Cuando opositar deja de ser una opción

Cuando opositar deja de ser una opción
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 19 agosto, 2019

Cada año miles de personas comienzan la aventura de opositar a una plaza en la Administración pero solo unos pocos la consiguen. En cualquier medio encontramos recomendaciones sobre cómo estudiar, cómo preparar las pruebas, trucos de memoria y un sinfín de pautas que solo animan a continuar opositando. Pero… ¿qué pasa con todas esas personas que no logran lo que un día se propusieron?

Salir adelante después de varios años de estudio no es fácil. Algunos opositores incluso le han dedicado todo el tiempo a opositar. Otros en cambio han podido compaginarlo con otra actividad. Sea como fuese, el no obtener plaza sigue siendo una realidad silenciada que para muchos forma parte del juego. Una partida a todo o nada, que rara vez es justa y cuyo “precio invisible” es muy alto.

La inevitable sensación de tiempo perdido

Es una consecuencia que los aspirantes no pueden evitar. Después de tanto esfuerzo, tiempo y dinero invertido, no lograr la ansiada plaza puede instalar en las mentes de los opositores una sensación de fracaso difícil de gestionar. Una entramada red de pensamientos negativos y dudas empiezan a aflorar, producto del miedo de tener que ajustar la realidad con el deseo. Llegados a este punto al opositor le quedan dos opciones: seguir en el camino o dejarlo.

Chica estudiando oposiciones

Si continúa tiene que hacer un análisis profundo e intentar localizar aquellos aspectos que podría mejorar para preparar ala siguiente convocatoria. Tomar el control de lo que él puede controlar, su tiempo, y reactivar la motivación golpeada y noqueada. Si comienza un nuevo camino necesitará también un periodo para aclarar su mente y debilitar los miedos, de forma que estos no constituyan una interferencia cuando comience la etapa de estudio. Además, entre las cuestiones que tendrá que resolver se encuentra precisamente la sensación de tiempo perdido.

Las ideas de fracaso, derrota, desilusión y pérdida del tiempo minan nuestra autoestima y nos frenan a la hora de tomar decisiones. Pueden ser ellas las que nos hagan cambiar nuestros objetivos o persistir en la oposición: en ningún caso serán buenas consejeras. Además, si las alimentamos lo natural es que acabemos inmersos en una especie de secuestro emocional para el que, en principio, no veremos salida.

“Las emociones negativas intensas absorben toda la atención del individuo, obstaculizando cualquier intento de atender a otra cosa”

-Daniel Goleman-

¿Tanto fue lo que perdí?

¿Es verdad que se ha perdido tanto tiempo? La respuesta vendrá en función del sentido que le demos a este tiempo, desde la perspectiva que elijamos para analizarlo. Es una realidad que hemos dedicado meses, incluso años, a perseguir un objetivo que no hemos alcanzado y para el que de alguna manera hemos vuelto a la casilla de salida. Sin embargo, no por ello se debe interpretar como tiempo perdido. Más bien al contrario, podemos haber ganado en muchos aspectos:

  • Mayor disciplina tras establecer unos horarios y metas de estudio.
  • Conocimientos en la mayoría de ocasiones novedosos y prácticos.
  • Un mayor grado de cultura.
  • Un mejor conocimiento de nuestras propias capacidades.

Así, el opositor que empieza a recuperarse de sus propios miedos y toma una de las dos opciones sale más fortalecido que nunca. Ha empleado su tiempo de estudio en conocerse, en medirse en una batalla sin precedente alguno que marcará su vida. Por tanto, en la balanza pesa más la suma que la pérdida.

Ha llegado la hora de tomar decisiones.

Solo uno puede saber cuándo llega el momento de renunciar a opositar si no se obtienen resultados. En cualquier caso, es importante abandonar sabiendo, que mientras se estuvo en ello, se hizo todo lo posible por lograrlo. Así pues, se emplearon todos los recursos posibles, tomando de base valores como la humildad y la dedicación.

Nuevos rumbos después de opositar

¿Y ahora qué? En caso de haber tomado la decisión de no opositar más, toca elegir un nuevo rumbo con la misma humildad y dedicación con la que se comenzó a opositar.

Los caminos que merecen la pena en raras ocasiones están libres de obstáculos ni están expeditos de sorpresas desagradables. En cambio, el opositor que renuncia después de un tiempo opositando cuenta con una ventaja añadida: al haber dedicado tanto esfuerzo y haber renunciado a tantas acciones placenteras (encuentros con amigos, familiares, vacaciones…), ahora tiene la oportunidad de volver a “la vida” con más energía.

Mujer pensando en caminos alternativos a opositar

De regresar apreciando todo aquello a lo que tuvo que renunciar, recuperando la sensación de que cada día tiene el control del tiempo (no de año en año, cada vez que toma la decisión de seguir o abandonar). En estos casos se siente más seguro, más proactivo y disciplinado. El opositor ha aprendido a gestionar su tiempo mejor que otras personas que no han pasado por su mismo proceso. Aunque crea que no es así por no lograr la plaza, la evidencia le muestra lo contrario.

Después de todo es una persona más eficiente que organiza y sabe aprovechar mejor su vida. Y es esta energía renovada la que ha de servirle para incorporarse con éxito en su nueva etapa vital.

“Nadie que haya dado lo mejor de sí mismo lo ha lamentado”

-George Halas-


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