7 síntomas físicos de los ataques de pánico que debes conocer

La huella de un ataque de pánico es tan profunda que no se olvida. Los síntomas físicos son tan intensos y extremos, que la persona llega a creer que está sufriendo un infarto; teme morir y esa angustia retroalimenta la experiencia del miedo. 
7 síntomas físicos de los ataques de pánico que debes conocer
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 01 agosto, 2022

Los síntomas físicos de los ataques de pánico se confunden de manera frecuente con los infartos de miocardio. De hecho, muchas personas acuden a los centros de salud convencidos de que están sufriendo un problema médico grave. El dolor en el pecho es punzante y se experimenta una gran opresión en el tórax… Es común, por tanto, llegar a pensar lo peor.

Lo cierto es que esta realidad clínica involucra los mismos circuitos cerebrales que orquesta el propio miedo y de ahí que el cuerpo reaccione del mismo modo: de manera defensiva, desmedida e incontrolada la vez. Un ataque de pánico llega sin motivo ni advertencia  —a veces incluso cuando estamos durmiendo— como consecuencia de la acumulación de tensión emocional.

Sin duda, son experiencias de gran intensidad que sumen a la persona en un estado de gran indefensión. Sobre todo, porque no saben en qué momento puede volver a repetirse esa situación. Comprender y saber identificar los síntomas nos puede ser de ayuda.

Las personas que sufren ataques de pánico evalúan los síntomas físicos como peligrosos, lo que tiende a reforzar aún más el miedo.

chico que sufre los síntomas físicos de los ataques de pánico

Síntomas físicos de los ataques de pánico

Comprender los síntomas físicos de los ataques de pánico puede ayudar de muchas maneras. En un primer lugar, para diferenciarlos de un infarto cardíaco y comprender que no vamos a morir. Y en segundo lugar, para tener un poco más claro cómo funciona este mecanismo.

Así, expertos en el tema, como la doctora Alice Boyes, autora del libro The Healthy Mind Toolkit, nos indica algo interesante sobre esta realidad.

Los ataques de pánico surgen de la nada y de manera inesperada, violenta casi. Mientras la ansiedad aparece como reacción a un estímulo o situación personal determinada, los primeros no tienen un desencadenante claro. No importa que estemos en una situación relajada o común, como viendo la tele, hablando por teléfono o comprando en un centro comercial.

En el cuerpo y en la mente se acumula tal nivel de tensión que el cerebro llega a desencadenar esa reacción cuando menos lo esperamos. Asimismo, tal y como nos explican en un trabajo de investigación de la Universidad de Göttingen (Alemania), las personas ponemos la atención en los síntomas físicos de los ataques de pánico y lo vivimos con un miedo aún más desmesurado.

Ese miedo retroalimenta la propia angustia cotidiana, tememos que vuelva a suceder y esto eleva la propia probabilidad de que suceda una vez más tarde o temprano. Profundicemos en ello comprendiendo su sintomatología.

1. Dolor en el tórax y opresión

El dolor en el pecho y la sensación de que no podemos respirar vienen mediados por un nivel más elevado en sangre de la adrenalina y el cortisol.

El sistema nervioso parasimpático es el que regula toda esta sintomatología asociada a los ataques de pánico, acelerando la circulación sanguínea, la tensión muscular, el alto consumo de oxígeno, etc.

2. Las palpitaciones y la sensación de que nos está fallando el corazón

Este es sin duda uno de los síntomas físicos de los ataques de pánico más preocupantes. El corazón duele, sentimos pinchazos, notamos como se acelera y con él, el mundo nos da vueltas, cuesta respirar y nos tememos lo peor.

En estos casos, la liberación de hormonas, como el propio cortisol y la adrenalina antes citados, son los que median en estas reacciones.

3. Elevada sudoración

Las glándulas sudoríparas sufren también una hiperactivación como respuesta a esos mecanismos neurológicos que se orquestan en los ataques de pánico. Cuando nos estresamos o sufrimos una elevada ansiedad, el corazón late más fuerte, lo que supone un mayor gasto energético.

La temperatura del cuerpo se eleva y es común que empecemos a sudar. Se trata de una respuesta que busca mantenernos refrigerados ante ese aumento de calor corporal.

4. Los mareos: el mundo me da vueltas

Aturdimiento, sensación de que el mundo da vueltas, debilidad, pensar que vamos a perder finalmente el equilibrio… Otro de los síntomas de los ataques de pánico más recurrentes son los mareos o vértigos psicógenos.

Este fenómeno se relaciona a su vez con la hiperventilación: al respirar muy deprisa el nivel de oxígeno en sangre se altera y sentimos esa desestabilización física. 

5. La confusión, uno de los síntomas de los ataques de ansiedad más comunes

No saber qué pasa y no entender qué provoca lo que nos está sucediendo es una experiencia habitual. Recordemos que los ataques de pánico surgen en las situaciones más inesperadas.

No hay peligros a nuestro alrededor, nada nos preocupa, estamos en un escenario tranquilo e inocuo, y de pronto, surge de manera abrupta el ataque de pánico.

La confusión experimentada en estas situaciones es tanta que es común acudir de urgencias pensando que estamos sufriendo algo grave.

6. Náuseas

Retorcijones, dolor de estómago, alteraciones intestinales y hasta náuseas… Ante situaciones de estrés y ansiedad elevada el sistema digestivo suele evidenciar este tipo de alteraciones tan invalidantes.

Mujer sufriendo los síntomas físicos de los ataques de pánico

7. Los ataques de pánico tienen una duración breve y después, llega el agotamiento

Los síntomas físicos de los ataques de pánico tienen una duración de entre 3 y 10 minutos. Sin embargo, la persona puede vivirlo como si ese intervalo de tiempo fuera eterno. A partir de los diez minutos todas esas reacciones psicofísicas van perdiendo intensidad. No obstante, eso sí, queda el miedo, la angustia, la turbación…

Tras la vivencia de una de estas características, llega el cansancio y el agotamiento extremo. Es como llevar a al cuerpo a una situación de elevado gasto energético, la sobreexcitación ha sido generalizada y lo más común es que tras ella, nos sumamos en unas horas —e incluso días— de elevada fatiga.

En estas situaciones, y en caso de que los ataques de pánico se repitan, es importante solicitar ayuda experta. Enfoques, como la terapia breve estratégica o la terapia cognitiva-conductual, resultan muy efectivos. Tengámoslo presente.


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