Quién soy yo
¿Quién soy yo? Aunque no lo creas, esta es una de las preguntas más relevantes que toda persona se hace (y es bueno que lo haga) en algún momento de su vida. Cabe decir, eso sí, que la respuesta nunca es fácil, porque implica revelar el propio ser, desnudarnos emocionalmente y retirar un sin fin de capas de cebolla, resistencias y corazas para alcanzar ese territorio privado, donde residimos con autenticidad.
En esa búsqueda por encontrarnos, a menudo calibramos mal nuestra brújula. Hay personas que buscan de forma constante la aprobación de otros para tener un punto de referencia, o una falsa sensación de seguridad. Como esa amiga que va de compras acompañada y continuamente pregunta: ¿Cuál de las dos prendas te gusta más? Y al final, el armario de la persona que va a comprar se parece menos a los gustos reales de ella que a los de quien la acompaña.
“Conocerse a uno mismo no solo es la cosa más difícil, sino también la más incómoda”.
-H.W. Shaw-
Admitámoslo, definir nuestra identidad es un desafío que puede durar toda la vida. Sin embargo, lejos de transitar eternamente en pro de esa búsqueda por aclarar quién somos, sería mejor plantearnos otra sencilla pregunta: ¿qué es lo que quiero para mí? …
Identidad propia e identidades ajenas
Cuando uno empieza la carrera de psicología es común que se encuentre entre las primeras asignaturas el tema de la identidad humana. Este concepto, esta idea, fue desarrollada en su día por Erik Erikson. Este psicoanalista, experto en psicología del desarrollo, definió la identidad cómo ese pilar básico que todo adolescente debe clarificar para embarcarse en una madurez más segura y feliz.
- Ahora bien, la realidad nos dice que muchos de nosotros llegamos a la edad adulta arrastrando la misma pregunta… ¿quién soy yo? Así, y según nos explica un curioso estudio publicado por la Universidad de psiquiatría y medicina de la Universidad de California en la revista Journal of Research Practice, parece ser que en cada uno de nosotros habitarían varios “yos”, diversas identidades sin clarificar y que nos cuesta mucho definir.
- Estaría por ejemplo ese “yo” social que busca encajar en todos sus entornos. Estaría a su vez ese “yo” más íntimo, con sus propias necesidades, ansiedades y pulsiones, y estaría por último ese “yo” ideal, ese lado que aspiraría a ser de tal modo, a conseguir determinadas cosas, a aspirar a ciertas metas y objetivos.
Por otro lado, un aspecto más que evidente, es lo poco que nos cuesta explicar cómo son los demás. Definir los defectos y las virtudes ajenas es una tarea que a muchas personas no les supone esfuerzo alguno.Así, cuando les preguntan ¿Cómo es ella o él? empiezan a hablar con fluidez y seguridad, poniendo ejemplos reales que acompañan a cada adjetivo que proyectan.
En cambio, si a esas mismas personas les pides que se definan ellas mismas, sufren un paradójico y extraño mutismo. Y es algo mucho más habitual de lo que podemos pensar. ¿Por qué es así? ¿Por qué no sabemos responder a un simple “quién soy yo”?
“A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea”.
Thomas Szasz
La respuesta a esta pregunta es bastante simple. El ser humano está mucho más acostumbrado a usar los valores de juicio estable con las demás que consigo mismo. Es muy difícil, ya no pensar en cómo somos, sino en ser objetivos con nosotros mismos.
En segundo lugar, al convivir todo el día con nosotros tenemos ejemplos de acciones que pueden ser contradictorias, somos más conscientes de nuestra evolución y no nos gusta encasillarnos en un adjetivo. Entendemos que somos mucho más complejos que cualquier palabra o grupo de palabras, y de ahí, que cueste tanto definirnos.
“Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”.
Benjamin Franklin-
No saber quién soy: ¿una crisis de existencial?
Afrontar la pregunta ¿Quién soy yo? y no saber la respuesta puede generar ansiedad, malestar y miedo en algunas personas; a tal punto, que éstas emociones terminan controlándolas.
En estos casos, es probable que estemos ante una crisis existencial, la cual debe ser abordada adecuadamente si no queremos sufrir sus efectos desgastantes ¿La solución? Volver a conectar con uno mismo dejando nuestros miedos atrás y aceptando todo lo que vamos descubriendo de nuestro ser y esencia.
Con esto no queremos decir que todos aquellos que no saben responder a la pregunta estén atravesando una crisis existencial ni mucho menos. Sólo hacer la salvedad de que esta pregunta puede ser una fuente de profundo malestar para algunos y que, en estos casos, debe ser abordada debidamente. De hecho, un terapeuta puede ser de gran ayuda para encontrarnos con nosotros mismos.
¿Quién soy yo? La respuesta es más simple de lo que crees
¿Quién soy yo? ¿Soy quién se refleja en el espejo? ¿Soy lo que pienso? ¿Soy lo que me ha pasado o lo que me gustaría aspirar a un futuro? Todas estas preguntas son válidas para definirnos. Porque en realidad, la propia identidad es un puzzle de cientos de piezas donde todo debe encajar: somos lo ya vivido y lo deseado, somos un cuerpo, pero también nuestras emociones, pensamientos, valores y deseos.
Por tanto, para aspirar a esa identidad firme, valiente y resuelta lo que necesitamos es hallar armonía interna entre todas esas piezas interiores. Necesitamos estabilidad, aceptación, amor propio y fortaleza interior y un toque de ilusión. Porque n uestra identidad debe verse como un proceso continuo. No es una imagen instantánea y estática sino un estado que está en constante crecimiento, y de ahí, que nunca deba faltar la esperanza y el optimismo para dar forma a una identidad más luminosa, capaz de alcanzar sus metas.
Así, y para pensar en ello, sería positivo que de vez en cuando te guardes un tiempo para tener una cita contigo mismo. De este modo, podrás reflexionar sobre quién has sido, quién eres y en quién te estás trasformando. Para que de nuevo, y cada cierto tiempo te hagas esa pregunta que tanto temes “¿Quién soy yo?”.
Estos momentos de introspección, de reflexión en soledad, te ayudarán a conocerte, a descubrir tu propia verdad. Solo si te preguntas “quién soy yo” encontrarás las respuestas dentro de ti. Respuestas que en algún momento esperabas que te diesen otras personas, pero que realmente eres tú quien debe descubrir.
Ahora bien, este proceso es algo más complicado que el acto de hacernos una pregunta. Hay que conocerse, hacerlo en profundidad y de una manera completamente sincera. Para ello, nada mejor que empezar a hacer eso que te causa satisfacción, como puede ser leer, caminar o ir a la playa. Acciones para las que la soledad no solo no es un impedimento, sino que puede ser una ventaja.
Por supuesto, también puedes pedir opinión o asesoramiento. La imagen que los demás tienen de ti te puede dar algunas pistas muy interesantes y ayudarte a descubrir tu verdadero yo. Sin embargo, hay que tener cuidado pues no siempre lo que los demás piensen sobre ti te define.
“Uno debe conocerse a sí mismo. Aún si esto no sirviera para descubrir la verdad, al menos es útil como regla de vida, y por lo tanto no hay nada mejor”.
-Blaise Pascal-
Por último y para concluir, debes recordar algo muy importante: tú tienes la capacidad de elegir lo que es mejor para ti cuando te conoces. Una vez sabes quién eres, es más fácil definir qué quieres, y aumentarás las probabilidades de que tus decisiones sean más acertadas.
El verdadero viaje hacia el conocimiento es el autoconocimiento. Puedes conocer mucho acerca del mundo que te rodea, pero necesitarás encuadrarlo en el contexto lógico, formal y racional que conforma tu propia identidad. ¿Te encuentras ahora preparado para responder a la pregunta “quién soy“?