Controla tu ira antes de que ella te controle a ti

Controla tu ira antes de que ella te controle a ti
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Raquel Aldana

Última actualización: 11 agosto, 2019

Hay veces que nos hace falta poco para perder los papeles y la ira haga de las suyas. Puede que nos sintamos extremadamente cansados y estemos más irritables de lo normal, puede que un mal comentario nos saque de nuestras casillas o que simplemente cualquier cosa nos desborde.

En estos momentos la ira se aprovecha de nosotros y nos invade. No podemos manejar nuestro enfado y arremetemos contra todo lo que se mueve aunque nada tenga que ver con el motivo de nuestro enojo.

Estas situaciones nos consumen y nos amordazan, haciendo que nos comportemos de manera agresiva, irresponsable y en ocasiones incluso cruel. Tras la tempestad podemos sentirnos muy avergonzados y desconcertados, y la incapacidad de reconocernos a nosotros mismos nos puede llegar a consumir.

No obstante, aunque creamos que es imposible manejar nuestras emociones en esos momentos, sí que hay alternativas para controlar nuestra ira. A continuación veremos algunas…

Enfado

¿Cómo podemos controlar nuestra ira?

La premisa de la que debemos partir es que dejarse llevar por la ira no es bueno. O sea, el hecho de que sea normal enfadarse e incluso sentirse furioso en alguna ocasión debe diferenciarse de la posibilidad de no conocer y manejar nuestra ira.

Asimismo cabe destacar que si bien el enfado es una emoción negativa saludable, la versión descontrolada, desproporcionada e insana de este es la ira. Por eso, nuestra intención será siempre no permitir que el enfado crezca y dé paso a la ira. ¿Cómo podemos conseguirlo?

1. Reconociendo las causas del enfado

Cada uno debe explorarse y hacerse consciente de cuáles son las cosas que le enfadan, le molestan y contribuyen a generarle malestar, sentimientos de injusticia, de inequidad, etc. La ira siempre es producto de la interpretación que hacemos de aquello que nos enfada.

2. Percatándonos de los signos físicos que avisan

Aunque debemos tener en cuenta que cada uno es un mundo, lo habitual es que cuando comenzamos a sentirnos molestos y enfadados nuestro corazón se acelere, sintamos como que nuestras entrañas se encogen y comencemos a notar calor y un gran nerviosismo interno.

Puño golpeando el agua

Como ya hemos comentado, el enfado puede ir desde una leve irritación hasta una furia o ira intensas. Por eso, la creencia de que es mejor salir la ira que guardársela dentro es totalmente falsa. Si conseguimos identificar los primeros síntomas, podemos cortarlos de raíz antes de que se desboquen.

Para lograrlo es necesario aprender ciertos ejercicios de relajación como interrumpir nuestros pensamientos o controlar la respiración (respirar con un ritmo de 2 ó 3 segundos de inspiración y 2 ó 3 de espiración para volver a la normalidad). También podemos escuchar música, realizar ejercicio físico, ver la televisión, imaginar algo relajante, etc.

3. Examinando nuestros pensamientos

Puede que sintamos que nuestros pensamientos se nublan y se acumulan frustrando los intentos organizativos de nuestra mente… Por eso es importante que reconozcamos qué tipo de pensamientos tenemos que enfrentar en situaciones de ira:

  • Los pensamientos calientes son aquellos que nos vienen a la mente antes, durante y después y que nos hacen sentir peor. Sería algo como ¡Qué estúpido!, ¡Se está riendo de mí!, ¡Odio este sitio!, ¡Te vas a enterar!
  • Errores en nuestra manera de pensar: a veces tendemos a tomar las cosas como algo personal, a ignorar lo positivo, a ser demasiado perfeccionistas o a verlo todo como blanco o negro.

En este sentido tenemos que abogar por conseguir que nuestros pensamientos sean más equilibrados de manera que “siempre me deja tirado” se convierta en “a veces no se comporta como debe, pero otras sí”. Podemos elaborarnos una lista comparativa y echar mano de ella cuando lo necesitemos.

Mujer furiosa atrapada en su pelo

4. Controlando nuestros comportamientos agresivos

Si conseguimos manejar bien nuestros pensamientos y los síntomas físicos de la ira no llegaremos al comportamiento agresivo. No obstante, es probable que en algún momento lleguemos, por lo que tenemos que aprender a manejarlo. ¿Cómo? A través de tres pasos:

  • Primer paso. Identifica en qué consiste cada comportamiento agresivo, qué sucede antes y qué ocurre después. Es recomendable llevar un diario sobre esto.
  • Segundo paso. Elabora una lista con alternativas de comportamiento diferentes al agresivo. Puedes salir o apartarte de la situación hasta que te sientas calmado, respirar profundamente, intentar comprender la intención de los demás, etc.
  • Tercer paso. Pon en práctica ese comportamiento la próxima vez que te sientas violento o violenta.

5. Solucionando tus problemas y procurando descansar adecuadamente

La falta de descanso y el exceso de preocupaciones pueden generar una predisposición inusitada a la irascibilidad y al comportamiento iracundo. Por eso es importante que atajemos estas situaciones, las valoremos y no pospongamos su resolución.

Humo saliendo de las orejas de un hombre

6. Comunicándonos de manera adecuada

A veces nos tomamos las cosas de manera demasiado personal y, como consecuencia, sacamos conclusiones precipitadas sobre las intenciones de los demás. En este sentido es importante que mejoremos nuestra comunicación social y pongamos en práctica lo siguientes consejos:

  • Es importante detenerse y escuchar a la otra persona.
  • No debemos sacar conclusiones precipitadas. Si algo suena ofensivo debemos pedirle a la persona que se explique, pero no debemos contraatacar.
  • Tenemos que procurar entender los sentimientos de los demás, habitualmente esto subyace a lo que la persona hace o dice. Recuerda que no hay sentimiento inválido y que probablemente así podamos evitar muchas discusiones.
  • Debemos intentar expresar cómo nos sentimos en vez de pronunciar palabras desagradables.

Si cuidamos de todos estos aspectos y de la imagen que mantenemos de nosotros mismos es probable que estemos menos susceptibles y sensibles a dejarnos llevar por el enfado desproporcionado.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.