Tár, una epopeya sobre el abuso y la autodestrucción

Tár nos presenta la historia de la primera mujer directora de la filarmónica de Berlín. Es una figura brillante, enigmática y una gran manipuladora. La película nos muestra la dramática caída desde esa privilegiada cúspide social en la que habita...
Tár, una epopeya sobre el abuso y la autodestrucción
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 21 febrero, 2024

Hay películas en las que la angustia se impregna de manera invisible en la atmósfera, en la comunicación no verbal y hasta en el tic-tac de un metrónomo. Esos elementos configuran, en muchos casos, los complejos estratos psicológicos de los protagonistas, de sus miedos y hasta de sus paranoias. Ejemplo de esto mismo es la última gran producción del actor convertido en director, Todd Field.

Tár es un retrato audiovisual de una directora de orquesta que lleva su existencia casi a modo de tótem. Está en la cima de su carrera y es el claro ejemplo de cómo ciertas mujeres, lejos de romper el techo de cristal, lo disuelven con su personalidad y rotunda valía. Ahora bien, si hay algo que descubrimos es que, en ocasiones, detrás del «maestro», puede habitar un «monstruo».

Estamos ante un extraordinario psicodrama con reminiscencias a Kubrick que opta a seis nominaciones al Óscar. Muchos ven ella una parábola sobre el movimiento #MeToo, otros, la esencia misma de la cultura de la cancelación. Aunque el auténtico motor de este film es la titánica actuación de una Cate Blanchett en estado de gracia.

No hay límite para los diferentes tipos de sentimientos que la música puede hacerte tener. Y algunos de esos sentimientos son tan especiales y tan profundos que ni siquiera se pueden describir con palabras.

– Leonard Bernstein –

Tár es la historia de una directora de orquesta lesbiana que, en ocasiones, evidencia una conducta abusiva

Lydia Tár y la gloria meritocrática

Tár juega con el espectador, es un enigma, un misterio que desgranar y un caleidoscopio de luces y sombras. La primera parte de la película se centra casi en exclusiva en mostrarnos cómo es su protagonista, Lydia Tár. Seremos testigos de su presentación en un escenario de Manhattan y hasta veremos cómo se edita su biografía en la Wikipedia.

Su introducción es tan solvente que el espectador tiene el repentino impulso de buscar su nombre en Google. Asumimos casi de manera inconsciente que estamos ante un biopic, cuando no es así. El personaje es una absoluta inventiva, pero… ¿Por qué no podría existir alguien como ella? Esta directora de orquesta titular de la filarmónica de Berlín es el claro ejemplo de la gloria meritocrática.

Tiene en Leonard Bernstein a su mentor, ha tocado en grandes orquestas como la de Nueva York, la de Cleveland o Boston. Tiene un doctorado en Harvard, ha ganado un Emmy, un Grammy, un Oscar y hasta un Tony. Ahora, está a punto de salir al mercado su libro Tár on Tár. Su éxito, su influencia mediática y hasta su poder, están más que justificados, pero a veces, los que están en la cúspide se tambalean… 

Mundos enclaustrados y una personalidad hermética

La película discurre en grandes edificios de largos pasillos, blancos y luminosos y de techos altos. Las salas son inmensas y en ellas discurre los entresijos de la política musical, donde Tár ejerce un dominio absoluto. Todo parece frío, pautado y dominado por la constante necesidad de su protagonista por ejercer el control.

A lo largo de esa primera parte somos testigos de su viaje de regreso desde Nueva York hasta Berlín. No tardamos en intuir sus problemas personales, una historia afectiva que intenta olvidar y unos trémulos problemas emocionales que sofoca con psicofármacos. Su asistente orbita a su alrededor con la tristeza y la fascinación propia de quien no puede acceder ni comprender a su objeto deseado.

Lydia vive con Sharon, la primera violinista de la Filarmónica de Berlín, y la hija de esta, Petra. La relación respira un sutil resentimiento, así como cierta tristeza que se camufla con las rutinas de la crianza de la niña y el propio trabajo. Su profesión es su mayor escudo y el mecanismo que más le nutre al otorgarle el poder que tanto necesita.

Hoy en día, la palabra “diverso” está mal vista. Nuestra época es la de los especialistas. Te ven con malos ojos sí intentas hacer más de una cosa. Los artistas son encasillados. De forma agresiva.

-Lydia Tár-

Tár
Lydia Tár está habituada a ejercer el control en todos los ámbitos de su vida, aunque no tardamos en intuir la sombra de sus ansiedades y paranoias

El monstruo detrás de la perfección estética

La película destila la atmósfera psicológica de las producciones de Kubrick. En la segunda parte quedamos supeditados a una extraña sensación de amenaza. Lydia Tár empieza a percibir el velo de algo maligno a su alrededor, algo que se acerca. No es más que el escalofrío propio de quien escucha los ecos de su propia conciencia, de quien siente que algo adverso está a punto de sucederse.

Escucha gritos femeninos en un bosque, el metrónomo en armarios cerrados y pianos que suenan como el suyo. Esos eventos elevan la tensión mientras se nos revela, poco a poco, ese lado más oscuro del propio personaje. Se obsesiona por una joven violonchelista a la que no duda en promocionar, mientras destierra y despide a otras figuras.

Poco después, descubrimos que ese es un patrón habitual en ella: usa a las personas a su antojo y deseo, las manipula del mismo modo que dirige con su batuta a los músicos en sus conciertos, con pasión, pero con violenta contundencia. Aunque su conducta tendrá finalmente unas dramáticas consecuencias. Y ese será el inicio de su caída.

 Debe pararte ante frente al público y ante Dios y, entonces, destruirte a ti mismo

-Lydia Tár-

¿Cultura de la cancelación o paradoja del movimiento #MeToo?

Tár es la deslumbrante historia de una mujer que ha llegado por méritos propios a una posición privilegiada, y que se la aparta de esa esfera dorada. Se nos enseña que no es fácil mantenerse en ese estrato social cuando la opinión pública es como un dios omnipotente que encumbra y destruye. El espectador es libre de valorar si la conducta de la protagonista merece su desenlace.

Somos dueños de nosotros mismos, también, para concluir si la conducta de un artista es más importante que su propia obra. La cultura de la cancelación es ese fenómeno que fagocita cada vez más a figuras públicas por comentarios o comportamientos que, en un momento dado, interpretamos como ofensivos.

Esa es la auténtica partitura de esta producción en la que cada cual, puede edificar su propia opinión y valoración. El aspecto en el que todos estamos de acuerdo, es en la extraordinaria actuación de Cate Blanchett a la hora de dar vida a esta mujer que nos cautiva tanto como nos inquieta.


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