Qué es el trauma complejo y cómo se manifiesta

Una característica frecuente del trauma complejo es la desconexión de las propias emociones y hasta de la identidad. La persona no siempre comprende lo que siente o lo que piensa y, a menudo, acaba perdiendo el control.
Qué es el trauma complejo y cómo se manifiesta
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 23 diciembre, 2024

Con solo 6 años, Sara se dio cuenta de que su madre no la quería. Tampoco su padre, un hombre autoritario y alcohólico que se comunicaba con ella a través de los gritos y el desprecio. Más tarde, sufrió bullying en el colegio y nunca llegó a tener un vínculo de amistad significativo con nadie. Ahora, en la edad adulta, encadena un fracaso sentimental tras otro.

La mayoría de los traumas complejos se inician en la etapa más vulnerable del ser humano: la infancia. La vida de esta joven es el claro ejemplo de esta condición, en la cual alguien experimenta situaciones estresantes de forma continuada en el ámbito relacional. En estas personas, llegada la edad adulta, la sensación que más los acompaña es la de creer que hay algo erróneo o defectuoso en ellos/as. Profundicemos en este tema.

Claves para reconocer el trauma complejo

El psiquiatra Paul Conti explica en su libro Trauma, la epidemia invisible (2024) que el problema de este trastorno es que muchas personas no son conscientes de que lo sufren. Mientras el trauma simple (o «T» mayúscula) es más fácil de detectar porque aparece tras un evento adverso (como un accidente de tráfico), en el trauma complejo se acumulan múltiples «t» minúsculas o experiencias dolorosas.

En consecuencia, es frecuente ver en terapia a hombres y mujeres pidiendo ayuda por temas de pareja o por esa ansiedad persistente de la que no conocen la causa, sin saber qué hay detrás de dichos sufrimientos. Cuando se profundiza en la línea de vida, casi siempre detectamos numerosas heridas emocionales, como el abuso, el abandono, la negligencia… Veamos ahora cómo se manifiesta.



Sistema nervioso desregulado

Al exponerse desde niños a adversidades, el sistema nervioso puede quedar en un estado de hiperactivación (hiperalerta) o de colapso (hipoactivación). Esto se traduce en síntomas como ansiedad crónica, hipervigilancia, altibajos emocionales, insomnio o una constante sensación de entumecimiento emocional y físico.

Asimismo, ten en cuenta que la desregulación del sistema nervioso mantenida en el tiempo deja en tu organismo un nivel elevado de cortisol y adrenalina. No solo tu mente y tus emociones se alteran, sino que también sufre tu cuerpo. Ello explica la necesidad de que las terapias incluyan siempre enfoques somáticos para restaurar el equilibrio del sistema nervioso y fomentar la recuperación.

Alteraciones en la identidad

Tal y como señalan en la revista Journal of Adolescence, una de las formas en que se manifiesta el trauma complejo es con la distorsión de identidad. Sucede que muchas personas construyen con los años una imagen negativa y muy autodistorsionada de sí mismas. Y el hecho de arrastrar tantas invalidaciones, decepciones e historias de sufrimiento, hace que uno/a se sienta defectuoso/a.

Es más, si esos hechos se inician en la niñez, suelen asumirse creencias muy destructivas, como «no merezco ser amado/a» o «estoy roto/a para siempre», etc. Lo más desgastante es que estas percepciones no solo afectan la autoestima, sino también su autoeficacia o la capacidad para establecer objetivos vitales y trabajar por ellos.

Disociación y desconexión emocional

Una de las experiencias más invalidantes con las que transita una persona con esta clase de trauma es la disociación. Es como si, de pronto, estuvieras fuera de ti y no pudieras conectar con lo que te envuelve. También es frecuente tener la sensación de estar en piloto automático o de observar parte de tu vida como si fueras espectador y no protagonista.

Aunque esta respuesta responde a un mecanismo del cerebro para aliviar el dolor y, como tal, puede ser adaptativa durante el evento traumático, a largo plazo trae problemas. Lo que ocasiona es la incapacidad de procesar las emociones, no poder construir relaciones auténticas y menos tener una vida plena.

Hipersensibilidad: todo me hace daño

La hipersensibilidad en el trauma se evidencia de dos maneras. La primera, procesando las actitudes, conductas o críticas de los demás de forma más sensible y ansiosa. Todo duele, todo preocupa y genera inquietud. Por otro lado, también aparece una sensibilidad extrema a ciertos estímulos que puedan recordar experiencias traumáticas pasadas (desencadenantes).

Estos estímulos pueden ser sonidos, palabras, olores o incluso situaciones sociales que, si bien no representen un peligro real, activan una respuesta emocional intensa como miedo extremo, ansiedad e ira. El agotamiento emocional en el que puede caer la persona en estas situaciones termina por debilitar sus recursos psicológicos.

Dificultades cognitivas

Para entender esta clase de trauma, visualiza a alguien perdido en su propia mente. El impacto emocional que generan esas vivencias adversas es tan profundo, que aparecen alteraciones en la memoria y la atención. Como curiosidad, se ha visto en diversos estudios que los niños con traumas complejos presentan un peor rendimiento cognitivo que quienes no han sufrido hechos estresantes.

Piensa que el cerebro, al estar en un estado constante de estrés, prioriza la supervivencia por encima de la organización de recuerdos. Lo que resulta de esto es que las personas experimentan olvidos frecuentes, amnesia disociativa, confusión y una sensación de desconexión con la propia historia personal. Todo ello genera frustración y aparece la impotencia y la sombra de la desesperanza.

La culpa y la vergüenza

Puede que te llame la atención, pero quienes han padecido experiencias de abuso, negligencia o humillación, se avergüenzan de sí mismos. Es más, con frecuencia, nos encontramos con pacientes que se sienten culpables de sus historias terribles de ASI (abuso sexual infantil). Estas autopercepciones aniquilan por completo una autoestima de por sí muy fragmentada.

¿Por qué se atribuyen la culpa? El origen está en un mecanismo de defensa. Si soy una niña y mi padre me hace daño, podré sobrevivir mejor si me atribuyo la responsabilidad y disculpo a quien me pone el desayuno cada día y me lleva al colegio. Poco a poco estas ideas disfuncionales pueden manifestarse más tarde en conductas autolíticas (autolesiones).

Problemas físicos y somatización

Una forma recurrente en que se manifiesta un trauma complejo es mediante dolores crónicos, trastornos gastrointestinales, migrañas o fatiga persistente. Son problemas fisiológicos que surgen sin una causa médica clara. El estrés acumulado y emociones tan intensas como la vergüenza y la culpa, ya citadas, terminan por somatizarse.

Este vínculo entre cuerpo y mente subraya sin la importancia de abordar esta condición desde un enfoque integral. Ignorar estas manifestaciones físicas puede perpetuar el sufrimiento. Solo como ejemplo: son muchas las pacientes que llegan a consulta con enfermedades como la fibromialgia y que evidencian, sin saberlo, la marca de un trauma no tratado.

¿Cuál es el origen de un trauma complejo?

En este tipo de trauma, el entorno social y familiar tienen una relevancia nuclear. Cuando tus figuras de apego, como padres o cuidadores, son también tus fuentes de maltrato o negligencia a lo largo de tu desarrollo, la mente se queda atrapada en una paradoja emocional: dependes de dichas figuras para sobrevivir, pero, al mismo tiempo, son el origen de tu sufrimiento.

Esta condición clínica tiene múltiples desencadenantes que terminan conformando un todo. La violencia o desatención familiar, la sensación de inseguridad, el abuso, la invalidación emocional o el acoso escolar son un ejemplo de ello. Son hechos estresantes que aparecen, sobre todo, cuando el cerebro aún está en desarrollo y carece de estrategias para lidiar con realidades tan devastadoras.

¿Se puede superar «para siempre» este tipo de trauma?

Un trauma complejo puede superarse siempre que exista un compromiso auténtico y se reciba la terapia psicológica adecuada. Son procesos largos y profundamente personales en los que, una vez finalizada la intervención clínica, es necesario mantener un control continuado de los síntomas. Repasemos qué se puede hacer para transitar estas condiciones.

Tomar conciencia del problema

Es común que las personas con traumas complejos derivan en adicciones por la necesidad de silenciar el dolor emocional. Las conductas de escape y el no querer asumir determinados hechos del pasado, hace difícil que pidan ayuda especializada. Sin embargo, es esencial. Tomar conciencia de que hay algo que no va bien y que necesitas comprometerte con la terapia es un paso determinante.

Considerar la terapia integradora

En los últimos años, cobra valor un enfoque terapéutico centrado en el trauma que resulta muy efectivo; hablamos del modelo integrador. En este caso, lo que procede es recurrir a herramientas y abordajes terapéuticos de las distintas escuelas psicológicas para dar respuesta de manera individual a cada paciente y a sus necesidades particulares. Estos serían algunos ejemplos:

  • Modelo PARCUVE.
  • Técnicas proyectivas.
  • Terapia de esquemas.
  • Prácticas de mindfulness.
  • Terapia somática centrada en el trauma.
  • Técnicas de regulación del sistema nervioso.
  • Terapia de los sistemas de familia interna (IFS).
  • Terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR).

Cumplir las tres fases de sanación

Ten siempre en cuenta que los traumas complejos requieren que pases por tres etapas muy concretas a lo largo de tu proceso terapéutico. No pienses en la terapia como un camino en línea recta; hay retrocesos e instantes de crisis. Pero esos momentos de dificultad son esenciales para la propia superación de esta condición. Toma nota de esas tres fases:

  • Estabilización: el primer paso es crear un entorno de seguridad emocional para enseñarte estrategias de regulación del sistema nervioso. En este sentido, las técnicas de grounding, así como ejercicios sensoriales y las prácticas de mindfulness suelen ser clave.
  • Procesamiento de los recuerdos traumáticos: esta fase se enfoca en trabajar con los fragmentos del «yo» que han quedado rotos por el trauma. A través de enfoques terapéuticos como el EMDR, por ejemplo, se busca abordar y procesar esos recuerdos para integrar las experiencias de manera más saludable.
  • Rehabilitación e integración: en la última etapa, tu labor requerirá que reconstruyas tu vida de una manera plena y equilibrada. Esto incluye fortalecer tus relaciones, establecer nuevas metas académicas o laborales y, por encima de todo, consolidar una identidad más resiliente que se irá edificando con la superación de esas vivencias adversas de tu pasado.


Dar voz a las heridas silenciosas

Un trauma, ya sea simple o complejo, es una herida abierta que solemos llevar en silencio durante años. Por lo general, se tarda bastante en pedir ayuda y, cuando se hace, el desgaste mental y físico es inmenso. Porque como señala Gabor Maté en El mito de la normalidad (2023), un trauma no es algo que te pasó ayer, es algo que revives cada día.

Debemos dar voz y visibilizar la necesidad de pedir ayuda. Hay muchas personas con infancias truncadas que difícilmente se sostienen en la edad adulta. Y hay adultos con vidas rotas que no saben cómo reconstruirse mientras el mundo les pide que sigan funcionando. Toda herida puede sanarse de nuevo con los hilos de la comprensión, la justicia y el respeto. No dudes en pedir apoyo si lo necesitas.


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