¿Qué son las conductas disruptivas y cómo se manifiestan?

El comportamiento disruptivo no aparece solo en la infancia y adolescencia. Los adultos con este patrón evidencian rasgos antisociales, desafío a la autoridad y conductas de riesgo. Te explicamos más, a continuación.
¿Qué son las conductas disruptivas y cómo se manifiestan?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 24 agosto, 2024

Cuando Pablo estaba en el instituto era el más problemático de su clase. Se peleaba con sus compañeros, rompía el mobiliario escolar, ignoraba instrucciones y tenía una actitud muy desafiante. Ahora, con 20 años, ha amenazado a su jefe con golpearlo, porque lo acaba de despedir del trabajo. Este es uno de los tantos ejemplos de perfiles de comportamiento que podemos ver con frecuencia en muchos ámbitos y que se conocen como conductas disruptivas.

Se trata de acciones que interfieren con el funcionamiento normal de un escenario social. El impacto suele ser inmenso, tanto a nivel académico, familiar, laboral y personal del propio individuo. La detección temprana, sumada a una intervención multidisciplinar podría traer notables mejoras en estos casos. Te lo explicamos.

Conductas disruptivas: definición y características

Pocas realidades son tan importantes para el ser humano como la correcta regulación de las emociones y saber ajustar el comportamiento en cada situación. En esta conjunción hay un perfecto equilibrio entre lo cognitivo, lo social y lo emocional. Por eso, se dice que las conductas disruptivas son uno de los mayores problemas para la convivencia y el bienestar.

De hecho, un campo en donde se estudia esta dinámica es el educativo. Al respecto, un trabajo realizado en la Universidad del País Vasco revela que queda mucho por comprender sobre esta dimensión comportamental. Necesitamos desarrollar más programas de intervención para dar respuesta a estos niños que el día de mañana deben saber desenvolverse en múltiples escenarios sociales. Profundicemos un poco más.



Cómo se manifiesta en la población infantojuvenil

Los niños y adolescentes con conductas disruptivas muestran patrones constantes de comportamiento terco, irritable y poco cooperativo. Estas características son visibles en el núcleo familiar, pero en la escuela el problema se agrava. La convivencia con sus iguales y con las figuras de autoridad, se vuelve disfuncional, manifestándose casi siempre a través de las siguientes dimensiones.

Síntomas emocionales

  • Deseo de venganza: cuando se les corrige, reprende o se lleva a cabo alguna acción que procesan como injusta, estos niños y adolescentes no dudan en dejarse arrastrar por esta emoción reactiva para volcar su ira sobre los demás.
  • Falta de responsabilidad: demuestran una gran dificultad para asumir la responsabilidad de sus acciones. De hecho, no dudan en culpar a otros de sus malos procederes o justifican su comportamiento de forma muy arbitraria e irracional.
  • Problemas para regular emociones: hay una clara tendencia a la impulsividad. Son, por lo general, niños y niñas con muy poca resistencia a la frustración y que estallan en ataques de ira, con abruptos cambios de humor. Además, evidencian escasa capacidad para autorregularse.
  • Ansiedad y estrés: este grupo poblacional suele presentar rasgos de frustración, ansiedad, irritabilidad y, como se señala en Italian Journal of Pediatrics, también expresan una marcada tendencia a la depresión. Sienten que viven en un mundo injusto, que les oprime y castiga casi a cada instante.

Síntomas cognitivos

  • Sesgos cognitivos: suelen interpretar mal las acciones o intenciones de los demás, asumiendo hostilidad o amenazas donde no las hay.
  • Problemas de memoria y atención: el comportamiento disruptivo se manifiesta con problemas para focalizar la concentración de manera sostenida, recordar datos o consolidar información.
  • Baja capacidad de organización y planificación: en este perfil solemos observar una clara falta de habilidades organizativas. Esto les dificulta la gestión de tareas diarias y asumir responsabilidades.
  • Enfoque mental inflexible: conllevan serios problemas para aplicar un razonamiento reflexivo, paciente e inductivo. Esa inflexibilidad les impide tomar buenas decisiones y resolver problemas de manera efectiva.

Características conductuales

  • Conducta egoísta: suelen centrarse casi de manera exclusiva en sus propias necesidades o deseos, sin tener en cuenta los de los demás.
  • Problemas de convivencia: son niños y adolescentes con serios problemas de integración en el aula o en su grupo de iguales, debido a su actitud retadora e impulsividad.
  • Desafío a la autoridad: se niegan a recibir órdenes o instrucciones, cuestionan y discuten con los adultos y, además, demuestran actitudes desafiantes y provocativas.
  • Agresividad: este colectivo infantojuvenil suele estar detrás del bullying, intimida, utiliza un lenguaje violento y puede derivar en conductas agresivas con las personas, animales o mobiliario.

Cómo se manifiesta en la población adulta

En adultos, la conducta disruptiva puede manifestarse de maneras que afectan las relaciones personales y profesionales. Pensemos que la intervención social y psicológica en la población infantojuvenil no es sencilla, con lo cual es frecuente alcanzar los 18, 20 o 30 años con el mismo patrón de comportamiento. El problema es más que evidente. Veamos sus características:

  • Posibles problemas de adicciones.
  • Dificultad para mantener un empleo.
  • Tendencia a la ansiedad o depresión.
  • Tendencia a involucrarse en altercados.
  • Inconvenientes para conservar relaciones.
  • Desavenencias frecuentes con otras personas.
  • Los problemas mentales latentes pueden agravarse.
  • Es posible implicarse en actividades peligrosas o imprudentes.

¿Cómo saber si estamos ante un trastorno disruptivo?

Es importante señalar que hay comportamientos disruptivos que no siempre son sinónimo de un trastorno psicológico. A menudo, podemos tener niños en el aula con problemas puntuales para regular su conducta debido a una mala gestión emocional, y no por ello presentar algún problema clínico.

En estos casos, es recomendable llevar a cabo un buen diagnóstico, además de analizar su entorno, historial y comportamiento en diferentes escenarios. Veamos los criterios asociados a los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta de acuerdo con el DSM-5:

Característica central

Dificultad continuada para resistir los impulsos o las tentaciones de llevar a cabo actos que pueden ser perjudiciales, para sí mismo y/o para los demás. Esta particularidad aparece de manera temprana en los niños de entre 4 y 5 años. Sin embargo, es en la adolescencia cuando alcanza el mayor pico de intensidad. Entonces, dada la problemática conductual, se les deriva a salud mental.

Asimismo, lo que vemos siempre es a una población infantojuvenil que ocasiona serios problemas en el aula. La agresividad, los problemas de confianza y el trato violento tanto a sus iguales como a sus maestros son ese elemento nuclear que siempre se repite.

Persistencia

No son acciones o reacciones puntuales u originadas por estados ocasionales de estrés o ansiedad. Nos encontramos ante un patrón persistente de comportamiento, en el cual el niño o adolescente evidencia una adaptación social muy deficiente. La reactividad emocional, la impulsividad y la agresividad son características estables en el tiempo, que no suelen responder a simples correcciones, advertencias o imposición de límites.

Conductas habituales

Algunas conductas en particular suelen evidenciar el perfil de un trastorno disruptivo, las mismas suelen presentarse en cualquier escenario y contexto. Se trata de las siguientes:

  • Falta de empatía.
  • Ausencia de culpabilidad.
  • Agresividad a personas y animales.
  • Destrucción de objetos y mobiliario.
  • Conductas repetitivas de incumplimiento de normas sociales.
  • La duración de este comportamiento debe durar doce meses o más.

Tipos de trastornos de la conducta disruptiva

Los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta trazan un patrón peligroso para la seguridad de los demás y para los estándares de cualquier sociedad. Asimismo, como señalan en una publicación de Brain Sciences, configuran no uno, sino varios trastornos con sus características propias. Los analizamos:

  • Piromanía: poco frecuente, pero se presenta mediante impulsos recurrentes o deseos imperiosos de iniciar un fuego de forma deliberada.
  • Trastorno de la conducta: patrón persistente de comportamiento antisocial, agresivo, o desafiante que viola las normas sociales y los derechos de los demás.
  • Trastorno negativista desafiante (TND):  actitud desafiante y hostil hacia figuras de autoridad como padres, maestros, supervisores, etc. Puede derivar en respuestas violentas o muy conflictivas.
  • Trastorno explosivo intermitente: episodios repentinos de agresividad extrema o reacciones exageradas que no se alinean con la situación social en la que se encuentran. Son características desreguladas que ya podemos ver en niños de 3 y 4 años.
  • Cleptomanía: comportamiento impulsivo e irresistible por apropiarse de objetos que, en muchos casos, ni siquiera son útiles ni necesarios para el uso personal. A menudo, lo que se hace con ellos es esconderlos, regalarlos o devolverlos al cabo de los días.
  • Trastorno de la personalidad antisocial: es muy frecuente entre la población. The Egyptian Journal of Neurology, Psychiatry and Neurosurgery ofrece este dato y lo describe como una clara falta de empatía, desvergüenza, impulsividad, desprecio por normas sociales y tendencia a la manipulación.

Causas asociadas a estas conductas disfuncionales

Cuando nos encontramos con un niño o adulto que evidencia conductas disruptivas, es importante comprender cuál es su entorno. Factores como el contexto, la genética y la biología median en el desarrollo de este patrón comportamental. Son realidades psicológicas muy complejas donde se integran múltiples dimensiones a la vez. Las analizamos enseguida.

Factores biológicos

Existen trabajos bastante completos como The Wiley Handbook of Disruptive and Impulse‐Control Disorders (2017), que nos permiten tener una visión más integral sobre esta realidad clínica. Las conductas disruptivas presentan con frecuencia una base biológica que no puede dejarse de lado. Estos serían los factores que la explican:

  • Desequilibrios químicos: los niveles anormales de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina pueden afectar el comportamiento y la regulación emocional.
  • Genética: este tipo de acciones suelen tener un origen genético. Si hay antecedentes familiares de trastornos del comportamiento o de salud mental, el riesgo es mayor.
  • Neurobiología: determinadas alteraciones en ciertas áreas del cerebro, como el sistema límbico y la corteza prefrontal, relacionadas con la regulación de emociones y el control de impulsos, pueden contribuir a estas conductas.

Factores sociales o contextuales

El entorno en el que se desarrollan las personas que afrontan esta realidad está bastante ligado al origen del diagnóstico. Mira lo que se debe considerar:

  • Contexto psicosocial: el abandono, el abuso psicológico o sexual, la pobreza y el sentirse descuidados o desprotegidos podrían derivar en esta clase de conductas.
  • Interacción familiar: seguro que habrás deducido esta variable. Es posible que la falta de disciplina consistente, el maltrato o la exposición a la violencia en el hogar aumenten el riesgo de comportamientos disruptivos.
  • Falta de supervisión: la ausencia de supervisión adecuada de los progenitores puede promover que el niño o adolescente participe en actividades de riesgo o problemáticas. Poco a poco termina normalizándolas e integrándolas.

Desencadenantes psicológicos

Hay elementos desde el ámbito de la psicología, por ejemplo, vinculados a la gestión emocional, también entendidos como causantes del trastorno en cuestión. Se trata de estos:

  • Trastornos del desarrollo: cuando realizamos una evaluación psicológica de estos niños o adultos, se suele detectar la presencia del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Ambas realidades pueden coexistir juntas.
  • Problemas de regulación emocional: el sustrato de toda conducta disruptiva parte siempre de la dificultad para manejar emociones intensas, como la ira o la frustración, lo que tiende a llevar a reacciones impulsivas o agresivas.
  • Baja autoestima: en ocasiones, los sentimientos de inseguridad o baja autoestima pueden desencadenar comportamientos desafiantes como mecanismo de defensa. No obstante, ten en cuenta que esta variable no explica por sí misma el patrón disruptivo. Debe acompañarse a su vez de varios de los elementos descritos antes.

¿Cómo se manejan los patrones disruptivos?

Los docentes saben que hacer frente a un comportamiento disruptivo es muy agotador. Esto mismo es lo que destaca un trabajo divulgado desde la Universidad de Oslo. Se necesitan enfoques muy estratégicos y empáticos que atiendan la realidad de cada persona. Asimismo, es decisivo que esta labor se inicie desde edades tempranas. Veámoslo.

Intervenciones sociofamiliares

  • Analizar el contexto familiar del niño.
  • Crear un entorno que sea más estructurado.
  • Aportar una buena psicoeducación sobre este problema y sus efectos.
  • Fomentar una comunicación abierta y estrategias de disciplina consistentes en casa.
  • Trabajar en los problemas familiares que puedan contribuir al comportamiento disruptivo.

Terapia psicológica

  • Realizar una adecuada evaluación psicológica.
  • Incluir herramientas para el control de los impulsos.
  • Guiar en el aprendizaje de la empatía y las habilidades de regulación emocional.
  • Ayudar al niño a identificar pensamientos que conducen a comportamientos disruptivos.
  • Enseñar técnicas de relajación, habilidades de comunicación, así como de resolución de problemas.

Intervenciones en el aula

  • Formación específica en conductas disruptivas.
  • Dotación de medios para maestros y profesores.
  • Recompensar los comportamientos positivos para incentivar su repetición.
  • Incluir formaciones en el aula sobre comunicación emocional y control de impulsos.
  • Crear un sistema de puntos que pueda canjearse por premios al alcanzar ciertos objetivos.
  • Implementar un Plan de Educación Individualizada (IEP) para estudiantes con necesidades especiales.


Un problema silencioso de gran impacto

El comportamiento disruptivo e inapropiado, más que una barrera para el aprendizaje, es un problema de convivencia. No atajarlo desde la escuela y en edades tempranas, daría al mundo adultos incapaces de manejarse en sociedad. La violencia, el desafío a la autoridad y la infelicidad serán los pilares que guiarán sus vidas. Es necesario ser más sensibles a esta realidad.

El manejo de tales conductas requiere un enfoque comprensivo que aborde las necesidades individuales y las circunstancias del entorno. En esta meta se necesita aunar esfuerzos y políticas por parte de todos los agentes sociales. Familia, escuela y administraciones públicas deben situar la mirada en esta dinámica que, de algún modo, nos afecta a todos.


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