Neurocriminología: una disciplina cada vez más necesaria

Buena parte del comportamiento delictivo podría tener una base neurobiológica. En este sentido, se señala que en un futuro podríamos prevenir la violencia y la criminalidad.
Neurocriminología: una disciplina cada vez más necesaria
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 19 agosto, 2022

Primitivos, salvajes e incluso involucionados. Así describía Césare Lombroso a los criminales en el siglo XIX. Las polémicas teorías de este médico y criminólogo italiano señalaban incluso que existían ciertos rasgos físicos que permitían identificar a la persona que tendía en mayor grado a la violencia y la conducta delictiva.

Sin embargo, Adrian Raine, profesor de criminología y psiquiatría de la Universidad Richard Perry, no dudó en rescatar al doctor Lombroso en su célebre libro La anatomía de la violencia. Si retiramos las variables del racismo subyacente y la obsoleta teoría de la frenología, hay algo que debemos agradecerle al fundador de la criminología positivista. La conducta delictiva muestra unas raíces biológicas que debemos conocer.

Es más, el comportamiento delictivo y la violencia se consideran cada vez más como uno de los problemas de salud pública más relevantes en todo el mundo. Estamos ante un fenómeno biopsicosocial en el que si bien es cierto que no podemos excluir de él factores psicológicos y sociales, hay un aspecto en el que vale la pena profundizar: el neurológico.

Hombre violento con un puño cerrado representando la Neurocriminología

¿Qué es la neurocriminología?

Cuando hablamos de la criminalidad, a muchos nos vienen a la mente figuras como Ted Bundy, John Wayne Gacy (Pogo el Payaso) o Jeffrey Dahmer (el carnicero de Milwaukee). Bien, lo cierto es que la conducta delictiva y violenta acontece cada segundo en todo el mundo y de múltiples maneras. No todas las agresiones, robos o comportamientos psicopáticos aparecen en los medios o son objeto de una serie en Netflix.

La violencia ha sido, es y será uno de los problemas con mayor impacto en nuestra sociedad. Es aquí donde la ciencia ocupa su lugar destacado. De este modo, la neurocriminología se define como la disciplina que aplica una serie de metodologías y técnicas de estudio orientadas a comprender, predecir, tratar e incluso prevenir la violencia y la propia criminalidad.

Bien es cierto que algo así no está exento de ciertos problemas ético-legales. Un ejemplo: el doctor Adrian Raine señala que podríamos llegar a un punto en un futuro en el que todos los hombres de 18 años o más se someterían a un escáner cerebral y una prueba de ADN para poder predecir el riesgo del comportamiento violento.

Poner el foco en el género masculino no es casual, pues hay nueve asesinos masculinos por cada asesina femenina.

El desarrollo de la violencia y las bases neurobiológicas

Hay algo evidente. El aspecto biológico no es la única explicación de las causas del comportamiento delictivo. El entorno, haber padecido maltratos, abusos y negligencia son un factor de riesgo. También tendrían cabida aspectos relativos a la gestación, como es el consumo de drogas durante el embarazo. Asimismo, no podemos excluir el contexto, como bien nos demostró Philip Zimbardo en el célebre experimento de la cárcel de la Universidad de Stanford.

Ahora bien, los avances en las técnicas de neuroimagen y el poder monitorear la actividad cerebral han sido claves para comprender mucho más la conducta violenta. Ahora, la neurocriminología es una pieza indiscutible más del rompecabezas junto con las sociales y ambientales.

De ese modo, trabajos como el realizado en la Universidad de Valencia por parte de Luis Moya Albiol, catedrático de psicobiología, nos indican que existe todo un complejo sistema neural y sustancias químicas capaces de regular la conducta violencia. Lo analizamos.

Bases neurobiológicas de la violencia

Esa red que, según la neurocriminología, estaría implicada en el comportamiento violento, comprende estructuras como las siguientes:

  • La sustancia blanca de la corteza prefrontal.
  • La amígdala, la cual desempeña una función clave en el desarrollo de comportamientos agresivos.
  • El hipotálamo, esencial en la expresión del estado emocional.
  • Asimismo, el neurotransmisor más vinculado al comportamiento violento es la serotonina (a niveles más bajos mayor riesgo de conductas agresivas).
  • La noradrenalina también forma parte de las bases neurobiológicas de la agresividad. 
  • Por otro lado, sustancias como las catecolaminas, el GABA, el glutamato, la acetilcolina, el óxido nítrico, la vasopresina, la
    sustancia P, la histamina y los opioides endógenos se encuentran también implicados.

Neurocriminología y neuroética

Lo señalábamos al inicio: el avance de la neurocriminología como disciplina abre también la aparición de cierto desafío ético-legal. Un ejemplo: los delincuentes violentos pueden ser vistos de pronto como víctimas de una alteración cerebral. Un déficit a la hora de procesar las emociones o de empatizar puede poner en duda si estos delincuentes son responsables o no de los actos cometidos.

De ese modo, tal y como nos explica el doctor Moya en el trabajo antes citado, la neurocriminología abre nuevos frentes en los que vale la pena reflexionar: ¿qué implicaciones se derivarían de la predicción del comportamiento criminal futuro? ¿Podría ser útil su aplicación para la sociedad?

Pruebas de un cerebro para ver relación de la Neurocriminología

Crímenes y genética

La relación entre la violencia y la genética también es un tema al que se le está dedicando atención y que no está exenta de debate. Si bien se han encontrado correlatos entre determinados genes y el desarrollo de condiciones neurológicas que cursan con impulsividad y conductas antisociales, la correlación significativa sigue siendo una ilusión con los medios que se disponen en la actualidad. 

La neurocriminología positiva

Si bien es cierto que la neurocriminología busca comprender, tratar y prevenir el comportamiento violento, dentro de esta disciplina también se puede abrir paso a un enfoque tan interesante como enriquecedor. La psicología y la criminología pueden unirse para intervenir de una manera más holística, yendo más allá de la propia conducta negativa o problemática.

Un modo de rehabilitar e incluso de prevenir el comportamiento violento estaría también en trabajar aspectos positivos del comportamiento. Entre ellas destacan las emociones, la empatía, la conducta prosocial, el altruismo, la reducción de la impulsividad y la potenciación de las experiencias positivas, además de las fortalezas humanas como la bondad o la felicidad.

Para concluir, aunque la biología no nos determina al 100 %, es un factor de riesgo que debemos comprender. La neurocriminología es una disciplina en auge que nos podría permitir en un futuro no muy lejano y prevenir con mayor eficacia la violencia.


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  •  A., Raine, The Anatomy of Violence (Random House LLC, 2013)
  • A. Raine, Reduced Prefrontal Gray Matter Volume and Reduced Autonomic Activity in Antisocial Personality Disorder (2000). Arch Gen Psychiatry. Available at
  • Moya A, L., Sariñana G, P., Vitoria E, S., & Romero M, Á. (2017). La neurocriminología como disciplina aplicada emergente. Vox Juris33(33), 15–20. Retrieved from https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6058766.pdf
  • Moya-Albiol, L. (2015). Neurocriminología. Psicobiología de la violencia. Madrid: Pirámide.
  • Brewer, J. GENES AS A DEFENSE TO HOMICIDE: TRENDS IN NEUROCRIMINOLOGY.

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