¿Qué es y cómo se trata la disociación en el trauma?

Aunque la disociación es un mecanismo de defensa que nos permite «escapar» del recuerdo de los eventos adversos, a largo plazo siempre ocasiona problemas y sufrimientos. Descubre en qué consiste esta dimensión.
¿Qué es y cómo se trata la disociación en el trauma?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 02 junio, 2023

La disociación en el trauma es un concepto que genera numerosas interrogantes y algunas ideas equivocadas. Lo primero a entender es que no se trata de una respuesta de debilidad o de un mecanismo patológico. Estamos ante una reacción psicológica adaptativa que ayuda a sobrellevar un evento doloroso.

La mente humana recurre a la disociación para separarnos de la experiencia adversa y silenciar así el dolor emocional. El problema reside en que este sofisticado recurso de supervivencia tiene un coste psicológico. El recuerdo y la propia identidad pueden fragmentarse. Es una realidad mental compleja que pasamos a explicarte en este artículo.

Detectar de manera temprana la presencia de un trastorno disociativo evita que la persona derive en conductas graves como la autolesión o el intento de suicidio.

¿Qué es la disociación en el trauma?

La disociación en el trauma es un mecanismo de defensa neuropsicológico que busca separarnos de las experiencias externas e internas para reducir el dolor. Difumina la memoria y nos distancia de ciertos pensamientos y emociones. Si las personas tuviéramos presente a cada instante el recuerdo de un hecho dramático, la vida sería de lo más abrumadora.

Investigaciones como las realizadas en la Universidad de Maryland indican algo relevante al respecto. En la actualidad, todavía se descuida el impacto de esta dimensión. Necesitamos una mayor concienciación de los procesos disociativos, porque correlacionan de manera significativa con el comportamiento autodestructivo y suicida.

Es cierto que esta respuesta busca protegernos del sufrimiento, pero, a largo plazo, esa mente fragmentada trae consigo inmensas secuelas a todos los niveles. Lo analizamos.



Síntomas vinculados a la disociación

La disociación en el trauma actúa movilizando diferentes áreas neurológicas, para regular la impronta del recuerdo doloroso y el consecuente sufrimiento. La amígdala cerebral activa la producción de cortisol y, a partir de aquí, centros como el córtex prefrontal dejan de funcionar con normalidad. El hipocampo, el centro de nuestra memoria emocional, también se desregula.

Esto se traduce en un adormecimiento emocional, en fallos de la memoria y en una menor capacidad de reflexión y razonamiento.

Desde la Universidad de Leiden, en Países Bajos, destacan que este mecanismo es un proceso muy complejo presente en condiciones como el trastorno de estrés postraumático, el trastorno de identidad disociativo y el trastorno límite de personalidad (TLP). Ayuda conocer cómo cursan sus síntomas:

  • Ansiedad.
  • Pensamientos suicidas.
  • Aislamiento de las emociones.
  • Tener dudas de la propia identidad.
  • Sensación de angustia persistente.
  • Alteraciones del sueño, como pesadillas.
  • Anhedonia o incapacidad de sentir placer.
  • Conductas autodestructivas como autolesiones.
  • Periodos en los que la persona no puede recordar.
  • Desconexión de uno mismo y del mundo que nos rodea.
  • Desplazarse a lugares sin saber cómo se llegó hasta allí.
  • Tener flashbacks, es decir, breves recuerdos de eventos traumáticos.
  • Sensación de que muchos estímulos y experiencias que les envuelve no son reales.

Esta clase de disociación entra dentro de un espectro: hay personas que solo experimentan leves alteraciones, mientras otras presentan una calidad de vida muy disfuncional y dolorosa.

Tipos de disociación en el trauma

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-V, la disociación el trauma puede manifestarse de las siguientes tres maneras:

  • Amnesia disociativa. Tras una o varias experiencias traumáticas, la persona desarrolla lagunas en su memoria y olvida determinados fragmentos previos o seguidos a la propia vivencia adversa.
  • El trastorno de despersonalización/desrealización cursa con la sensación de que uno está fuera de su propio cuerpo. También, con que aquello que sucede o le envuelve no es real.
  • Trastorno de identidad disociativo. Antes esta condición recibía el nombre de «trastorno de personalidad múltiple». En este, caso tenemos pacientes que alternan diversas identidades como respuesta al trauma. El The Journal of Mental Science expone que esta condición es una forma severa del estrés postraumático y una realidad compleja de diagnosticar y tratar.

¿Cuál es el origen de la disociación traumática?

La disociación en el trauma suele aparecer tras la superposición de varios eventos traumáticos. Es decir, no siempre surge tras un hecho puntual, como sufrir la pérdida de un ser querido. Las personas abusadas desde la infancia, por ejemplo, tienen un mayor riesgo de desarrollar este mecanismo de defensa psicológico.

Desde la Universidad de Turín, en Italia, refieren este mismo hecho. Las múltiples experiencias traumáticas ponen en riesgo el funcionamiento mental y la consecuente aparición de la disociación. Veamos, no obstante, qué hechos pueden desencadenar estas duras realidades.

  • Vivir en escenarios bélicos.
  • Crecer en familias disfuncionales.
  • Maltratos/abusos a lo largo de varios años.
  • Vivir en escenarios sociales desfavorecidos o adversos.
  • Ser testigo de hechos violentos de forma mantenida en el tiempo.
  • Trabajar durante años en entornos amenazantes y muy estresantes.

La disociación puede darnos la sensación de que nos estamos volviendo locos y que todo escapa a nuestro control. Ahora bien, el primer paso es entender que esa reacción es un mecanismo normal del cerebro ante el sufrimiento y que puede tratarse.



¿Cómo se trata la disociación en el trauma?

A la hora de abordar la disociación en el trauma se parte siempre de las necesidades y realidad particular de cada paciente. Tal y como señalan en un artículo del Indian Journal of Psychiatry, debe empezarse con un diagnóstico adecuado, descartando otras causas, posibles comorbilidades y factores traumáticos y de personalidad predisponentes.

Profundicemos, enseguida, en las estrategias para abordar esta realidad y en los modelos terapéuticos útiles.

Ejes básicos para abordar la disociación traumática

  • Potenciar un autoconcepto saludable.
  • Cambiar patrones de pensamiento dañinos.
  • Desarrollar habilidades de afrontamiento saludables.
  • Favorecer la capacidad de autorregulación física y emocional.
  • Reducir la sobreactivación constante del sistema nervioso central.
  • Fomentar que la persona trace nuevas metas vitales y significados.
  • Facilitar una conexión con las sensaciones físicas del cuerpo como manera de abordar el dolor emocional.
  • Guiar para ir aceptando el dolor emocional asociado a la disociación e integrar poco a poco la propia identidad.
  • El objetivo a la hora de tratar la disociación es facilitar que la persona procese poco a poco la experiencia traumática.
  • Es importante señalar que no hay una necesidad urgente por recuperar los recuerdos traumáticos. Es más relevante tratar las emociones, los pensamientos disfuncionales y generar conductas más saludables.

Terapias adecuadas para tratar la disociación

Uno de los abordajes terapéuticos más utilizados para la disociación es la terapia EMDR o de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares. The Permanente Journal resalta que es uno de los tratamientos efectivos en todos los procesos traumáticos. También son de gran utilidad otras técnicas terapéuticas como las siguientes:

  • Terapia de procesamiento cognitivo (TPC), un modelo conveniente para abordar los casos de abusos sexuales y maltrato.
  • Los psicofármacos son una alternativa valorada por los médicos y psiquiatras, para proseguir con el tratamiento frente a la disociación emocional.
  • Terapia cognitiva conductual centrada en el trauma. Gracias a técnicas como la reestructuración cognitiva, la regulación emocional y la exposición a estímulos aversivos, el paciente integra las vivencias dolorosas.
  • Terapias somáticas, las cuales plantean que la disociación deja una profunda impronta de ese sufrimiento en la esfera física. Abordar las sensaciones y las molestias somáticas permite reducir poco a poco el dolor emocional.

Recomendación final

La disociación es un mecanismo útil de la mente, pero, a la larga, dificulta la calidad de vida. Bien es cierto que hay recuerdos, vivencias e imágenes que es mejor no devolver a nuestra consciencia. Sin embargo, sí es necesario procesar la experiencia traumática para integrarla en nuestra identidad con una menor carga de sufrimiento.

Esa es la finalidad de la terapia psicológica. No dudemos, por tanto, solicitar ayuda especializada si la necesitamos.


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