Megalómano: 11 características

Los megalómanos son personas con un concepto de sí mismos elevado. Apunta sus principales características.
Megalómano: 11 características
José Padilla

Revisado y aprobado por el psicólogo José Padilla.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 24 mayo, 2023

¿Conoces a alguna persona que posea la convicción de que todo lo que dice, piensa o hace es grandioso? Si la respuesta es afirmativa, probablemente tengas que sopesarlo con estas características de un megalómano. Se trata de ese tipo de persona que desprecia a los demás porque se considera superior a ellos debido a una egolatría sobredimensionada. Ahora bien, ¿cómo identificarlos? Te lo contamos.

¿Qué es la megalomanía?

Aunque es bastante frecuente encontrar personas orgullosas de sí mismas, con una visión optimista sobre sus capacidades y que se creen capaces de todo, a veces, no resulta tan sencillo saber si son megalómanos o no. Una pista sería que esa autopercepción tan elevada se acompañase de un rechazo o desprecio de todo aquel que lo rodea por considerarlo inferior.

El término deriva del griego, conjuntando los vocablos megas, es decir, grande, y manía, que sería obsesión. La megalomanía es una condición psicológica incluida en el trastorno narcisista de la personalidad como sintomatología, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM – V).

No obstante, para saber si una persona presenta megalomanía como parte de un trastorno, se presta atención a si existen o no ideas delirantes, es decir, si experimentan fantasías de poder, relevancia y omnipotencia que le llevan a considerarse como el mejor. Esta es la principal diferencia con respecto a una persona narcisista; ya que un narcisista tiene complejo de inferioridad y solo crea una coraza.

De hecho, como bien describe un estudio publicado por la Revista Psicología Política, personajes históricos como Napoleón Bonaparte, Hitler, Stalin o Mao Zedong, son personalidades a las que se les atribuye rasgos de megalomanía y narcisismo; rasgos que a algunos de ellos les impulsaron al planteamiento de nada menos que la conquista del mundo.

Hombre orgulloso representando si eres un narcisista

Si profundizamos en su idiosincrasia, descubrimos que todos ellos se creían los únicos capacitados para salvar sus territorios y conquistar nuevos países para engrandecer su patria. Se veían a sí mismos como imprescindibles salvadores, en constante búsqueda del agrandamiento del poder en una espiral de verdadero delirio.

Y es que las personas que manifiestan el impulso de alzarse como los agentes únicos de las más grandes conquistas, bajo la creencia de tener el poder absoluto, experimentan un agravamiento de sus síntomas patológicos como consecuencia, precisamente, de ese creerse responsables y capaces de lo inalcanzable. Como la historia ha demostrado, estos acaban por convertirse en peligrosos gobernantes capaces de las más temerarias acciones.

«Un megalómano no solo se creerá capaz, por sí solo, de lo que los otros no pueden hacer; por este exceso de responsabilidad tenderá también, menos explícitamente, a culparse a sí mismo por las consecuencias de actos y actitudes que en realidad no son solo suyas». 

Así, un megalómano tiene un concepto de sí mismo desproporcionado y ansía la valoración social, la cual atribuye al logro de posiciones de poder y relevancia. Sin embargo, aunque muestren mucha seguridad en sí mismos, si se analiza en profundidad su personalidad, se puede detectar que son individuos con más carencias y un inesperado sentimiento de inferioridad o vacío social.

Ser un dirigente megalómano

¿Qué perfil asumen este tipo de personalidad de forma más común? Las personas que ocupan un cargo relevante, importante o que tenga poder a veces pueden adquirir una percepción distorsionada de sus obras. Esta exageración llega hasta el punto de que para ellos ninguna persona es capaz de admirar su arte: sus capacidades, habilidades, belleza, poder adquisitivo, logros académicos, etc., son imposibles de entender para quienes estén a su alrededor.

Por otro lado, esto resulta chocante para aquellos que reciben esta información. Quienes conocen a un megalómano piensan incluso que tal grado de exageración puede ser una obra, pero esto solo se debe a la aparente seguridad que desprenden.

Su deseo de reconocimiento en el caso de algunos artistas, por ejemplo, está relacionado de forma directa con conseguir fama a través de distintos medios. De esta forma, intentan mostrarle al mundo su aparente superioridad y grandeza. Además, lejos de ser una etapa corta o que dure una temporada, en ciertos individuos puede incluso durar toda una vida. 

«Pero para el genuino gran megalómano no basta con poseer el poder en vida. El ejercicio del poder en la tierra no debe ser más que una escala en el viaje a la inmortalidad». 

Pedro Arturo Aguirre (2014)



11 características para detectar a un megalómano

Todas estas características, sobre el papel, suenan muy simples. No obstante, a la hora de aplicarlas a la realidad puede resultar algo difícil pasar de la abstracción a lo concreto. Por eso, aquí tienes algunos rasgos definitorios de los megalómanos, sustentados por el Instituto Europeo de Psicología Positiva:

  1. Son sumamente presumidos. Sienten que su presencia es imprescindible en cualquier reunión.
  2. Se creen indestructibles, capaces de solucionar cualquier problema que se les plantee. Son capaces de todo para conseguir poder y esto incluye la manipulación de los demás.
  3. Se comportan como si fuesen omnipotentes y les gusta poner a prueba las capacidades de las personas que les rodean para jactarse de ellos.
  4. Se consideran con una fortaleza y capacidad sin límites. Sin embargo, lo que les ocurre con este pensamiento, en general, es que se meten en problemas debido a que estos superan sus recursos o habilidades.
  5. Les gustan las pruebas y los riesgos para llevar hasta un punto extraordinario capacidades que, en realidad, no poseen.
  6. No suelen aprender de sus errores y, por tanto, la experiencia no hace que corrijan sus fallos.
  7. Poseen una imagen narcisista e idealizada de sí mismos.
  8. Se fijan en la manera en la que los demás reaccionan ante lo que ellos hacen o dicen. Si son rechazados por los otros a causa de sus desajustados comportamientos, piensan que el problema es de los demás.
  9. La vanidad, apoyada en un ego fuertemente sobrevalorado y alimentado por un marcado complejo de superioridad, les hace despreciar todo aquello que no se refiera a sí mismos.
  10. Sufren sesgos (y a veces delirios) de referencia. Creen que muchos de los estímulos de su ambiente tienen que ver con ellos mismos o les mandan mensajes.
  11. Tienen problemas en su vida diaria. Puesto que su comportamiento incluye el desprecio y los malos tratos hacia los demás, los megalómanos tienden a tener problemas con sus amigos, familiares o incluso en el trabajo.

«No le insistas a nadie. Ni a un amigo que te ayude, ni a un amor que se quede, ni a tu padre que te quiera, si no sale de uno; ¿para qué?».

-Anónimo-

Chica hablando con su amiga



Freud y la megalomanía: perspectivas del psicoanálisis

Uno de los profesionales del campo de la ciencia que más estudio los rasgos psicopáticos y la megalomanía fue Sigmund Freud. Él mismo la consideraba una característica de las personalidades con rasgos neuróticos a la hora de evaluar a sus pacientes. Es más, la consideraba, a su vez, un obstáculo para el estudio de los psicoanalistas. En esta línea, cabe destacar otras aportaciones.

  • Edmund Bergler, psiquiatra austríaco que coincidía con Freud, añadió que la megalomanía puede activarse de nuevo a modo de juego con el tiempo.
  • Otto Fenichel, otro psicoanalista austríaco, añadió que las personas que niegan el daño narcisista atraviesan una regresión parecido a la megalomanía de los primeros años de vida. Es decir, algo así como el periodo de aceptación que pasan, por ejemplo, las personas con depresión cuando se piensan que no son «lo suficientemente buenos que tendrían que ser para algo», como bien indica un artículo publicado por la Revista Chilena de neuro-psiquiatría.

Años más tarde, la corriente psicodinámica posterior (en particular, de Norte América y Gran Bretaña) definiría después la megalomanía como un trastorno que sirve de mecanismo de defensa. Es decir, la realidad no permite satisfacer sus impulsos y por eso el poder ilimitado se muestra como la mejor herramienta para conseguirlo.

Hoy en día, el concepto de megalomanía desde el punto de vista de Freud es un tanto contraproducente. Hay perfiles con un ego elevado y una gran autoestima, pero con la personalidad megalómana se parte de un trastorno mucho más complejo y grave que debe ser revisado por un profesional. Sin embargo, es verdad que las teorías derivadas de su pensamiento y de aquellos autores a quienes inspiró fueron un antes y un después en los avances del entendimiento del trastorno.

¿Qué hay detrás de la personalidad de un megalómano?

El megalómano se niega a reconocer que en su interior alberga a una persona miedosa, acomplejada y carente de cariño. Por ello, utiliza la agresión verbal o la imposición de su falsa omnipotencia como mecanismo de defensa.

Por otro lado, por su temor a ser superado, ridiculiza a toda persona que le haga sentirse amenazado y, como consecuencia, daña a todos los que percibe como una amenaza para su ego. No obstante, tras esa máscara se refugia una persona llena de inseguridad y con un sentimiento de incapacidad que lucha por no mostrarse vulnerable ante los demás.

Al tratar de exagerar sus capacidades y dramatizar sus logros, el megalómano manifiesta, sin pretenderlo, una autoestima débil y una escasa capacidad para afrontar la frustración.

La arrogancia y exceso conductual del megalómano suele llevarlo a una situación de profunda soledad, ya que no suele ser aceptado por los demás. Otras veces, es él mismo el que se aísla; su sentimiento de superioridad le mantiene al margen de la interacción con aquellas personas que considera inferiores.

Ahora bien, esa soledad, tanto recibida como autoimpuesta, desemboca en una fuerte sensación de vacío emocional, que puede agravar aún más su malestar y acrecentar la sintomatología patológica.

«Tu peor enemigo siempre será tu mente. ¿Sabes por qué? Pues porque ella conoce todas tus debilidades».

-Anónimo-


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