Ocultar tus emociones: esa silenciosa cuota de sufrimiento

Ocultar tus emociones: esa silenciosa cuota de sufrimiento
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 abril, 2020

Lo haces a menudo: ocultar tus emociones. Ahora bien, esta es en realidad una costumbre muy nuestra, la de callar lo que duele, la de embotellar la ansiedad, los miedos y hasta los enfados. Poco a poco este ocultamiento deja de ser funcional para generar bloqueos, y con ellos, colocar alambradas a la propia salud, a la espontaneidad y a nuestro crecimiento personal.

Ahora bien, lejos de asumir esta conducta como una particularidad personal, reflexionemos. Llevamos varios siglos siendo educados bajo el prisma de que en nuestro mundo lo más importante es la razón. Aquello que nos dijo Descartes de “cogito ergo sum” (pienso, luego existo), orquesta todo escenario, ahí donde las emociones se conciben como un estigma o como aquello que de algún modo nos aleja de lo que es civilizado.

“Camina como el león, habla como las palomas, vive como los elefantes y ama como un niño pequeño”.

-Santosh Kalwar-

Quizá, por ello, se educa a los niños en la idea de que llorar es sinónimo de inmadurez, y que siempre será mejor tragarse las  tristezas. Les decimos que quien se enfada y responde ante lo que no le gusta o no ve justo no tiene educación. Les indicamos a menudo que se rían bajito, porque quien ríe a carcajadas es tomado por loco. Les explicamos que las emociones, y especialmente su manifestación, son sinónimo de debilidad y no un potencial que saber comprender y aprovechar.

Sentimos porque existimos, esa es la sencilla realidad. Un sentimiento, una emoción nos da la vida y reprimirla nos la va quitando poco a poco. Ocultar tus emociones es una forma hacerte daño, porque en realidad esos universos internos son los que ponen dirección a tus deseos, pasos a tus necesidades para que en cada situación valores cómo reaccionar.

Chico en el mar representando como ocultar tus emociones

Las emociones y sus propósitos

Podríamos decir ahora que todos llegamos a este mundo con un increíble potencial para ser felices. Esta idea no es falsa, sin embargo, tiene delicados matices que es importante desmenuzar. Nuestra genética, así como nuestro entorno social y familiar nos predispone. En muchos casos, asienta incluso las bases de nuestro potencial para movernos con mayor facilidad en esa balanza habitada por emociones como el optimismo, la resiliencia, la alegría

Así, una buena parte del sufrimiento anímico que a veces arrastramos casi sin saber por qué proviene de esa estructuración psíquica y emocional, originada en fases muy tempranas de nuestro ciclo vital. Nos educan en normas y conocimientos, lo sabemos, pero también nos instruyen en emociones. Y es precisamente este último aspecto, el emocional, el que condiciona en gran parte nuestra calidad de vida, nuestro potencial humano.

Esa mala gestión emocional nos conduce a menudo a tergiversar muchas realidades internas. A veces pensamos, por ejemplo, que una emoción es como una opción presente en un menú que uno puede elegir o descartar según le plazca y le convenga (–> hoy me siento decepcionado pero opto por mostrar felicidad).  Dichas dinámicas internas no funcionan de este modo: porque las emociones no se pueden aplazar; no se mueren, pero sí se transforman: en enfermedades psicosomáticas y en malestar.

Mujer con dos caras

Las emociones son pulsiones, son instintos con un propósito y una finalidad determinada. Dejarlas de lado es cerrar la puerta a una realidad interna que bien entendida, gestionada y orientada nos permitiría invertir en bienestar. Ocultarla de forma permanente, por el contrario, es dar forma a una impronta de malestar capaz de asentar las bases de varios trastornos mentales.

Ocultar tus emociones no es saludable, aprende a trabajar en tu bienestar

Ocultar tus emociones tiene un coste inmenso. Puede que con ello pienses que las cosas van ir mejor. Mejor porque nadie intuye tu inquietud, porque te integras sin llamar la atención, porque nada cambia, porque puedes seguir siendo productivo. Sin embargo… ¿hasta cuándo vas a poder sujetar esa máscara ?

  • Piensa que una emoción es energía, es un impulso interno que necesita expresión y movimiento. Si eliges ocultar tus emociones esa energía se encauza hacia adentro. ¿Y cuál es el resultado? Tensión muscular, problemas gastrointestinales, cefaleas…
  • Entiende también que cuanto más fuerte es una represión, más fuerte será tarde o temprano la expresión emocional. Al fin y al cabo todo emoción reprimida busca un medio de resolución, un canal de salida. Y a veces, surge del peor modo posible. Lo vemos a menudo cuando nos callamos un enfado, una decepción. Al final volcamos esa tensión en la persona equivocada o reaccionamos de forma desproporcionada: con violencia. No es lo adecuado.
chica gritando al ocultar tus emociones

¿Cómo puedo manejar mis emociones?

Sabemos ya que la solución no es reprimir, no es ocultar ni hacer como si esa emoción no estuviera. Esa energía emocional está ahí, pervive y se mantiene. La clave por tanto está en dejar que fluya. Para entender mejor cómo manejar nuestras emociones podemos hacer uso de tres sencillas metáforas.

  • El pozo. Si eliges dejar tus emociones en un pozo, enfermarás. Toda agua estancada durante mucho tiempo se acaba estropeando, huele mal, se corrompe. Evita por tanto esta imagen, la clásica estrategia de ocultar esas realidades internas.
  • El tsunami. Si eliges esta estrategia, acabarás dañando a los demás. Las emociones pueden ser a veces como un ciclón, como un tsunami. Se lanzan sobre los demás con tanta rabia y desdén que todos salimos perdiendo.
  • El molino. Un molino permite que el agua se mueva, que fluya en armonía y agilidad. El movimiento es suave y nada queda contenido, hay frescura y nada se estanca. Esta es la opción más adecuada.
Gota de agua con forma de corazón representando el arte de no ocultar tus emociones

Se trataría por tanto de saber canalizar de forma apropiada cada una de nuestras emociones. De movernos con ellas, de decir lo que nos molesta cuando nos molesta, de reaccionar cuando el momento así lo requiere, de ser asertivos y ágiles ante las presiones cotidianas. En esencia, hacer de nuestras emociones un perfecto motor de armonía para nuestra vida y no esa pieza que nos atrapa y nos detiene.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.