bella metáfora terapéutica. Nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una oportunidad para renacer y, ese proceso de transformación, puede ser muy bello. 

«Una llama debe arder en alguna parte, de lo contrario no brilla ninguna luz; no hay calor, nada»

~ Carl Jung ~

El ave fénix a través de la historia

El mito del pájaro que se renueva a sí mismo, a través de las cenizas, forma parte de nuestro imaginario colectivo. Podríamos decir que esa imagen está enraizada en buena parte de diversas culturas. Uno de los libros más destacados para conocer la historia de este ser fantástico, lo encontramos en The Phoenix: An Unnatural Biography of a Mythical Beast, del experto en criaturas míticas, Joseph Nigg.

El ave fénix es el ícono supremo de la esperanza y el renacimiento, y sus orígenes datan del antiguo Egipto y de Arabia. Se dice que los romanos veneraban esta figura y que, por ello, sus monedas mostraban la cabeza del emperador, por un lado, y de este pájaro, por el otro. Era la representación de la propia Roma, siempre invencible y eterna.

Analicemos algunas pinceladas más de la historia que erigieron a este ser mítico.



El ave fénix en Egipto

Ovidio explicaba en sus textos que, en Egipto, el ave fénix moría y renacía una vez cada 500 años. Para los egipcios, tal y como señala un estudio de la revista ISLE : Interdisciplinary Studies in Literature and Environment, era una garza majestuosa llamada Bennu.

Se trataba de un ave asociada a las crecidas del Nilo, al sol y a la muerte y que, según explicaban, había nacido bajo el árbol del bien y del mal. Esta criatura fantástica entendía que era necesario renovarse cada cierto tiempo para adquirir mayor sabiduría y para ello, seguía un proceso muy meticuloso.

Volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos: ramas de canela y de roble, nardos y mirra. Después,  ya acomodado en su nido, entonaba una de las melodías más bellas que los egipcios habían escuchado jamás, para luego, dejar que las llamas lo consumieran por completo.

Tres días más tarde, el ave fénix renacía lleno de fuerza y poder. A continuación, tomaba su nido y lo dejaba en Heliópolis, en el templo del Sol, para iniciar así un nuevo ciclo con el que ofrecer inspiración al pueblo de Egipto.

La figura del ave fénix fue también un emblema del triunfo sobre la adversidad, durante la reconstrucción de las torres gemelas de Nueva York, tras los ataques terroristas del 11 de septiembre.

El fénix grecorromano

El Bennu egipcio surgió también en obras de autores griegos y romanos, como Plinio o Séneca. En estas culturas recibió el nombre de Phoînix, vocablo que daría lugar al que usamos en la actualidad.

En estos textos se habla del fénix como una criatura capaz de desafiar a los dioses por su naturaleza eterna, por ser capaz de morir y renacer.  Plinio, por su parte, lo describía como un ser de gran belleza: su cuello tenía destellos dorados y el resto del cuerpo era color púrpura. Su cola era de un azul eléctrico, con algunas plumas rosas y una cresta llamativa que adornaba su cabeza.

El fenghuang, el ave de fuego china

La figura de este pájaro inmortal trascendió las fronteras entre países. La Universidad de Wenzhou, China, destaca en un trabajo que en estas tierras, el ave fénix era conocida como fenghuang. Se especula, eso sí, que no tendría ninguna conexión con la figura mitológica occidental, ya que sus menciones datan de hace 7 000 años (antes incluso que el Bennu).

El feghuang simboliza la virtud y la gracia, además del ying y el yang, lo masculino y lo femenino, la paz y también la amenaza.

El fénix en Norteamérica

En los pueblos indígenas norteamericanos, el simbolismo de esta ave adquiere otros matices: cambia del fuego al trueno. Entre los pueblos aborigenes es un ser sobrenatural que crea truenos al batir sus alas y relámpagos con sus ojos. Es el dueño del mundo superior y es el castigador de los humanos que rompen las normas morales.

El fénix cristiano

Es interesante saber que existe una versión cristiana del mito del ave fénix. En ella se relata que el ave vivía en el jardín del paraíso y anidaba en un rosal. Pero, cuando Adán y Eva fueron desterrados, de la espada del ángel que los expulsó, surgió una chispa que prendió fuego al nido del fénix.

Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, como el poder del fuego, la luz y la inmortalidad (al renacer de sus cenizas).

Por otro lado, algunos teólogos cristianos, como San Ambrosio, han señalado que el ave fénix muere consumida por el sol y de sus cenizas surge un gusano que crece dentro de un huevo, de la cual surge un ave celeste, de esta manera se cierra el ciclo. El uso de esta figura se adapta en la religión cristiana para explicar el concepto de la resurrección.

El ave fénix o el arte de renacer en la psicología

La psicología junguiana o analítica integra en su modelo las figuras de los arquetipos y los mitos como forma de autoconocimiento y reflexión. La figura del ave fénix es, de hecho, un elemento de gran trascendencia para este enfoque. Libros como Jungian Perspectives on Rebirth and Renewal (2013) profundizan en el legado que dejó, Jung en esta materia, y en la utilidad de adentrarse en este tipo de conocimientos.

Lo analizamos.

Carl Jung y el mito del fénix

El símbolo del fénix tenía un significado especial para Carl Jung, tal y como señala en su libro: Símbolos de transformación (1912).  El escudo de armas de su familia incluía esta criatura mitológica. Asimismo, pasó muchos años estudiando la historia y todo el corpus mitológico que acompañaba a este ser. Pero fue en su obra Liber Novus o Libro rojo, donde le dedicó más de 100 referencias:

  • El ave fénix simboliza para Jung nuestra luz interna, y la capacidad de transformarnos en los momentos de adversidad.
  • Representa también nuestra habilidad para aliviar la ira y la represión, y alzarnos así, en seres más libres que conquistan su individuación y plenitud, al dejar a un lado «la sombra» o esa área menos desarrollada.

Por otro lado, también debemos recordar que el padre de la psicología analítica, realizó varios viajes a la India. Fue en este país, en donde la espiritualidad adquirió una mayor relevancia en su persona, al integrar el mito del fénix como un concepto alquímico, muy arraigado a la psique y al inconsciente colectivo.

«Cuando comprendí mis tinieblas, una noche magnífica se apoderó de mí y, en medio de esas profundidades, emergió ella, mi fénix »

~ -Carl Jung (Libro Rojo)- ~

La resiliencia o cómo construir nuestro «nido» de transformación

Tal y como hemos podido ver, el mito egipcio del ave fénix es una historia bellísima. Sin embargo, analicemos ahora alguno de sus detalles. Detengámonos, por ejemplo, en cómo construye el fénix su nido. Busca las materias más ricas de su tierra, esas que combinan: delicadeza, fortaleza, y que le ayudarán en su transformación, y en su ascensión.

Si lo pensamos bien, este proceso es muy similar al que conforma la dimensión psicológica de la resiliencia. Debido a que también nosotros buscamos esos elementos mágicos con los cuales construir un refugio mental bien resistente, ese que nos permitirá encarar mejor las adversidades. Veamos algunas claves para lograrlo.



Cómo potenciar tu resiliencia

Todos venimos al mundo con la capacidad para ser resilientes. Esa competencia psicológica que nos permite manejar mejor las circunstancias estresantes, actúa, según un trabajo publicado en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, mediante un mecanismo neurológico que media en nuestro bienestar. Y que podemos aprender a desarrollarlo:

  • Resiliencia no es mantenernos firmes e imperturbables ante la adversidad; es adaptarnos a ella, ser flexibles.
  • Debemos mantener una visión positiva y esperanzadora de las circunstancias.
  • Procuremos aprender de los fracasos.
  • Confiemos en nuestras habilidades y potencial.
  • Aceptemos que no tenemos el control de todo lo que nos sucede.
  • Clarifiquemos nuestros valores.
  • Recordemos nuestras fortalezas.
  • Tengamos siempre presente aquello que nos da sentido y trascendencia.
  • Mantengamos una visión a largo plazo: el dolor no dura para siempre.

Nota final: mitos que inspiran aprendizajes

El mito del fénix es una valiosa metáfora terapéutica y un ejercicio de reflexión. Tal y como nos dijo Carl Jung, esta figura simboliza la esperanza, el valor de ser resilientes y la transformación. La vida es cambio, nada dura para siempre y estamos obligados a renacer varias veces de nuestras propias cenizas.

No obstante, recordemos: esas cenizas no se las llevará el viento, al contrario. Formarán parte de nosotros mismos para dar forma a un ser mucho más fuerte, grande y sabio. Alguien que tal vez sirva de inspiración a los demás, pero que, ante todo, nos permita seguir adelante con el rostro bien alto y las alas bien abiertas.

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