El incentivo de la crueldad: devaluar al otro para parecer inteligente

¿Alguna vez te has encontrado a alguien que criticaba tu forma de hacer las cosas, para aparentar que era más competente? Hay quien necesita tener un mayor estatus intelectual y para ello, ataca a los demás. Te exponemos qué hay detrás de esta conducta.
El incentivo de la crueldad: devaluar al otro para parecer inteligente
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 24 marzo, 2023

Hay una regla no escrita. Es la referente a que muchos entornos laborales son como una selva, escenarios complejos en los que habita la más variada «fauna». En ellos conoceremos, cómo no, a compañeros fabulosos y líderes inspiradores. Sin embargo, también encontraremos perfiles muy competitivos, engañosos, algún que otro narcisista, y puede que un incompetente que vive de las apariencias.

Profundicemos en esta última tipología, es decir, en quienes saben que no son tan hábiles como los demás, pero ansían sobrevivir a toda costa e incluso alcanzar puestos de influencia. Existen personas que, cuantas menos habilidades tienen, más agresivos se muestran. Es un mecanismo de defensa, una estrategia algo ruin que nos llama bastante la atención.

La investigación social nos dice que muchas veces cuando alguien usa el comportamiento crítico o abusivo, lo que busca es poder e incluso aparentar mayor inteligencia. De algún modo, la reminiscencia del «ejecutivo agresivo» sigue apareciendo en muchos escenarios de trabajo. Son como huesos de dinosaurio de los que cuesta deshacerse del todo. Profundicemos un poco más en esta conducta.

La violencia verbal que se vive a menudo en el trabajo, es una forma de obtener poder sobre los demás. Son conductas que no deberíamos permitir.

Hombre enfadado
Hacer un juicio negativo sobre alguien es una estrategia para mostrar ante una audiencia una aparente resolución y una falsa competencia.

El incentivo de la crueldad: ¿en qué consiste?

Puede que te hayas visto en la siguiente situación. Formamos parte de un equipo de trabajo en el que son necesarias las ideas innovadoras, los enfoques originales para alcanzar unos objetivos de grupo y de empresa. En un momento dado, formulamos una propuesta y, al poco, alguien nos la rebate con dureza. Así se repite una y otra vez.

Es cierto que las perspectivas críticas pueden ser enriquecedoras. No obstante, esta figura lo que hace es devaluarnos como quien aplasta una bola de papel con la suela del zapato. Hay saña y hay desprecio. Lo que persigue a menudo quien nos hace un juicio negativo es reforzar ante los demás una autoimagen de resolución y autoridad. También de —aparente— competencia.

No importa lo buena que sea nuestra idea. Ciertas figuras la pueden pisotear con los más inusitados argumentos, para dar la imagen de «yo sé más que tú y tus propuestas son de lo más ridículas». El incentivo de la crueldad define el comportamiento agresivo y devaluador que una persona puede infligir a otra, con el fin de parecer más brillante.

El incentivo de crueldad es un fenómeno que aparece con frecuencia en redes sociales.

Maquiavélicos en busca de reconocimiento

El término «incentivo de la crueldad» fue acuñado hace más de cuarenta años por la doctora de la Universidad de Stanford, Teresa Amabile. Fue gracias a diversas investigaciones mediante las que demostró algo interesante. En los escenarios laborales, las personas inseguras, a menudo, pretenden derribar a otras para obtener estatus intelectual.

Con tal fin, lo que hacen es juzgar de manera negativa a quien evidencia mayores habilidades o competencias, para así invalidarlo. A su vez, mediante esa estrategia, quiere ganar cierta reputación ante el entorno, cierto carisma y una falsa resolución. Algo que destaca la doctora Amabile, es que a veces puede darse el caso de que, efectivamente, esa forma de maquiavelismo dé una imagen de falsa brillantez.

Son sin duda situaciones muy distorsionadas, pero que, tristemente, se siguen viendo. Ejemplifican al directivo o directiva de una empresa que ataca el desempeño de algún empleado parar reforzar su poder. De cara a la compañía puede parecer efectista, pero a corto y largo plazo estas conductas tienen un coste.

Un fenómeno frecuente en redes sociales

Es posible que este fenómeno nos parezca propio de otra época. Esa en la que muchos ejecutivos o gerentes hacían uso de un liderazgo autoritario. Sin embargo, cabe señalar que, si hay un territorio abonado para el incentivo de la crueldad, son las redes sociales.  Casi cada día nos encontramos con usuarios que denuncian, pisotean y critican los comentarios y aportaciones de los demás.

Es frecuente que cuando alguien con autoridad, en cualquier campo del conocimiento, publica una noticia o aporta unos datos, al poco aparece toda una horda de comentarios agresivos. Señalamos, una vez más, que las críticas fundadas y respetuosas son útiles. Ahora bien, lo que se busca con frecuencia es despreciar al experto, vilipendiarla para ganar en autoridad.

Lo vimos en la pandemia. De pronto, surgían usuarios en redes sociales que parecían saber más que los científicos. Sucede, a su vez, en cada suceso de la actualidad. Ya sea en aspectos económicos, en catástrofes naturales o aspectos bélicos, siempre crecen los que atacan a golpe de tuits para lograr relevancia.

El incentivo de crueldad prevalece en los escenarios dominados por mentalidades fijas que bloquean su propio crecimiento.

A veces estamos en un trabajo que no nos gusta por necesidad
Quien devalúa al otro solo para ganar poder, interfiere en el buen funcionamiento de un entorno laboral.

Con el comportamiento agresivo todos perdemos

El incentivo de la crueldad tiene la voz del padre autoritario que educa en el miedo a sus hijos. Son presencias que quieren minar autoestimas ajenas para ejercer el control sobre otros y lograr visibilidad. Se da por sentado que quien más grita, quien más palos pone en las ruedas de los demás, más éxito logra en un entorno laboral.

Sin embargo, la realidad es otra. Estamos ante una conducta más peligrosa que el efecto Dunning-Kruger (personas con escasas destrezas, pero que actúan como si fueran expertos). Porque en este caso, lo que tenemos es a hombres y mujeres que además de actuar de forma violenta, vetan y dificultan el crecimiento de una empresa.

La creatividad no fluye cuando hay ataques y menosprecios. Los avances y objetivos no se alcanzan cuando alguien vive de arremetidas para obtener beneficios particulares. Son «manzanas podridas» en una organización que hay que descartar.

Conclusión

Los obstruccionistas, los que saben de sus bajas competencias y buscan derribar a otros con el fin de destacar, siempre han existido. El problema reside en los escenarios que permiten y, más aún, que valoran este tipo de conductas. Son entornos de mentalidad fija que están abocados al fracaso y a la creación de un ambiente laboral muy desgastante.

No es lo lógico, ni tampoco lo ético. Toda organización alcanzará el éxito si favorece un buen clima de trabajo basado en el respeto, la convivencia, la innovación y buenas dosis de inteligencia emocional.


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