Extraviar las cosas con frecuencia, ¿por qué ocurre?
Hay personas expertas en extraviar las cosas. A veces, no saben dónde dejaron las llaves, el teléfono o las gafas. En otras ocasiones, la situación es un poco más seria. Hablamos de personas que pierden el dinero, las tarjetas de crédito, los documentos de identidad o bienes que de verdad son valiosos.
¿Quieres descubrir las posibles causas que hacen esto posible? A continuación, te las detallamos.
¿Por qué se extravían las cosas de forma frecuente?
¿Por qué ocurre esto? Al revisar la literatura disponible, no parece existir un acuerdo al respecto. Unos le dan una explicación cognitiva, asociada a la memoria y la atención. Otros apuntan a que se trata de una condición determinada por la genética o la personalidad.
Por otro lado, está la explicación psicoanalítica, en la que cuenta mucho la voluntad inconsciente de las personas. Plantea que este tipo de situaciones obedecen al deseo inconsciente de extraviar las cosas por algún motivo poco racional. Y por si todo lo anterior fuera poco, también hay quienes sostienen que el olvido está relacionado con la inteligencia. ¿Cómo entender entonces este problema?
«Solo se pierde aquello que se quiere perder».
-Benjamín Orellano-
Extraviar las cosas, ¿un asunto de genes?
En la Universidad de Bonn se llevó a cabo un estudio entre personas que tenían por costumbre extraviar sus pertenencias. El objetivo era establecer patrones biológicos comunes entre ellas. Al final, detectaron que el 75 % de los encuestados presentaban una variación en el gen receptor de dopamina D2 (DRD2).
Los investigadores concluyeron que esto les hacía más propensos al olvido, ya que este gen se relaciona de forma estrecha con el control, la impulsividad y la susceptibilidad a la falla cognitiva diaria, según lo evaluado por el cuestionario.
No obstante, como suele suceder, la existencia de estos marcadores biológicos no explica por sí sola las conductas. Una predisposición o potencialidad no asegura al 100 % la presencia de un comportamiento (por ejemplo, también entra en juego la variante de la personalidad en relación con la impulsividad).
El director de la investigación, Sebastián Markett, señaló también que al menos la mitad de los olvidos se pueden explicar a partir de una predisposición genética. Esto, a su vez, se corresponde a, por lo menos, 10 variaciones en genes.
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Olvido y falta de atención
La explicación más frecuente para esa tendencia a extraviar las cosas tiene que ver con un factor cognitivo: la atención. Uno no está concentrado por completo en lo que hace y por eso ocurren esos pequeños accidentes que impiden recordar dónde están las gafas o el bolígrafo.
Esa falta de atención obedece, por lo general, a que la mente trabaja sobre un problema que le resulta más importante y, por lo tanto, lo prioriza. Bien sea porque se está en la ejecución de una tarea, se piensa en otra cosa distinta, o bien porque uno está en modo multitarea.
En cualquiera de los casos, esa dispersión supone un obstáculo para el almacenamiento, conservación y recuperación de la información.
Inteligencia y olvido, ¿qué relación hay entre ellos?
En un artículo sobre la persistencia y la fugacidad de la memoria se ha planteado que, cuando una persona es muy inteligente, se centra demasiado en sus propios pensamientos, al punto que se olvida del mundo externo («estereotipo de genio despistado»). Es decir, no prestan atención a los asuntos menores o cotidianos, y por eso suelen extraviar pertenencias con frecuencia.
La teoría dice, por tanto, que la memoria no es el único proceso cognitivo que influye en los olvidos cotidianos. Saber manejar los datos almacenados en la misma y usarlos para tomar decisiones válidas en momentos dinámicos o ambientes ruidosos parece ser la clave.
Así, alguien con mucha memoria (signo de inteligencia, pero no el único) podría perder cosas con periodicidad porque no toma decisiones adecuadas cuando, por ejemplo, va con prisas. En este escenario, una persona con inteligencia (más allá de la capacidad de retentiva) elaborará estrategias para no perder las cosas cuando tiene que salir rápido de casa.
El deseo inconsciente al extraviar las cosas
Desde el punto de vista psicoanalítico, esas pérdidas parece que son una expresión de un deseo inconsciente. En otras palabras, el inconsciente se impone sobre la mente racional en función de un deseo que no es reconocido desde la consciencia. Se extravían las pertenencias que se quieren extraviar. Es una manera de expresar el rechazo al significado de las mismas.
De este modo, perder las llaves es una forma de manifestar el deseo de no entrar de nuevo en casa o de no estar presente en alguna situación que se anticipa.
Extraviar las gafas implicaría el deseo inconsciente de no querer ver alguna situación o de no trabajar en algo que se rechaza.
También es posible que las cosas se dejen en algún lugar específico porque, sin pretenderlo, se desea compensar a quien habita o trabaja allí.
Olvido y castigo inconsciente
A veces, hay fuerzas más complejas que están involucradas, como cuando uno desea (sin pretenderlo) propinar un castigo.
Por ejemplo, una persona mete la mano en su bolsillo y deja caer unos billetes con una suma importante. Quizás en días pasados se negó a comprar algo que su familia necesitaba, o se siente culpable por la desgracia económica de alguien amado.
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¿Cómo luchar contra los olvidos cotidianos?
En primer lugar, es crucial reconocer que los olvidos pueden ocurrirle a cualquier persona y en cualquier momento. A menos que lleguen a convertirse en una limitación para realizar alguna actividad o que tengan un rasgo patológico, extraviar las llaves o la billetera es algo que le ocurre a la mayoría de las personas con frecuencia. Con base en esta idea, ten en cuenta lo siguiente.
- Presta atención a cómo te defines: es diferente pensar que «he tenido un descuido ocasional» a decir «siempre olvido todo, ¡soy un desastre!». Trátate con amabilidad y respeto.
- Recorre con la mente la trayectoria: esta es la técnica más sencilla para encontrar aquello que pierdes. No garantiza un 100 % de éxito, pero te ayuda a tomar consciencia de los pasos y acciones que das.
- Utiliza estrategias de organización: agendas, notas, alarmas… Son muchas las formas de no depender de la memoria a la hora de pasar por momentos frenéticos del día.
- Mantén el orden en el entorno: es fácil perder las llaves si cada día las dejas en un lugar. Cada objeto cotidiano debe tener un sitio, pues esta es la referencia para encontrar cosas de manera automática.
- Añade consciencia a las acciones: por ejemplo, decir en voz alta «estoy dejando las gafas en la mesilla de noche». De esta manera, los objetos no se depositan sin pensar, sino que se hace como un acto consciente y después se recuerda mejor.
- Visualizar tareas pendientes: la visualización es una herramienta poderosa para activar la memoria. Por ejemplo, puedes relacionar el hecho de mirar la nevera con acordarte de hacer la compra.
- Frena el ritmo de vida: sí, es más fácil de recomendar que de llevar a cabo, pero la mayoría de las veces es la vorágine de tareas y acontecimientos de la vida lo que vuelve a alguien despistado. Trata de no pasar el día en modo automático.
- Cuida de la salud emocional: muchas de las quejas subjetivas de olvidos proceden de un estado emocional negativo. En concreto, la sintomatología ansioso-depresiva está relacionada con una mayor frecuencia de despistes.
¿Te preocupa extraviar las cosas con bastante frecuencia?
Es posible que, después de leer todo esto, aun así te sigan preocupando los olvidos o creas que tu despiste va más allá de la genética o del ritmo de vida frenético que llevas.
No te quedes con las dudas: acude al psicólogo o a al profesional de la salud general y coméntaselo. Más importante todavía que recordar dónde te dejaste el paraguas es cuidar de tu salud y bienestar psíquico.
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