¿Qué es la psicología arquetipal?
Los seres humanos dimos nuestros primeros pasos creyendo en dioses: entidades preternaturales que personificaban atributos, fuerzas y valores universales (la Noche, la Justicia, el Tiempo, los Mares, etc.). Estas creencias nos permitían concebir el conjunto del cosmos como un teatro en el que esas fuerzas interactuaban, dando sentido a la realidad y a la propia vida. Así, la propuesta teórica de la psicología arquetipal parte de la base de que nuestra afinidad por esas personificaciones no desapareció.
Por un lado, ya Platón hablaba de la tendencia a contar con esclarecedores universales en su teoría de conocimiento y metafísica. Éste pensaba que la mayor certeza estaba en esos universales, llamándolos arquetipos. Siglos después, Sigmund Freud planteó que, cuando soñamos, nuestro inconsciente se expresa mediante símbolos interpretables, dotados para nosotros de un significado.
A partir de ahí, su discípulo Carl Gustav Jung descubrió el paralelismo entre esas imágenes simbólicas y las extraídas de antiguos mitos: el Héroe, la Sombra, el Anciano Sabio, etc. De hecho, Jung sugirió la existencia de un inconsciente colectivo, pues vio cómo la simbología aparecía en personas que no conocían la mitología, y que ésta se repetía en personas distintas.
La psicología arquetipal, contra el ego y el materialismo
Poco antes de la muerte de Jung, un joven psicólogo llamado James Hillman se convirtió en director de estudios del Instituto C.G. Jung de Zurich. Así, en los siguientes años se formó en torno a él una pequeña comunidad de investigadores que terminarían rompiendo con la escuela analítica para fundar la psicología arquetipal.
Esta corriente se diferencia del psicoanálisis en el foco de atención. La arquetipal, se centra en el control ilusorio que el ego ejerce sobre nuestra vida y en el modo en que nuestra psique es construida a través de una ‘pluralidad de arquetipos’. Es decir, la fuente del conocimiento ya no es el “Yo” cartesiano, sino más bien ese mundo lleno de imágenes y símbolos que este Yo habita.
La psicología arquetipal ha mantenido un discurso crítico hacia las principales escuelas de pensamiento psicológico (como el conductismo o la psicología cognitiva), a las que acusa de reduccionismo. Es decir, las acusa de ser en definitiva “psicologías sin psique” (‘alma’, en griego). Para Hillman, la psique se manifiesta en la imaginación y la metáfora.
El camino está en los dioses y las ficciones
“Si una psicología quiere representar fielmente la diversidad real del alma, no puede dar por sentada desde el principio, insistiendo en ella con prejuicio monoteísta, la unidad de la personalidad“, proclama Hillman. Por ello, la psicología arquetipal tiene una faceta politeísta y algunos autores hablan, simbólicamente, de “dioses” para referirse a la variedad de simbología.
Así Hillman, en su libro Puer Papers, afirma que “los dioses están dentro… y están dentro de nuestros actos, ideas y sentimientos. No tenemos que aventurarnos a lo largo de los espacios estrellados, el cerebro de los cielos, o sacarlos de su ocultamiento con fármacos alucinógenos. Están ahí en las precisas maneras en que uno siente y piensa y experimenta sus humores y síntomas“.
Por tanto, la propuesta terapéutica de la psicología arquetipal se basa en la exploración de imágenes más que en su explicación. En ser consciente de dichas imágenes y prestarles atención hasta que adquieran toda la claridad posible. Hillman bautizó este proceso terapéutico como la ‘Creación del alma’ y consiste en contemplar con detenimiento nuestras imágenes interiores hasta que adquiera un significado.
Imagen de portada Lástima de William Blake