Del amor al odio ¿hay un paso?
Del amor al odio hay una línea muy delgada de la que no siempre somos conscientes. De hecho, a todos nos sorprende cuando observamos a esas parejas que se amaban apasionadamente y, de pronto, no se pueden ver ni en pintura. No hablamos de aquellos que sufren un distanciamiento, sino de esos hombres y mujeres que después de haber compartido una tórrida relación se convierten en los peores enemigos.
A veces, una situación de esa naturaleza no se da hasta después de muchos años de convivencia. Es el resultado de un vínculo desgastado donde, lejos de dejarlo ir en su momento, lo seguimos manteniendo hasta que aparece el reverso más extremo. En otras ocasiones, la transformación se produce súbitamente. Ayer se amaban y hoy se odian. Es entonces cuando nos preguntamos: ¿será verdad aquello de que del amor al odio no hay más que un paso?
Son situaciones muy comunes, dinámicas relacionales que responden a un patrón emocional y neurológico muy concreto que vale la pena conocer.
“Odiamos a alguien cuando realmente queremos amarle, pero que no podemos amar. Tal vez él mismo no lo permite. El odio es una forma disfrazada de amor”.
-Sri Chinmoy-
Amor y odio
No hay ninguna forma de amor que no encierre una pizca de odio, al menos. Odiamos un poco al otro porque a veces no está cuando lo necesitamos. O porque no agradeció como queríamos algún esfuerzo que hicimos para él o para ella. También sentimos el rumor del odio cuando no nos comprenden suficientemente o cuando no son capaces de decirnos las palabras que queríamos escuchar.
Son pequeños odios que usualmente no trascienden. Se desvanecen tan rápidamente como aparecieron y apenas si dejan alguna huella, solo en las personalidades más sensibles. Podemos lidiar con ellos y mantener el afecto intacto.
Sin embargo, hay situaciones en las que no hay un desenlace tan feliz. A veces uno de esos pequeños episodios de desencuentro se convierte en la semilla de una gran selva de odio. O son la gota que hace rebosar la copa de un veneno que ya se venía acumulando.
Así, y por llamativo que nos parezca, el amor y el odio no son precisamente mundos opuestos. Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Así como todo amor lleva implícito algún gramo de odio, todo odio tiene en sus entrañas un componente de amor.
Las emociones intensas siguen un mismo patrón neuronal
“A veces te amo, a veces te odio. Pero cuando te odio, es porque te amo”. Esta frase que aparece en una de las canciones de Nat King Cole es muy representativa de dicha dualidad emocional. El amor se convierte a menudo en un territorio muy fértil para que aparezca el pinchazo del odio, y este proceso tan singular tiene su explicación científica.
- Son situaciones marcadas por un aspecto muy relevante: la intensidad emocional. Tal y como nos revelan en un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology, el odio y el amor están involucrados en un tipo de procesamiento neuronal conocido como el efecto de excitación de la emoción. Es decir, las emociones más intensas comparten un mismo recorrido neurológico, una misma vía de comunicación. Ello explica por qué en un momento dado podemos ir de un extremo al otro.
- Asimismo, en dicho estudio también pudo verse que cuando los sentimientos de amor son más fuertes, más intenso es también el odio y el despecho en caso de que se produzca una ruptura. Lo cual sugiere para los científicos que existe un vínculo entre el amor romántico y el odio.
- Empleando la resonancia magnética funcional, los neurocientíficos Zeki y Romaya (2008) estudiaron a 17 personas que profesaban odio hacia alguien. Lo que ambos investigadores observaron fue que estructuras como el putamen y la ínsula se activaban tanto para estímulos asociados con el odio como para aquellos relacionados con el amor romántico.
Odiar a quien amamos es posible y hasta lógico dentro de ese escenario cerebral. Aunque en la vida cotidiana, nos parezca una auténtica contradicción eso de pasar del amor al odio de un día para el otro o incluso en un instante puntual.
¿Cómo se pasa del amor al odio?
El paso del amor al odio generalmente se da de dos maneras. Puede ocurrir, por ejemplo, que una persona “despierte”, que abra los ojos después de un letargo en el que estuvo soportando lo que no quería soportar. También puede ocurrir que alguien sufra una ofensa por parte de su pareja, y que sus sentimientos de amor den paso a la rabia, la contradicción y el desprecio.
Esta última situación es más común en personas que tienen baja tolerancia a la frustración o un elevado narcicismo. Si no existen los recursos emocionales para mantener el equilibrio emocional frente a una situación adversa, es probable que se culpe a los demás del sentimiento de frustración que se experimenta. Es decir, odiamos al otro porque deja al desnudo nuestras debilidades, nuestra dependencia o nuestra inseguridad.
Las personalidades narcisistas no diferencian entre una ofensa y un acto de autoafirmación del otro. Si la otra persona reclama espacio, reconocimiento o autonomía, lo entenderán como una agresión. Suponen que su pareja debe vivir en función de ellos y cualquier acto de libertad lo entienden como una amenaza personal. Por eso pueden reaccionar violentamente incluso.
El odio crea lazos muy fuertes con el otro. De hecho, puede dar lugar a vínculos más estrechos que los del amor. Lo peor es que cuando se da paso a una seguidilla de afrentas, la situación se convierte en un círculo que se retroalimenta permanentemente. Ni uno ni otro pueden hacer una ruptura sana. Condicionan su vida afectiva a la lógica de dañar y evitar ser dañados. Sienten que no pueden renunciar a la situación, porque eso sería claudicar.
Este círculo es altamente nocivo. Una situación en la que, por más que ganes, siempre estarás perdiendo. No hay forma de resolverlo. La única alternativa es apartarte de esa persona y renunciar a ese odio que puede convertirse en una cárcel insoportable de la que solo vas a salir maltrecho.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Undürraga, S., & Andrea, J. K. (2016). El diagnóstico del narcisismo: una lectura relacional. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 36(129), 171-187.
- Zeki, S., & Romaya, J. P. (2008). Neural correlates of hate. PloS one, 3(10), e3556.