¿Qué significa ser una persona neurodivergente?

La neurodivergencia es un concepto que revoluciona la sociedad en los últimos años. TEA, TDAH y trastornos específicos del aprendizaje entran en este ámbito. Descubramos de qué se trata y cómo se manifiesta.
¿Qué significa ser una persona neurodivergente?
Gloria Redondo

Escrito y verificado por la psicóloga deportiva Gloria Redondo.

Última actualización: 11 noviembre, 2023

Aunque ser una persona neurodivergente parece un tema de reciente aparición, la realidad es que comprende un amplio abanico de personalidades y formas de procesar el mundo. Así, la neurodivergencia es un movimiento social en auge, pues en los últimos ha ganado mayor visibilidad.

En resumidas cuentas, el concepto de neurodiversidad agrupa a los llamados trastornos del neurodesarrollo (discapacidad intelectual, autismo, TDAH, trastorno específico del aprendizaje y otros), cuyos patrones de pensamiento, comportamiento o estilos de aprendizaje difieren de lo neurotípico.

La razón de este término es reivindicar que el desarrollo cerebral de estas personas no es algo necesariamente patológico, sino diferente a lo que se entiende como habitual. Debido a que puede dar lugar a malentendidos, a continuación, veremos en profundidad qué es ser neurodivergente.

¿Qué es la neurodivergencia?

Como ya dijimos antes, la neurodivergencia es una categoría creada para designar a las personas que tienen un trastorno del neurodesarrollo. Su origen está en la tesis de Judy Singer Neurodiversity: The Birth of an Idea (1997). La intención era equiparar el término al de biodiversidad, pero aplicado al contexto de la psicología y la sociología.

De esta manera, en la obra de Singer se alude a él como la variedad de formas en que todas las personas piensan y se comportan. La palabra deriva en muchas otras, como por ejemplo neurodiversidad, neurodivergente, neurodiverso y neurotípico. Esta última se usa para aludir a comportamientos sociales y cognitivos enmarcados dentro de las normas tradicionales.

A grandes rasgos, el concepto reconoce que la función cerebral y los rasgos de comportamiento no son más que indicadores de cuán diversa es la humanidad. Las diferencias no son «malas», «patológicas», «discapacitantes» u otros adjetivos negativos. Al contrario, son parte del espectro que se puede encontrar en la sociedad. Y en ciertos contextos incluso resultan beneficiosas.



Tipos de personas neurodivergentes

Hablar de neurodivergencia pasa por conocer los diferentes perfiles en los que se manifiesta. Pese a que es posible desarrollar un rasgo neurodivergente como resultado de una lesión o un trauma, en la mayoría de los casos existe desde el nacimiento. El espectro es muy amplio, pero a menudo agrupa a lo siguiente.

1. Discapacidad intelectual

La discapacidad intelectual está entre los trastornos del neurodesarrollo más frecuentes. De acuerdo con datos de la American Psychiatric Association (APA), afecta a alrededor del 1 % de la población. Entre ellos, un promedio del 85 % tiene una discapacidad intelectual leve.

Es un síndrome cuyas causas son múltiples (genéticas, congénitas, innatas o adquiridas). Entre todas ellas, parece que las genéticas son las más implicadas. Cabe, destacar por ser el más frecuente, al síndrome de Down o la trisomía del par 21 cromosómico.

Antes se creía que la discapacidad intelectual era igual a cociente intelectual bajo. Hoy en día la concepción tiene en cuenta el nivel intelectual, pero no de modo exclusivo.

Se entiende que la discapacidad es producto de la interacción entre la persona y su entorno. Por tanto, no es una condición individual, sino interaccional y contextual. Además, si se hacen las adaptaciones en el entorno necesarias para proporcionar apoyos, las dificultades serán menores y la funcionalidad aumentará.

2. Trastorno del Espectro Autista (TEA)

Como su propio nombre indica, el llamado trastorno del espectro autista (TEA) recoge una amplia gama de disparidades en el desarrollo evolutivo. Lo que ahora se llama TEA antes se nombraba como autismo, el síndrome de Asperger, el síndrome de Rett o el trastorno desintegrativo infantil.

A pesar de ser un espectro, hay cosas que comparten en común. En esencia, son las dificultades para la comunicación social, la presencia de movimientos repetitivos e intereses restringidos. Más en concreto, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) señala como síntomas característicos los listados enseguida:

  • Ansiedad o preocupación excesiva.
  • Dificultades en la coordinación motora.
  • Epilepsia u otros trastornos convulsivos.
  • Hábitos de alimentación y sueño inusuales.
  • Conductas o intereses restringidos y repetitivos.
  • No muestran tolerancia o flexibilidad a los cambios.
  • Dificultades en la interacción social: no gesticular; no entender las emociones de los demás; ser incapaz de comprender las ironías y los dobles sentidos y no jugar con los iguales.

3. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)

Si hay un trastorno cuya prevalencia está aumentando drásticamente en los últimos años, este es el TDAH. Es cierto que hay mucha controversia en torno a él, incluso hay profesionales que niegan su existencia.

Sea como fuere, lo que no se puede ignorar es que hay niños que tienen problemas para prestar atención y concentrarse. Y esto repercute manera negativa en el colegio, las actividades extraescolares y las relaciones con los demás.

El TDAH es la combinación de dos síntomas: la dificultad para mantener la atención y la regulación emocional a través del movimiento sin un propósito (la hiperactividad).

Los niños con esta clínica son vistos por los demás como despistados, desorganizados e impulsivos. Sin embargo, hay mucho malestar que no se ve. Y es que, según un estudio divulgado en la Revista de Neuro-Psiquiatría, son más propensos a tener otros trastornos como ansiedad o depresión. Además, no debemos pasar por alto el impacto negativo sobre el rendimiento en la escuela.

4. Trastorno específico del aprendizaje

El último trastorno del neurodesarrollo que vamos a mencionar es el trastorno específico del aprendizaje. En los manuales diagnósticos aparece como una única entidad que engloba varias dificultades ya conocidas:

  • Disortografía: déficit en el conocimiento y uso de las reglas ortográficas.
  • Dislexia: lectura imprecisa, lenta o no comprensión de la lectura de un texto escrito.
  • Discalculia: errores en el razonamiento matemático, en la comprensión de los números y dominar su sentido.
  • Disgrafía: mala representación de las letras en el espacio (letras juntas o demasiado separadas, formas que no se entienden, ser incapaz de escribir en línea recta y demás).

Como se puede apreciar, son déficits en capacidades relacionadas con lo académico. Por esa razón, solo aparecen durante la infancia. Si apareciesen alteraciones similares en un adulto, cuando el desarrollo madurativo ha sido normalizado, deberíamos sospechar de una lesión cerebral.

En los niños, no tiene asociado una causa orgánica, sino un desarrollo cerebral no normotípico. Si reciben los apoyos necesarios en la escuela, su rendimiento no tiene por qué afectarse.



Aceptemos la neurodivergencia al igual que la normalidad

Aunque el término de neurodiversidad puede resultar extraño, lo cierto es que hace referencia a perfiles comunes y frecuentes en la población general. Yendo un poco más allá, podríamos entenderlo como diferencias de grado y no de clase. Es decir, todos tenemos las mismas capacidades, pero en diferente medida.

Quizás una persona neurodivergente durante años ha soportado términos ofensivos. Sus capacidades y su potencial se pusieron en entredicho y se le trató de una forma condescendiente, como si no hubiese nada que hacer por ella.

Por esta razón, el enfoque a adoptar con la persona neurodivergente debería ser la inclusión social. Esto es, que forme parte de la comunidad y se relacione con el resto como uno más. Eso sí, teniendo en cuenta sus dificultades y proporcionando las ayudas necesarias para tratar de mitigarlas.


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