La regla de las 5 horas, una herramienta para crecer

La regla de las 5 horas es un método derivado de las rutinas de Benjamín Franklin. Sus premisas son sencillas y el esfuerzo para seguirlo tampoco es muy grande.
La regla de las 5 horas, una herramienta para crecer
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 05 agosto, 2020

La regla de las 5 horas es una herramienta sencilla y fácil de aplicar, apta para un propósito que la mayoría de nosotros tenemos: mejorar. Es utilizada en el mundo entero desde hace años, por personas como Bill Gates, Barak Obama o Elon Musk.

La persona que dio a conocer la regla de las 5 horas fue un famoso empresario llamado Michael Simmons. No fue él quien la inventó, pero sí quien rastreó las huellas de grandes hombres. Se encontró con uno que llamó especialmente su atención: Benjamín Franklin.

Franklin fue lo que podríamos llamar “un hombre de éxito total”. No solo se le considera uno de los próceres de Estados Unidos, sino que también fue presidente de ese país y aun así le quedó tiempo para pasar a la historia como inventor también y como un interesante escritor. Su secreto fue lo que Simmons llamó: la regla de las 5 horas.

“¿Amas la vida? No desperdicies el tiempo porque es la sustancia de que está hecha”.

-Benjamín Franklin-

Benjamin Franklin
Benjamin Franklin

La regla de las 5 horas

La regla de las 5 horas es una fórmula muy sencilla y práctica. Consiste en dedicar cinco horas de la semana a diversas prácticas de aprendizaje , completamente voluntarias. El objetivo no es otro que alentar el proceso de crecimiento personal y estimular la actividad intelectual.

Lo que hace tan atractiva a la regla de las 5 horas es que se trata de una disciplina muy fácil de aplicar, pero que además resulta eficaz. Funciona porque es un método sencillo, en el que se avanza de manera acumulativa y mantiene vivo el proceso de evolución constante.

El secreto también está en que esas cinco horas no se deben dedicar al aprendizaje formal, sino a algo que se elija voluntariamente. No solo es una manera de avanzar, sino que también produce satisfacción porque es un espacio dedicado a asuntos que realmente son de interés personal, sin ningún tipo de imposiciones.

Benjamín Franklin y su evolución

Michael Simmons estudió la vida de Benjamín Franklin y se encontró con un hombre muy disciplinado, que ni siquiera tuvo la oportunidad de adquirir un aprendizaje formal. Dejó la escuela con apenas tenía 10 años y escasamente había adquirido una formación básica.

Franklin era hijo de un empresario dedicado a la producción de velas y jabones. Sus ganancias no eran tantas como para permitirse que su hijo siguiera estudiando. Lo que sí necesitaba era mano de obra en la empresa, un trabajo que era una auténtica tortura para Franklin. Tampoco ganaba mucho en él, ya que debía compartir los ingresos con sus 14 hermanos.

Harto de la situación, decidió alejarse de la “protección” de su padre. Con algo de fortuna y mucho de tenacidad, consiguió trabajo en una imprenta. Allí se vio obligado a revisar los linotipos para componer las páginas que debían imprimirse y, casi por obligación, comenzó a leer sus contenidos. Así, encontró todo un mundo en esas letras y tuvo la lucidez para intuir que en aquellas páginas podría encontrarse un futuro prometedor para él.

La disciplina de Franklin

Benjamín Franklin quería llegar lejos y dedujo que para hacerlo debía sacarle el máximo partido posible al tiempo del que disponía. Si seguía trabajando como dependiente de la imprenta, era difícil que pudiese evolucionar. ¿Qué podía marcar la diferencia? Encontró que había dos factores decisivos: el conocimiento y la disciplina.

Esto lo llevó a diseñar un conjunto de principios a los que permaneció fiel por toda su vida. Elaboró una rutina que siguió al pie de la letra cada día. Se estructuraba en los siguientes pasos:

  • Levantarse temprano y dedicar la primera hora del día a leer y escribir.
  • Fijarse metas cada mes y revisarlas todos los días para evaluar su avance.
  • Crear un club con personas que tuvieran las mismas inquietudes y quisieran cambiar el mundo, para intercambiar ideas y estimular el intelecto.
  • Transformar cada una de sus ideas en experimentos concretos.
  • Dedicar unos minutos de cada día a reflexionar, tanto en la mañana como la tarde.
Mujer pensando sobre la autoconsciencia

Aplicar la regla de las 5 horas

Incorporando estos puntos a su rutina, Franklin se planteó la regla de las 5 horas, en la que existen tres actividades cruciales: leer, reflexionar y experimentar. En principio, lo que se debe hacer es dedicar una hora del día a alguna de estas actividades, con la condición de que sea totalmente voluntario.

La lectura provee, no solo un incremento de la destreza intelectual, sino información valiosa que enriquece las ideas propias. La reflexión, por su parte, es una manera de digerir los contenidos a los que se tiene acceso y decantarlos de tal modo que se les pueda sacar mayor provecho. Franklin reflexionaba a solas y con su club de amigos.

Finalmente, la experimentación es la prueba de fuego. No solo nos hace entrar en contacto con el mundo tangible, sino que también es una forma de evaluar la validez de las ideas, las conjeturas y las apreciaciones. Franklin experimentaba con los conocimientos en ciencias naturales, pero también en cualquier área. Su método, sin duda, es muy atractivo. ¿Te animas a probarlo?


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  • Trías, M., González, P., Fajardo, S., & Flores, L. (2009). Las 5 W+ H y el ciclo de mejora en la gestión de procesos. Innotec Gestion, (1 ene-dic), 20-25.

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